Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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viernes, 18 de enero de 2013

Tiempo de científicos

El investigador, escritor y conductor Diego Golombek analiza el impacto de la sociedad de 24 horas en el reloj biológico. Las conexiones entre literatura y ciencia, y la humanización de los científicos.
  • Raquel Saralegui (Especial)

Científico. “Para entender al mundo tenemos los sentidos, y la tecnología los expande” (Télam).

Con humor y creatividad, Diego Golombek halló la fórmula para hacer atractiva la ciencia, para hablar de ella sin aburrir. También para unir sus dos pasiones: el laboratorio y la escritura. “Me gusta esta doble vida, aunque a veces es muy complicada, medio esquizofrénica”, se ríe.
Doctor en Biología, docente e investigador principal del Conicet, con varios premios a cuestas, en la Universidad Nacional de Quilmes investiga en el área de Cronobiología. Con su estilo desacartonado escribe libros de divulgación, colabora en la revista deLa Nación , conduce el programa Proyecto G en Canal Encuentro y dirige la colección Ciencia que Ladra. Como si fuera poco, a este estudioso del tiempo biológico le queda tiempo para la ficción: acaba de publicar el libro de cuentos Así en la tierra .
–¿La vocación literaria viene de lejos?
-Sí, es previa a todo. Básicamente me gusta escribir y tengo la excusa para escribir sobre ciencia. El gusto por la ficción está ahí, a veces más despierto, otras más dormido.
–¿Y tu interés por la cronobiología?
-El tema del tiempo también me fascina, desde lo filosófico, lo literario, lo artístico. Y cuando en la facultad un profesor habló del reloj biológico, un pedacito del cerebro que mide el tiempo y le dice al cuerpo, sobre todo por la luz, qué hora es, me dije: “Yo quiero estudiar eso”. En el laboratorio investigamos sobre esas situaciones en las que la sincronización no es muy buena por enfermedades, porque viajás de este a oeste, porque trabajás de noche, para tratar de mejorarlas.
–¿Cómo conjugar el tiempo filosófico y el biológico?
-El tiempo es una de las grandes preguntas, esa que te quedás mirando para arriba y te da tortícolis mientras pensás si hay un comienzo, un final del tiempo; si hay un tiempo de afuera o es algo subjetivo; por qué a veces nos parece que pasa rapidísimo y a veces tarda mucho. Son preguntas que nos conforman y algunas te permiten hacer experimentos, hipótesis testeables y probarlas. Para entender el tiempo me parece que esa es una de las aristas más concretas: hacer ciencia sobre el tiempo. También sobre preguntas de sentido común porque la ciencia es eso, ponerle números al sentido común.
–¿Cómo fue que llegaste a los medios?
–En mi caso, el periodismo es previo a la ciencia, empecé a los 15 años como cronista deportivo para el Buenos Aires Herald ; cubría deportes estrafalarios como partidos de cricket, donde paran para tomar el té, y cuando volvía a la redacción me sentía Gardel en ese mundo maravilloso. Después escribí sobre cultura y, ya en la facultad, sobre ciencia, pero sin olvidar el costado humanista. Contar noticias está muy bien, pero la ciencia normalmente no tiene noticias, tiene historias que vienen tratándose desde generaciones y que incluyen anécdotas, tristezas, euforias... y eso es lo que me gusta tratar: la ciencia como un evento cultural.
–¿Y eso tiene que ver con tu estilo ameno?
–Es la premisa de cómo contarlo. Si se trata de un libro con contenido científico pongo el foco en el objeto literario y trato de aplicar todos los recursos que da el género: las analogías, las metáforas, la ficción, el humor. Lo mismo para el programa de televisión o la revista, trato de utilizar todos los recursos que brindan los medios para comunicar la ciencia de otra manera.
–¿Cómo es la respuesta de la gente?
–Es maravillosa. Una vez que uno tiene asegurado el rigor científico de lo que va contar, no vale hablar en gris, y si se echa mano a estos recursos la gente lo valora mucho porque nos humaniza, no sé si a la ciencia, pero sí a los científicos de una manera que otros formatos no lo hacen.
–¿Por qué será?
-En otros formatos se trata de divulgar, de popularizar en lugar de comunicar, de poner en común, de compartir el conocimiento. Sin comprometer el rigor, si bajás línea de una manera más cercana, la gente se divierte. Entiende que la invitás a la televisión, a un libro, una columna y no querés que sienta “ah, esto muy difícil para mí”.
–¿La ciencia puede explicar todo?
