Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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lunes, 20 de agosto de 2012

Servicio doméstico: faltan empleadas, sobran empleadoras

Subsidios, descalificación y nuevas alternativas son algunas de las razones que explicarían la extinción del trabajo en casas de familia. Propuestas para recuperar ese mercado.

 
Juntas. En la casa de Beatriz, Marta lleva trabajando 20 años. Y está a punto de jubilarse.

“No tengo empleada”. “¿Tenés alguna chica para recomendarme?”... El tema prioriza las reuniones de mujeres, sobre todo en la franja de 30 a 50 años, con profesión liberal o dependiente, y niños y/o mayores a su cargo. Las que tienen recursos, o se cansaron de buscar y no encontrar servicio doméstico, o apelan a las escasas agencias.

Una bastante afianzada es Domesticenter, de Leandra Mengo (39), en el Cerro de las Rosas, quien postula la creación de un centro formativo de mano de obra para atención y mantenimiento de casas de familia. De ambos sexos. “Es la única forma de revertir la situación”, asegura (ver "Tiene que ser un trabajo calificado").

Desproporción. En su caso, la comisión es abonada “únicamente” por el empleador. “Nunca podría cobrarle a alguien que busca trabajo”, aclara Leandra Mengo. Admite recibir muchos llamados de chicas o señoras, pero “la mayoría interpone tantos reparos y tiene tal desconocimiento de las tareas básicas de un hogar, que directamente no ameritan un encuentro personal”.

Pasado el filtro telefónico, entrevista a seis o siete candidatas por semana. “Con suerte, logro colocar a una o dos”, confiesa. Por cada postulante recibió no menos de 10 llamados solicitando servicio doméstico. En su fichero hay 50 pedidos en lista de espera. Cuando finalmente ubica a alguien, rige un período de prueba remunerado por el empleador.

Espinoso. Las especulaciones de Domesticenter coinciden con los de otros intermediarios. El tema es espinoso. Un intermediario, con oficinas en el centro, se niega a dar su apellido y quiere saber cómo conseguimos su celular. Antes de colgar acota que “sólo” se maneja con un círculo de conocidos, y que la “desaparición” del servicio doméstico obedece a tres motivos: cultura del subsidio, falta de predisposición laboral y costumbre de “andar con la ley bajo el brazo”. Por todo esto responsabiliza primero al gobierno, y luego a “los abogados, que promueven la ‘industria’ de la demanda”.

A esas tres causales, Leandra Mengo le agrega la “falta de respeto a los horarios y necesidades de la doméstica”.

Esto ocurrió durante años, y generó una “mala imagen”. Pero también es cierto que en una heladería, pollería, remisería o reponiendo góndolas, no cobran mejor ni se aseguran un buen trato. Hoy por hoy, el grueso de las adolescentes sin estudios u oficio, prefieren estas salidas laborales. “Consideran que estar detrás de un mostrador o repartiendo promociones tiene más estatus, y más posibilidad relacionarse que fregar pisos o cuidar niños”, compara una odontóloga, que contabilizó 20 empleadas en cinco años.

Haciendo números. Hasta el momento, las medidas gubernamentales no han dado el resultado esperado. Todavía no se revierte el mito según el cual, cuando las empleadas están en blanco “dejan de cobrar el plan”. Y no es cierto: el subsidio no se suspende.

El año pasado, un relevamiento de la socióloga de la Universidad de Buenos Aires, Ester Kandel, consignó la existencia de “1.100.000 empleadas domésticas en todo el país, de las cuales sólo 272 mil están registradas”. Equivale a un 25 por ciento. Para esa fecha, la Población (Femenina) Económicamente Activa era de 7.091.705. Esto muestra la escasa incidencia cuantitativa del personal de casas de familia.

Cama adentro, no hay. “Las candidatas me llegan por recomendación, o yo misma salgo a buscarlas en Alberdi, Güemes, Argüello, Nuestro Hogar III, Comercial o Villa El Libertador”, repasa Leandra Mengo. “Hace poco me recorrí todo el norte cordobés. Ya cansada, entré a un barcito y el mozo me lo dijo: ‘Señora, no insista, nadie se va a ir porque reciben subsidios y alimentos, prefieren quedarse en casa’”. En cambio, las extrajeras (sobre todo paraguayas y peruanas) son más y trabajan más tiempo, porque deben mandar dinero a sus países de origen.

Marcela Carrillo, abogada, con tres hijos y un marido, residente en un barrio cerrado de la periferia, sostiene que esta ocupación es vista “como un último recurso, sin perspectivas de progreso”. A su juicio, esta realidad deviene de otra mayor: carecen de transporte; tienen mucha conflictividad; su salud personal o la de los miembros de su familia es irregular, lo que redunda en “faltazos”.

