Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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sábado, 1 de septiembre de 2012

Historia de la espada japonesa: Katana



La ética guerrera, que despreciaba el dinero, consideraba irrelevante el elevado coste de una hoja perfecta, elaborada por un artesano insigne con una meticulosa atención que rozaba el fanatismo; las hojas podían haber sido hechas con infinidad de estratos de hierro dulce y acero, templados con el agua de purisimos riachuelos coreanos, animados por el espíritu bueno, o perverso, del forjador, mediante ritos mágicos.



Esto unió el arte de los maestros espaderos a la epopeya guerrera, mientras mas tarde, en el periodo pacifico de la época Tokugawa, la atención se centro también en los accesorios y en los ornamentos.


Cuenta la leyenda que fue “Amakumi” en el siglo IX, quien creo el “katana”, espada japonesa destinada a continuar siendo un modelo casi sin retoques durante más de un milenio. Antes se habían usado formas de tipo chino, de doble filo.

Por otra parte y como dato curioso, en el año 645 el emperador Ko-toku promulgo un edicto que prohibía llevar espada (salvo, claro está, algunas excepciones), lo que ha confirmado la gran difusión de tal costumbre.


A finales del siglo X ese edicto ya no era observado y la moda de ceñir las armas estaba muy difundida; se benefició de ello el artesanado espadero, que conoció el momento de mayor auge durante las interminables y sangrientas guerras del medioevo japonés, cuando hasta los monjes iban armados.


A principios del siglo XVII, la Pax Tokugawa limito la potación del arma larga, considerada arma de guerra, a la clase guerrera (compuesta por daimyo o feudatarios, samuráis o soldados, hatamoto o vasallos directos del Shogun); las clases inferiores (campesinos, artesanos y comerciantes) tenían derecho solamente a la espada corta para su defensa personal y solo en ciertas circunstancias. 

Durante algún tiempo la espada se convierte en símbolo de los guerreros, categoría que se consideraba superior a todas las otras clases; surgió además un sentimiento de veneración casi histérica por el arma.


La espada, alma del samurái, personificaba su honor y su valentía; con ella se servía al señor, se vengaba la injuria, y ponía fin, a los remordimientos de conciencia, recurriendo al “seppuku”, o “harakiri”(suicidio ritual). 

Hasta la edad de cuatro o cinco años, el noble vástago llevaba, en las ocasiones solemnes, el “mamori-katana”, el arma era ceñida envuelta en seda, y de ella colgaba un saquito con los amuletos que habrían protegido al portador contra las enfermedades; hasta los quince años (edad gem-puku), el hijo del samurái recibía la armadura y dos espadas con la insignia del rango. 
La solemnidad con que se trataba la espada tenia costumbres complejas.

Al entrar en una casa amiga, el arma larga era confiada a los sirvientes, que la envolvían con paños de seda, apoyándola en el “katana-kake” y tratándola con los cuidados y miramientos debidos como respeto a su poseedor.



Desenvainar las armas, sin permiso previo de los presentes, era considerado gesto mal educado y ofensivo.

  
En general, solo se podía admirar la espada si era de gran valor, con objeto de que el gesto resultase motivo de complacencia para el propietario.


Para admirar un arma era pues necesario solicitar permiso; luego, asiendo la empuñadura con la mano izquierda cubierta con un paño de seda, y teniendo cuidado de que el filo estuviese vuelto contra si mismo, la hoja era descubierta, aunque solo un poco, y nunca se extraía completamente sin permiso; el que manejaba la hoja demostraba un profundo respeto, y la tenía alejada de los presentes. Una vez envainada era devuelta con una inclinación.

Robarle la vaina del arma a alguien, o girarla sobre el propio flanco en posición de extracción, era considerado una grave ofensa. En los pactos de amistad eterna entre samuráis, la espada era testigo, y el toque entre armas envainadas (kin-cho) sellaba las palabras del juramento. 
El origen de la espada japonesa se remonta a los legendarios tiempos mitológicos en que las primitivas divinidades “shinto” descendieron del cielo armadas con los “tsurugi”: su hoja era de punta alargada y tenía dos filos.


Los únicos ejemplares existentes de este género consisten en reproducciones, más o menos antiguas, que son objeto de culto en los templos.


La época prehistórica ha dejado en las tumbas los “ken”: hojas de bronce fundido, afiladas en la muela, lanceadas, siempre de dos filos y rectas.


Al siglo II a.C. se remonta en “Tachi” primitivo, recto y de un solo filo, precursor del moderno Tachi curvado. El katana, fabricado desde el siglo VII u VIII, se diferencia del Tachi curvado únicamente en detalles mínimos.


