Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Tres razones por las que empieza una nueva era

Se terminan 500 años de dominio- Político-Económico-Cultural
Por Paul Kennedy
Historiador, Universidad de Yale


La erosión continua del dólar como moneda de reserva, la parálisis del proyecto europeo y la carrera armamentista que se verifica en Asia están rediseñando el mundo. ¿Qué están captando los países asiáticos sobre el futuro del mundo a lo cual los gobiernos europeos están ajenos?


Alguien que hubiera vivido en Inglaterra en 1750, antes del uso generalizado del motor a vapor, se habría quedado pasmado viendo su aplicación 50 años más tarde: ¡plena Revolución Industrial! De tanto en tanto, algunas transformaciones de una era a otra han tenido incluso un ciclo de vida más breve, como en el período épico entre 1919 y 1939. La democracia era frágil a comienzos de los años 1930, la economía mundial se había deteriorado, pero ¿quién pensó que llevaría a la guerra y a holocaustos? ¿Y qué pasa hoy, entonces? Muchos corresponsales de diarios y gurús de la tecnología aluden con entusiasmo a nuestra actual revolución de las comunicaciones (teléfono celular, iPad y otros aparatos) y sus efectos sobre los Estados y los pueblos, sobre las autoridades tradicionales y los nuevos movimientos de liberación. Las pruebas que avalan esta nueva visión son evidentes en todo Oriente Medio y hasta en el muy manso movimiento “Occupy Wall Street”, aunque cabe preguntarse si alguno de los profetas de la alta tecnología que proclama el advenimiento de una nueva era en los asuntos del mundo se ha molestado en estudiar los efectos de la imprenta de Gutenberg, o de las charlas radiales de Franklin Delano Roosevelt a decenas de millones de estadounidenses en las décadas de 1930 y 1940.


Cada época se deslumbra, pues, con sus propias revoluciones tecnológicas, de modo que me concentraré en algo bastante diferente: indicadores de cambios que sugieren que estamos acercándonos o que incluso ya hemos cruzado quizá, ciertas divisorias de aguas históricas en los difíciles mundos de la economía y la política.


El primero es la erosión continua del dólar estadounidense como moneda de reserva única o dominante del planeta. Ya quedaron atrás los tiempos en que 85% o más de las reservas internacionales en divisas se tenían en “dólares billete”; las estadísticas fluctúan mucho en este momento, pero la cifra actual es cercana al 60%. Pese a las aflicciones económicas de Europa e incluso de China, ya no es una fantasía imaginar un mundo de tres grandes reservas -el dólar, el euro y el yuan- con algunas periféricas más pequeñas como la libra esterlina, el franco suizo y el yen japonés.


Un economista o un asesor de inversiones estadounidense estrecho de miras que no reconozca que los tiempos están cambiando probablemente se hagan a sí mismos y a sus clientes un daño considerable. La noción simplista de que la gente recurrirá al dólar estadounidense como “refugio seguro” es contrarrestada por el endeudamiento cada vez más surrealista del país con prestamistas extranjeros.


¿Y un mundo con varias monedas de reserva representa más estabilidad financiera, o menos? La segunda transformación es la erosión y la parálisis del proyecto europeo, entendiendo por tal el sueño de Jean Monnet y de Robert Schuman de que los heterogéneos Estados-nación europeos se unieran de manera estable, primero a través de la integración comercial y fiscal y luego comprometidos seria e irreversiblemente con un continente políticamente unido. Las instituciones para hacer realidad ese sueño -el Parlamento, la Comisión y la Corte de Justicia europeos- ya existen, pero la voluntad política de insuflarles verdadera vida desapareció, tristemente debilitada por el simple hecho de que políticas fiscales nacionales atrozmente divergentes son incompatibles con una moneda común europea. Para decirlo con crudeza, Alemania y Grecia, cada uno con sus antecedentes presupuestarios, no pueden marchar juntos hacia un Estados Unidos de Europa; pero nadie parece tener una respuesta para esta dicotomía, salvo tapar las grietas con más tramos de eurobonos y créditos del FMI.


En otras palabras, los europeos no tienen ni el tiempo ni la energía ni los recursos para concentrarse en otra cosa que no sean sus problemas. Esto significa que hay muy pocos observadores en el continente que hayan estudiado lo que podría ser la tercera gran transformación de nuestra época: la enorme carrera armamentista que se está produciendo en la mayor parte de Asia Oriental y el Sur de Asia.
En tanto las fuerzas armadas europeas cada vez se parecen más a una gendarmería local, los gobiernos asiáticos desarrollan resueltamente marinas de guerra de aguas profundas, construyen nuevas bases militares, adquieren aviones cada vez más sofisticados y prueban misiles con alcances cada vez más grandes. La discusión que hay se centra en la estructura militar de China, bastante menos en el hecho de que Japón, Corea del Sur, Indonesia, India e incluso Australia están haciendo lo mismo.


¿Qué están captando los países asiáticos sobre el futuro del mundo a lo cual los gobiernos europeos en este momento están totalmente ajenos? En tanto el menor crecimiento económico, el daño ambiental y un tejido social frágil en China llevan a sus futuros líderes a hacer una demostración de su poder en el exterior -en este momento, es justo decirlo, sus líderes son muy prudentes- sus vecinos están planeando una respuesta firme.


¿Alguien en Bruselas sabe, o acaso le importa, que 500 años de historia, el mundo del 1500, se acaban? Asia avanza al centro de la escena, en tanto Europa pasa a ser un coro distante. ¿Los futuros historiadores verán este fenómeno también como una divisoria de aguas increíblemente importante en los asuntos internacionales?


Copyright Tribune Media Services, 2011. Traducción de Cristina Sardoy.Clarín, 03/11/11
 La Nueva America del sur
Lo que omite Paul Kennedy, en su descripción del mundo en formación, ¿es que también, es el tiempo de Suramérica?, que al romperse los lazos tradicionales de sujeción al mundo occidental y cristiano de nuestro subcontinente, se nos abre una nueva perspectiva de ser sujetos de la nueva historia a construir desde nuestra postura distinta y diferente (cultural, racial y espiritual), de la decadente Europa y Estado Unidos de Norteamérica, es el tiempo de nuestra insubordinación fundante, ya que la historia nos pone ante una oportunidad única que no tuvimos en los siglos anteriores”. Carlos Pereyra Mele.-   

Fuente: http://www.dossiergeopolitico.com/2011/11/tres-razones-por-las-que-empieza-una-nueva-era.html#more-1224

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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