Sin referencias. Una característica negativa del empleo doméstico es la falta de referencias. Es un eufemismo por malas referencias originadas en hurtos, poco rendimiento y antecedentes de juicios “por despido”. Paradójicamente, esta realidad aflige más al intermediario y al empleador, que a la propia mucama. “Ella sabe que igual la van a tomar, porque en la desesperación una agarra lo que sea”, enfatiza Griselda Ambato, quien sostiene un centro de fitness en su domicilio.

Aunque no alcance a revertir la desproporción entre demanda y oferta de servicio doméstico, los agencieros aseguran que “hay cada patrona...”. Uno de ellos refirió que, avanzada la medianoche, una señora lo llamó para reclamarle porque “la empleada le había tomado el Activia”. Inaudito.

Fuente: La Voz del Interior on line 20/08/2012

COMENTARIO: Lamentable lo del pasquín del Interior porque la nota está más orientada a reforzar los tres mitos que a rebatirlos, por más que se quiera poner una foto de una empleada doméstica a punto de jubilarse junto a su empleadora. Los tres mitos a saber son: 
1º- cultura del subsidio, 
2º- falta de predisposición laboral y 
3º- costumbre de “andar con la ley bajo el brazo”

A lo cual respondo escuetamente:
1º- Páguel a su empleada o empleado el sueldo que le corresponde por ley, aguinaldo, vacaciones y esas horitas extras que le hace trabajar de más y verá que el subsidio llega a ser mucho menor que lo que gana trabajando... pero si persiste en pagar en negro y lo mínimo es lógico que no quieran renunciar al subsidio.
2º- y por lo que paga yo tampoco me movería de mi casa.
3º- ante el atropello a los logros sociales de los trabajadores es lógico que si usted no cumple que este la ley de por medio para hacérselo recordar.

Practicamente no se toca el tema de la explotación, el trabajo en negro... en definitiva el trabajo esclavo. Allí radica el problema central. Tampoco se aclara que las empleadas extranjeras son preferidas porque su bajo sueldo a abonar, porque saben de la necesidad de sus familias en sus países de origen y que nunca serán denunciadas por temor a la deportación. ¿Quiénes delinquen? las "señoras patronas... o señores patrones"obviamente.

En la Argentina está la cultura de la dádiva: "hacete esta changa y te tiro unos manguitos... peor es estar haciendo nada", y es por eso que se buscan a estudiantes para que cuiden niños durante 4 hs de lunes a viernes y se le paga $ 400 por mes... "para que se pueda pagar los apuntes". Claro, este estudiante no come, so se viste, no se transporta y no tiene derecho a diversión alguna que pueda costearse fruto de su trabajo.
Aclaro que el término "changa" no está estipulado en ningún contrato legal de trabajo, ni contrato ni legal. El término "manguitos" es reducir la ganancia como a un "extra" que se gana sin que sea su ingreso principal; pues bien, hay mucha gente que vive de "changas" (en plural) pasa de un "explotador" a otro "explotador" sin ningún tipo de relación laboral formal. Y en los papeles es mejor estar haciendo "nada" (aún conserva la potencialidad de hacer dignamente algo) a estar haciendo algo en donde no se le reconozca su dignidad... por eso digo en los papeles ya que en la realidad cuando el hambre aprieta siempre están los "buenos samaritanos".

La "SUBSIDIARIEDAD" debe entenderse como la ayuda (subsidium=ayuda) de alguien que tiene más a aquel que tiene menos o no puede tenerlo. Son los espacios superiores que deben concurrir en ayuda, apoyo, promoción, desarrollo, etc, "respetando" a los menores, sin anular ni retener los derechos propios que les corresponden
La ayuda debe estar orientada a que el subsidiado pueda "favorecer", como herramienta, para lograr que se valga por sí mismo. 
Prima la persona más débil sobre el más fuerte, lo micro sobre lo macro. La subsidiariedad es el marco para la SOLIDARIDAD en donde si prima el derecho de todos y el bien común.

Sin lugar a dudas hay que evitar caer en estos dos extremos: el asistencialismo y el abandono. El subsidio en sí no es malo, pero es increíble que cuando se escucha esta palabra se entiende conceptualmente en estos dos extremos.

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

2 comentarios:

Gustavo Pizzi dijo...

MUY BUeno TU COMENTARIO OSCAR!!!! Coincido totalmente con vos...La esclavitud se abolio en 1813 pero la real todavía perdura en muchos aún hoy...Los que siempre usufructuaron libremente de ella se quejan porque hoy no pueden....Cómo les gustaría volver a sentirse personas de "bien" dando migajas por tanto sudor...

Bocha... el sociólogo dijo...

Gracias por tu interesante aporte Gustavo, hay que seguir luchando desde la educación para erradicar del pensamiento argentino "la viveza criolla", que tanto a ricos como a pobres se nos enseña desde la cuna.

Saludos rituales, Bocha.

mirando por el retrovisor

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