¿De quién es la patria? Es la pregunta por la que los argentinos hemos sangrado a ríos, a mares de venas abiertas. Vale en los días contados, creídos, soñados, vividos, como un solaz de explicación. Pero no siempre hemos entendido lo mismo. Alejandro Mareco.
- por Alejandro Mareco
Hace un par de años, andábamos mirando cuetes y saliendo a las calles con modos de domingo, en ese caso de un domingo extraordinario (aunque cayera martes), pues se cumplían nada menos que 200 años de nuestra condición de argentinos. De los muchos que hablaban, acaso no tantos esperaban que quisiéramos tanto estar acá; pero sí, queríamos. Al menos el gentío que atravesaba el papel picado del asfalto contaba dos centurias y las contaba como propias, como una historia común en la que nos zambullíamos.
El Bicentenario argentino, nuestro, de todos, era una orilla a la que habíamos llegado y en la que se arremolinaban pobres, oligarcas, burguesía hecha aquí y hecha afuera, trabajadores, campesinos, clase media en sus varios registros, desposeídos, desocupados.
Todos juntos cruzamos esa línea del tiempo histórico. Es parte de nuestro sino contemporáneo, de estar aquí, en este lugar y en este instante, pero los caminos de los que venimos son muy diferentes; vaya si lo son. La historia es así.
Esta es nuestra patria. Pero, ¿de quién es la patria? Es la pregunta por la que los argentinos hemos sangrado a ríos, a mares de venas abiertas. Vale en los días contados, creídos, soñados, vividos, como un solaz de explicación. Pero no siempre hemos entendido lo mismo.
La patria soy yo y sos vos.
Por eso vamos hacia el fondo de lo que hemos querido construir como paisajes en el marco de la nación latinoamericana. ¿Dónde están los grandes pensadores, los arquitectos de una América frente al mundo? Van por los caminos en los que se dejan atrás la cotidianeidad, con sus transgresiones buscando el ayer en las maneras del presente.
Bien, en tantos pasajes de nuestra historia somos nosotros mismos, como hemos dicho, los que estamos, los que estuvimos y los que estarán.
Somos un país atravesado por las circunstancias, como todos, y nunca fuimos uno solo. Podemos ver los documentales que pintan el ayer común, quizá el más inmediato, y no es sencillo reconocernos en esos otros que fuimos nosotros. Es que cada uno se aferra a su tiempo y lo afirma en miles de gestos: nada más que el hecho de mirar nos vuelve algo nuevo, algo que mira lo que nunca ha sido visto.
Pero si vamos a hablar de nosotros en el ayer, es posible que hablemos de nosotros en el presente. Es que no podemos dejar de ser otra cosa que lo que ha sido construido.
Ni siquiera nuestras profundas diferencias son nuevas: es increíble, pero todavía nos ensañamos en la dicotomía de ser agroexportadores o industriales (dicotomía que Estados Unidos resolvió en el siglo 19 con una guerra civil).
La hora política que nos ocupa tiene mucho que ver con la manera en la que resolvamos andar el futuro. El modelo agroexportador es una salida para unos pocos, es decir, para los que tienen grandes propiedades de tierra, mientras que el modelo industrial abre las puertas del trabajo a multitudes. No se trata de elegir entre uno u otro, sino de complementar el horizonte del país entre ambos.
Los reclamos contra el Gobierno que se manifestaron hace unos días en las calles expresaron varias demandas: seguridad, reglas de juego democráticas claras, y otras más imprecisas (lo de “Andá con Néstor la p...”, es real, es decir, representa el odio de un sector, pero mejor ocuparse de lo que, supongamos, ya no es parte del sentimiento lúcido del país).
A ese país de las demandas, le responde el otro país, el que ha resurgido de las cenizas del neoliberalismo.
La patria, al fin, somos todos.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/opinion/patria-somos-todos
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
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