-Sí, pero no todo en el mismo momento. Nosotros, para entender al mundo, tenemos los sentidos y la tecnología los expande, nos da un telescopio para mirar lejos, un microscopio para mirar lo más chiquito, pero hay cosas que están más allá de esa tecnología que podemos intuir y no medir. Los físicos, por ejemplo, intuyen porque ven un comportamiento derivado de lo que ellos prevén que está ocurriendo, pero no ven el fenómeno en sí, entonces a veces hay que esperar mucho tiempo para poder empezar no a explicar, sino a hacerse la pregunta correspondiente. Lo maravilloso es que una pregunta científica no se cierra con una respuesta, se abre en una nueva pregunta. Con lo cual se puede y no se puede explicar todo porque ese todo es infinito.
–¿El tiempo también?
-Depende a quién le preguntes, los cosmólogos ponen un inicio de todo con el Big Bang: y antes, vaya uno a saber, y hacia adelante, vaya uno a saber. El tiempo que nosotros estudiamos en cronobiología es un tiempo cíclico, las cosas se repiten periódicamente, todos los días, todos los años, son ciclos de cosas.
–¿Como los ciclos de los que hablaba Borges?
–La literatura argentina tiene muchísimo de ritmos biológicos, sobre todo Borges, que es el capo del tiempo, con sus ciclos por todos lados. Cortázar tiene una frase que dice “el tiempo entra por los ojos, eso lo sabe cualquiera”. Cuando no se sabía dónde estaba el reloj biológico, los científicos dijeron no tenemos idea dónde está, pero sabemos que se sincroniza por la luz y entraron por los ojos a ver adónde estaba. Alejandra Pizarnik también habló de la melancolía como un tiempo disociado y hoy se sabe que la depresión tiene muchísimo que ver con tiempos internos que no andan bien.
–¿Cómo impacta en nuestro reloj biológico la actual sociedad de 24 horas?
-Estamos preparados para un mundo que tiene días y noches, estaciones, y eso no existe más: es de noche prendo la luz; es verano pongo el aire acondicionado. Estamos forzando el reloj a una situación no natural, como pasa con los turnos rotativos de trabajo que traen tantos trastornos. Ahora no hay límites en la temporalidad del individuo y cuesta mucho adaptarnos, hay una sensación subjetiva de que todo se acelera. Si no se mantiene una rutina en nuestros ritmos diarios, el reloj se resiente y con eso el cuerpo también.
–¿Y qué se puede decir científicamente de la risa, por ejemplo?
-Muchísimo. En principio, uno piensa que se ríe pocas veces al día y solamente cuando se dice o pasa algo gracioso. Pero hay científicos que estudiaron eso, usaron “risómetros” en voluntarios a lo largo de muchos días y encontraron que la gente sonríe inconscientemente todo el tiempo, bajo la hipótesis que la risa no es simplemente una expresión de algo divertido sino un comportamiento social, una manera de decir soy amigo, la estoy pasando bien, o entendeme, o quereme. Es un fenómeno gestual que se puede estudiar.
–¿Como el bostezo?
-Claro. ¿La gente sólo bosteza cuando tiene sueño? No, hace microbostezos todo el tiempo. Y la ciencia se puede meter aunque a veces se piense que es sacarle magia a la belleza. Una canción de Fito Páez dice “parecés una flaca de Exactas explicando lo que no hay que explicar”: claro, viene la ciencia y me explica qué es el amor, qué es la risa, y eso no se explica, ¿cómo que no se explica? Entender siempre es más bello, más poético, sacudir un poco a la naturaleza y preguntarse qué hay detrás. Y es responsabilidad de los científicos, de los docentes, compartir el entusiasmo por preguntar.
–¿La ciencia también se puede meter con Dios?
-Te diría que leas mi próximo libro, Las neuronas de Dios , que sale pronto. Ahora está de moda hablar de la ciencia frente a la religión y son dos carriles independientes. A mí no me interesa eso, me interesa hacer ciencia de la religión. Por ejemplo, preguntarme por qué en un mundo tan racional las religiones son mayoritarias, por qué tanta gente es creyente.
Perfil
Diego Golombek es doctor en Biología, docente e investigador principal del Conicet en el área de cronobiología. Colabora en la revista de La Nación, conduce el programa Proyecto G en Canal Encuentro y dirige la colección Ciencia que Ladra.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/suplementos/temas/tiempo-cientificos

Saludos rituales, Bocha... el sociólogo.

1 comentario:

Comentario en mi cuenta de facebook dijo...

Ignacio Martin
Es un grande Golombek, tiene un programa en Encuentro que es de lo mejor junto con Alterados por Pi y es reconocido en los circuitos cientificos de todo el mundo. Ojala le dieramos el reconocimiento que se merece

Bocha
En La Voz on line casi perdido al final lo publicaron... tal vez porque trabaja en la Tv pública.

mirando por el retrovisor

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