Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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miércoles, 18 de julio de 2012

Educación líquida

El pensador polaco Zygmunt Bauman define las relaciones líquidas como aquellas interacciones fugaces, etéreas y sin compromisos. José Luis Lázaro*.
En su obra La modernidad líquida, Zygmunt Bauman enuncia para nuestro tiempo, entre otros conceptos, la presencia precaria de los vínculos humanos en una sociedad individualista, marcada por el carácter volátil y transitorio de sus relaciones. El “otro” aparece tipificado como un extraño, portador innato de incertidumbres, de potencial peligro. El olvido y el desarraigo afectivo se presentan como condición de éxito. Así, “la modernidad líquida” se convierte en un período ­sin certezas.

Con la forma de esta metáfora, Bauman nos introduce en la observación del miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender sólo de los beneficios que generan.

Además, el pensador polaco define a las relaciones líquidas como aquellas interacciones fugaces, etéreas y sin compromisos. Esta sugestiva mirada acerca de cómo nos relacionamos en la actualidad con las personas que nos rodean, no dedicando, por ejemplo, tiempo a profundizar en el conocimiento de la otra persona, quedándonos en 
­la superficie y perdiendo así la opor­tunidad de aprender de los demás, es 
la marca más profunda que nos identifica hoy.

Lo señalado anteriormente puede servir como “radiografía” para dimensionar cuál es el escenario en el que se tensionan las vivencias hoy en la escuela. Esta es caja de resonancia del tejido social, y los vínculos que se construyen en ella muestran de manera cada vez más significativa su inconsistencia.

Paradoja de nuestro tiempo en la 
que se demanda a la misma escuela 
la enseñanza de la convivencia, es decir un vivir con los otros y un aprender 
con ellos.

En un detallado informe publicado en este diario días atrás, se da cuenta de la demanda hacia la escuela por parte de padres de distintos estratos sociales y culturales. De ese estudio, se desprende como dato significativo el hecho de que de la escuela se espera que forme chicos “capaces de trabajar en equipo, entablar relaciones positivas, colaborar y compartir”; palabras que, expresadas en otros términos, vendrían a significar un pedido por estimular la convivencia, manifestada en una necesidad de “aprender a vivir juntos”.

Desde hace unos años, esta demanda viene marcando la agenda educativa 
y, sin embargo, no encuentra en las 
instituciones escolares la respuesta 
esperada.

La expectativa resulta de una dimensión compleja, si se tiene en cuenta que la escuela padece hoy, como todas las instituciones, una fuerte crisis de identidad, entendida como una gran dificultad para encontrarse a sí misma dentro de las nuevas configuraciones sociales y culturales que le imprimen otras características, acompañadas de fuertes y significativos interrogantes, necesarios de responder para saldar el déficit que la misma escuela muestra para desempeñar la función que se le encarga.

La crisis es marcada, además, por el desencuentro vincular entre quienes la habitan a diario. Vínculos que en definitiva son los que habilitan el espacio escolar para poder alcanzar las realizaciones personales y grupales.

Los interrogantes requieren respuestas. La escuela los necesita. El reto de este tiempo es, quizá, el encontrarlos.

Por el momento, lo que nos espera es el desafío. Y en él, la recuperación del valor de la palabra no puede esperar.

Cimentar las relaciones humanas implicaría dar cuenta de otra historia. Y esa historia es hoy.

Fuente: La Voz del Interior on line 18/07/2012

*  Especialista en lectura, escritura y educación

Saludos rituales, Bocha... el sociólogo.

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