Los expertos dividen las épocas de la espada en dos grupos: “koto”, desde el siglo VIII a.C. hasta el año 1596, y “shinto”, desde tal fecha hasta los tiempos actuales.


No es que fueran necesariamente mejores, por su habilidad, los herreros de una u otra época, pero ciertamente las espadas antiguas estaban destinadas al combate y, como consecuencia de ello, la tradición popular les ha atribuido una mayor eficacia en el combate.


El acero y el hierro siempre se han usado para la confección de las armas por su calidad superior respecto a los recursos minerales ofrecidos por el país. 
En algunos casos se utilizaba exclusivamente el acero (técnica del mas celebre forjador, Masamune, de Sagami), pero generalmente el hierro y el acero eran aleados con técnicas particulares, características de cada provincia, o de cada maestro forjador y de su escuela.


Los métodos “wari-ha, suye-ha y kata-ha” eran utilizados para hojas ordinarias, instrumentos y cuchillos simples.


El estilo más usado era el “san-mai”: una plancha de hierro entre dos de acero, o viceversa. 
El método “nogi-hada” soldaba hojas de hierro y acero dispuestas alternativamente, confiriendo a la hoja esplendidos diseños, de líneas onduladas, que recuerdan las vetas de la madera (especialidad esta, de la familia Gassan).



Los herreros de Sagami y de Bizen utilizaban la técnica “shihozume”, colocando una lámina de hierro y una de acero entre dos láminas de una aleación que se realizaba mezclando hierro y acero.


La limpieza y la amoladura eran hechas sobre una piedra llana (to-ishi), que solo se encuentra en el Japón, cuya exportación era obviamente prohibida para impedir que los enemigos aprendieran la preciosa técnica de ejecución de las hojas.



El mango (nagako) lleva con frecuencia algunos rastros característicos de lima; tales muescas se hallan clasificadas en una decena de modelos (yasuri-me), y se revelan elemento indispensable para la clasificación de la hoja.


La costumbre de firmar la hoja de la espada, apareció probablemente en el siglo II. El autor de “Hakuseki” relata en uno de sus libros que un edicto imperial, en el siglo VII sanciono su obligatoriedad; a pesar de esto, ello fue ampliamente incumplido.



Las hojas llevaban la firma generalmente en el lado vuelto hacia el cuerpo, por lo cual las armas creadas como muescas que iban colgadas al costado con el filo hacia abajo van firmadas en la cara denominada “omote”; por el contrario, las creadas en katana, para llevar ajustadas a la cintura con el filo hacia arriba, están firmadas en el lado “ura”, mientras sobre la otra cara llevan, como máximo, la fecha.



Desde los tiempos antiguos las firmas fueron falsificadas. Tal falsificación, sin embargo, a condición de que se remonte por lo menos a doscientos años atrás, garantiza en cualquier caso el elevado valor del arma.


Desde los tiempos antiguos las firmas fueron falsificadas. Tal falsificación, sin embargo, a condición de que se remonte por lo menos a doscientos años atrás, garantiza en cualquier caso el elevado valor del arma.



La parte inferior de la hoja (ji-gane) lleva un croquis del tratamiento, localizado, del temple. Puede tratarse de una línea recta, o de dibujos apreciables, que pueden complicarse hasta un motivo elaborado, por ejemplo utilizando <flores de crisantemo sobre el río>. Esta preciada característica, llamada “Yakima”, se obtiene cubriendo con greda, en el momento del temple, la parte espesa de la hoja.



El mango tiene un orificio (mekugi-ana) para hacer pasar el mampirlán (mekugi) que ajusta la hoja a la empuñadura (tsuka). La presencia de diversos agujeros indica que la hoja ha sido montada más veces. 
Son la espada de combate y el katana (el termino exacto es sable, pero es corriente llamarla espada japonesa). Es una espada larga, que se llevaba a la izquierda, ajustada a la cintura, con el filo vuelto hacia lo alto.


Cuando había que sacarla, la mano izquierda asía la vaina, rotándola oblicuamente hacia fuera; tal gesto era considerado muy agresivo



El katana iba generalmente acompañado por una espada corta, el wakizashi; esa arma se llevaba como la anterior, pero en posición más interna.



En conjunto, las dos espadas formaban el “daisho”. Una espada de longitud intermedia entre ambas es el “chiisa-katana”; generalmente se llevaba sola, pero corrientemente llevaba en la vaina el “kozuka” (estilete para la higiene de las orejas y de los cabellos), el “kogai” (un cuchillo pequeño y ligero) y el “kojiri” (con rica ornamentación).


