Por: Emilio Ocampo
Economista
Como venimos argumentando desde esta columna hace un tiempo, los problemas fiscales y financieros que aquejan al sur de Europa no son patrimonio exclusivo de esta región. Todo el mundo industrializado enfrenta en mayor o en menor medida una crisis de sustentabilidad fiscal. Y esta crisis es simplemente el reflejo de tendencias demográficas difíciles de revertir en el corto plazo. Estamos hablando del envejecimiento de la población.
Esta semana, finalmente, le llegó el llamado de atención a Inglaterra. Por su estrecha relación con Estados Unidos y su estatus como centro financiero internacional, la economía inglesa parecía gozar de cierta lenidad tanto de parte de las agencias calificadoras de crédito como de los inversores. Fue la agencia Fitch (la más chica de las tres calificadoras) la que se despertó del largo letargo y advirtió que si el Reino Unido no se ajusta el cinturón perderá su tan preciado rating AAA (requisito de admisión a un club muy exclusivo al que hoy pertenecen sólo catorce países).
Escépticos
Los ingleses siempre miraron el euro con escepticismo, al que le agregaron una dosis de «schadenfreude» cuando se desató la crisis. Pero la realidad es que la burbuja de la deuda que estalló a principios de año fue creada en Inglaterra. Londres fue uno de los principales beneficiarios del experimento cambiario que se inició en Europa a partir de 1999. La introducción del euro y la unificación de los mercados de capitales del Viejo Continente le permitieron rivalizar con Nueva York como capital financiera del mundo, posición que no ocupaba desde el colapso del patrón oro. Habiendo vivido en Londres de 2000 a 2005 y trabajado en el sector financiero, fui testigo presencial de este proceso.
A fines de los noventa, los bancos de inversión y hedge funds desembarcaron en la capital inglesa pagando sueldos multimillonarios a sus ejecutivos. Las exenciones impositivas para multimillonarios no residentes también atrajeron a jeques árabes y magnates rusos, y contribuyeron a inflar una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Esto, sumado al fortalecimiento de la libra esterlina, contribuyó a que Londres se convirtiera en una de las ciudades más caras del mundo. Una de las consecuencias inevitables de este boom fue una hipertrofia del sector financiero. Su contracara fue la virtual desaparición de la industria inglesa por falta de competitividad.
Mal que les pese a los ingleses, la crisis europea les pega de lleno. La creación de una eurozona sin Gobierno y presupuesto unificados fue un proyecto tan irrealista como combinar un paraíso fiscal con un estado de bienestar (de 2000 a 2010 el índice de gasto público/PBI pasó del 35% al 45%). Este último proyecto sólo podía sobrevivir mientras durara el primero.
La factura acaba de llegar a 10 Downing Street. «Formidable», fue el adjetivo utilizado por Fitch para describir el desafío que enfrenta el Gobierno inglés en la próxima década. El informe de la agencia destaca que el aumento en los índices de deuda pública desde 2008 es mayor que para cualquier otro país con un rating similar. Además, el déficit primario es casi el doble de lo que fue en los setenta y a principios de los noventa, cuando Inglaterra también experimentó problemas fiscales.
Déficit
Los analistas de Fitch también resaltaron que en 2010 el Reino Unido va a tener uno de los índices de déficit fiscal sobre PBI más altos del mundo y el más alto de los países con rating AAA. El crecimiento de su ratio de deuda/PBI desde 2008 es sólo igualado por Grecia, Irlanda y Japón, y su déficit estructural será el más elevado en el mundo industrializado después del de Estados Unidos. Como si esto fuera poco, los ingresos del Exchequer dependen en gran medida de impuestos sobre dos sectores en problemas (el inmobiliario y el financiero), lo que exacerba las presiones fiscales.
La advertencia de Fitch fue registrada por el flamante primer ministro David Cameron, quien durante su campaña había anunciado que tomaría todas las medidas necesarias para preservar el rating AAA. La semana pasada, Cameron cumplió su promesa electoral y anunció mas ajustes. A pesar de los anuncios, la libra esterlina tocó nuevos mínimos históricos, y las primas de los credit default swaps de Inglaterra aumentaron. Para los analistas de Fitch, los anuncios del Gobierno son alentadores. Sin embargo, no está muy claro que los inversores le van a seguir dando a Inglaterra el beneficio de la duda. Como dijo el genial Winston Churchill: «Esto no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero es, quizás, el fin del principio».
Fuente: http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=527202 (11/06/2010)
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísma", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
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