Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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jueves, 29 de diciembre de 2011

No es posible educar sin el otro


En una democracia que acepta la diversidad y la pluralidad, para que la gente no se enfrente vamos a tener que aprender a encontrarnos. José Luis Lázaro.*

La educación es uno de los fenómenos que, de manera más significativa y con más fuerza entre las actividades humanas, se define por necesitar actores que construyan al “otro”. Y es precisamente ese “otro” ineludible quien le da sentido al hecho educativo.


Esto va más allá de consignar esta acción como un acto impregnado de un bucolismo inconsistente, que sólo sirve para discursos  en el Día del Maestro. Se trata de mirar una pedagogía que sería improbable sin un otro.
Sin embargo, en esta sociedad y en este tiempo, el “otro” no aparece, se desdibuja, y es en la educación precisamente donde replican esos comportamientos sociales como un espejo donde la comunidad se puede mirar.
Es en la escuela donde marchamos contra las concepciones culturales imperantes, a contracorriente del carburante económico de la sociedad, del consumo individual, de la pulsión inmediata y de la satisfacción de todos nuestros deseos reales y virtuales.
En  este contexto, uno de los aprendizajes más difíciles resulta ser el de la alteridad. El conocer el ser y el hacer del otro aparece en forma progresiva, como una interpelación, a la vez imperativa y misteriosa, porque jamás se sabe quién es. O porque jamás nos animamos a saberlo.
Así, el niño y el joven tienen que aprender en forma progresiva a entrar en relación con ese otro, a reconocerlo como semejante pero distinto.
Allí hay algo muy complicado,  primero, para los chicos, luego para los adolescentes: el otro da miedo, pone nervioso, inquieta.
El filósofo Emmanuel Levinas dice que “en la presencia del otro hay como un llamado a la identidad, porque su existencia misma obliga a salir de la propia identidad, a escuchar otra cosa”.
Sin ese reconocimiento del otro no hay educación. Así lo entienden  quienes proponen a Lev Vigotsky y David Ausubel como referentes para la formación que necesitamos: la de lograr convivir con el otro para aprender mediante los intercambios sociales, sabiendo que el sujeto se constituye a partir de la apropiación gradual  de una gran diversidad de operaciones de carácter sociopsicológico, a partir de las interrelaciones sociales y de la mediación cultural.
Lamentablemente esa mediación cultural es la que hoy nos dice que el otro no existe. Es la que considera al ser humano como un recurso más, es la que pone a ese otro bajo sospecha, la que deja en el centro al mercado y al consumismo, enfrentando al hombre a una publicidad que lo reduce a la mera condición de consumidor.
Para la escuela la demanda actual es la de crear espacios donde los seres puedan comunicarse, y en eso hay algo fundamental relacionado a la no violencia.
En las sociedades tradicionales podía esperarse que la gente dejara de pelearse, bien por el miedo al castigo o porque estaban bajo influencia de una ideología única.
En una democracia que acepta la diversidad y la pluralidad, para que la gente no se enfrente, vamos a tener que aprender a encontrarnos.
Cuando aceptamos que la diversidad y el encuentro hacen al fundamento mismo de la sociabilidad, habremos construido grandes posibilidades de desarrollo social y personal, que tienen su correlato en una concepción de la educación como vehículo de movilización social ascendente.
Quizás así la educación vuelva a tener sentido, deje de ser sólo un relato y se reconcilie con la realidad.
En esta construcción, nadie es ajeno, simplemente porque es necesaria y urgente.


Especialista en Lectura y Educación

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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