El “tachi” era una espada que se diferenciaba del katana únicamente en el montaje y la manera de llevarla; suspendida de la cintura, pero con el filo orientado hacia el suelo (lo que hace caer al filo en el gesto de desenvainarla); era la espada de ceremonia.


El “shiri-zayya-no-tachi” era una hoja que se conservaba en una vaina especial de madera tosca, destinada a su protección en el tiempo; el “jin-tachi” era una katana más grande de lo usual; “o-dachi” tenía cinco o seis pies de longitud y se llevaba a la espalda; “no-dachi” era un katana ligero, que podia ser manejado con una sola mano.


El “tanto” era un cuchillo, o daga, con frecuencia ricamente adornado, dotado de un “tsuba” que apenas superaba la arandela que cubría la hoja (fuchi); “ai-guchi” era un tanto sin guarda, usado sobre todo por las mujeres, que lo empleaban también para el suicidio, abriéndose la garganta.


Se confunde frecuentemente con el “kwai-ken”, que tiene las mismas características.

Observando un katana, empezando por el extremo del mango, encontramos un pomo (kashira, o fuchi-kashira), que puede también llevar dos orificios ovalados (shitodo-meana), destinados a ajustarlos a la empuñadura con el cordón de seda o de cuero que envuelve el mango.

Este cordón enlaza dos pequeños amuletos (uno por cara) llamados “menuki”, frecuentemente en el tanto por una lámina trabajada (do-gane).


La empuñadura se compone de dos piezas de madera, cubiertas de piel de pescado (same) o, a veces, de pedazos de brocado o de láminas metálicas trabajadas con mucho esmero y gran sentido artístico (tetsu-zame en hierro, kin-zame en oro, jin-zame en plata).


La hoja se sostiene en el mango mediante un perno (mekugi) de madera, a veces de metal. La parte inferior de la empuñadura se estrecha en una arandela ovalada (fuchi), que domina sobre un adorno.

La guarda (tsuba) se apoya en los fuchi mediante una tuerca de metal dorado (seppa), que sobrepasa ligeramente el fuchi con la granulación del reborde. Otro seppa se encuentra en el otro lado de la tsuba; entre ellos está el habaki, que protege el origen del filo de la hoja.

Aparte del pequeño cuchillo de mango plano (kozuka), que solo muy raramente aparece en el katana, y el estilete (kogai), herencia de la espada corta, la vaina conlleva muchos elementos. La vaina (saya), de espada o de puñal, se compone, como el mango, de dos piezas de madera hueca, perfectamente acopladas, pegadas a una cubierta de corteza de saúco o, más a menudo, lacados.


Empezamos con el anillo ovalado, que bordea la entrada de la hoja (koi-guchi): se trata frecuentemente de un anillo ovalado estrecho, en cuerno o madera lacada; puede alcanzar dimensiones importantes y aparece en decoraciones de puñales de los siglos XVIII y XIX. 

El kuri-kata es un engaste que tiene un orificio ovalado para el paso del cordón de suspensión (sage-o). A veces se encuentra en el katana, en el mismo lado del kuri-kata, un pequeño garfio (soritsuno, u ori-kane) que se dice que sirve para retener la vaina en la cintura cuando se extrae la hoja.



Ura-gawara es una plancha de cuerno, o de metal, que facilitaba la entrada del kozuka cuando era necesario. Además, la vaina puede ser enriquecida con un adorno metálico (kana-mono).
 

El último extremo de la vaina es generalmente un tapón de metal (koji-ri), a veces haciendo juego con el kashira, pero frecuentemente independiente en la fantasía de la decoración. 
Kozuka, kogai y menuki son llamados, en conjunto, mi-tokoro-mono (las cosas de los tres lugares); el conjunto de fuchi y kashira se llama soori-mono (las cosas completas).


El conjunto de las cinco piezas metálicas es hori-mono (cosas cinceladas) o kana-gu (monturas metálicas)

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En enero de 1877 fue prohibido llevar la espada en público por edicto imperial, aunque el espíritu inmortal del samurai permanece vivo en los corazones del valeroso y honorable pueblo nipón.

La tradición nipona tiene en gran consideración conceptos como el valor y la caballerosidad; la particular sensibilidad de este pueblo tiende a exaltar los valores humanos sublimándolos en el combate; también idealiza el espíritu de cada objeto, y por tanto de cada arma. Las hojas japonesas reflejan, en su exquisita factura, en los accesorios y en los adornos, esta concepción del espíritu humano, que quiere presentarse como testimonio del pasado.


Fuente: http://traspistado.blogspot.com/2011/02/historia-de-la-espada-japonesa-la.html

Arigato Gosai Mas, Bocha 6º Kyu

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