Traducción: Gisela Angelini
Los japoneses se juzgan a sí mismos y a los demás en base a la capacidad de autocontrol y autogobierno.
Crónica de una reacción anunciada: Frente a imágenes catastróficas que parecen salir de la obra maestra de animación de Hayao Miyazaki, Nausicaä del Valle del Viento, no es fácil entender como es posible no ser presa del pánico, no dejarse llevar por la desesperación total, no sentirse completamente perdidos. La respuesta es simple: estar preparados. Una preparación que obviamente es, antes que nada, concreta. Para los japoneses todo debe ser programado a la perfección. Así escuelas, oficinas, estaciones, hospitales: todos los lugares públicos tienen planes de evacuación bien probados que son testeados periódicamente.
Cada año, por ejemplo, en la universidad en la cual enseño – Waseda – se desarrollan las “pruebas generales” de una evacuación. Los altoparlantes nos avisan que debemos dejar el edificio y así, docentes y estudiantes juntos, bajamos todos en fila las escaleras hasta la planta baja para poder encaminarnos con calma hasta el punto de encuentro preestablecido. Una “caminata” de un par de quilómetros muy importante para aprender a conocer el trayecto que se debe recorrer en caso de emergencia. Usando siempre la “metropolitana” u otros medios públicos lo cual no quiere decir que se deba hacer a pie.
También los habitantes de cualquier vivienda privada saben bien que hacer durante el sismo y en momentos inmediatos sucesivos. Esconderse bajo la mesa, si es posible escapar al baño (frecuentemente el lugar más resistente de la casa por lo compacto), proteger la cabeza con el primer elemento rígido que se encuentre a mano, apagar en seguida las hornallas y ponerse calzado si se está descalzo (por la posibilidad de cortarse con los vidrios). Algo importante para hacer es que la puerta de ingreso permanezca bien abierta porque, si sucesivos choques de asentamiento debieran bloquearla, sería después difícil escapar. Vanalidad? Pueben lo que es encontrarse bajo un techo a punto de colapsar sin saber qué hacer...
Una vez que la situación está bajo control, se implementa el equipo de emergencias (que siempre está preparado), se nos pone el casco y se nos dirige en dirección al punto de reunión preestablecido para recibir instrucciones. Pero es la preparación psicológica la que juega el rol más importante, la que quizá caracteriza principalmente al pueblo japonés.
Viviendo en esta parte del mundo, queramos o no, se nos habitúa rápido a exorcizar el jishin (el gran terremoto) también a través de chistes y ocurrencias que se suman para entender y familiarizarse con el propio destino, para ser fatalista.
Por eso no nos debe asombrar la calma demostrada en Japón frente al desastre. El control de las emociones es un tipo de ejercicio psicofísico al cual los japoneses están habituados desde pequeños. Mostrar en público exceso de tristeza, pero también de alegría, es considerado una embarazosa debilidad. También obras maestras de la literatura como "La lluvia negra", de Masuji Ibuse, nos dan la idea: respecto al desastre atómico de Hiroshima, la novela narra con rigor periodístico la Catástrofe humana por exelencia: a nuestros ojos, un ejercicio imposible.
Por lo tanto a los ojos de un occidental la reacción del pueblo japonés, a estas horas, pueda parecer fría, casi inhumana, cuando millones y millones de personas están forzadas a vivir en un contexto relativamente estrecho en el cual la naturaleza, a menudo desata toda su fuerza destructiva, el control de las emociones, unido a una cierta capacidad de abstracción, se ha convertido en la única manera para poder sobrevivir. El gran sentido de pertenencia a la colectividad es otro de los elementos fundamentales para tener en cuenta. En un pais en el cual la identidad nacional se forma sobretodo a travez del grupo, más que un signo, también en una situación de emergencia extrema es importante no salir de los propios espacios respetando las reglas. Solo así es posible mantener el orden social y conservar la propia identidad. En esto, los samurai han sido maestros: su espíritu, más alla de los mangas, sobrevive en el Adn del Pueblo del Sol Naciente. En las próximas semanas, seguramente los japoneses continuarán haciendo lo que se les ha enseñado, a buscar el autocontrol del dolor, a ayudarse a entre sí respetando las reglas. Esta nueva catastrofe pondrá dura prueba a todos los manuales, a la ejercitación y a las simulaciones hechas hasta ahora, pero seguramente al final los japoneses saldrán con la frente alta, ulteriormente fortalecidos, como siempre lo han hecho en el pasado.
Alessandro G. Gerevini
*Professore Associato di Letteratura giapponese, Waseda University, Tokyo
Saludos rituales, Bocha.
1 comentario:
yo igual.. me quedo como soy: occidental, latina y argentina!
Saludetes
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