Regresa a Cuba la Brigada Henry Reeve de misión en Chile: “La Isla que enseña a vivir” (+ Fotos)
21 Noviembre 2010 

La Bridada Henry Reeve en Chile estuvo integrada por  78 colaboradores 
en todo el tiempo de estancia. Foto: Roberto Chile
El IL-62M de Cubana tocó tierra exactamente a la hora advertida, 15  minutos después de la medianoche. Descienden la escalerilla del avión,  en la semioscuridad de la terminal aérea, los colaboradores médicos de  la Brigada Henry Reeve que prestaron servicio en Chile tras el terremoto  ocurrido el 27 de febrero. Llevaban ocho meses en el país austral, pero  poco se ha hablado de ellos fuera de las regiones donde trabajaron.  “Sí, es fruto del esfuerzo callado de Cuba”, habría comentado unas horas  antes el amigo que me advirtió de la llegada.
No se distinguen muy bien sus rostros y todos vienen con batas  blancas por encima de un pulóver rojo con el distintivo de la brigada.  Si se le quita el sonido a la escena, podría decirse que está ocurriendo  en cualquier lugar del mundo, pero con audio hasta un marciano  adivinaría que son cubanos y que el avión ha tocado tierra en la Isla.  “Oye, chica, ¡qué rico estar en Cuba! ¡Qué aire más fresco!” “Yuly,  pásame el creyón de labios”. “¡Avemaría, no me lo puedo creerrrr…!”  Risas, pasos apurados, alguna lágrima, un sombrero que se agita en el  aire.
Entran al salón de la terminal de aérea, a toda luz. Van acomodándose  en los asientos y la doctora Yiliam Jiménez les habla a los de la  primera fila: “Vamos a tener un pequeño acto. ¿Está bien? Pónganse  lindos que van a salir en la Televisión”. La bienvenida no se hace  esperar.
El Dr. Juan Carlos Andux, jefe de la Brigada médica, habla en nombre  de sus compañeros. Relata brevemente cómo llegaron a Chile. Ocho horas  después de que la Embajadora cubana en ese país transmitiera la  solicitud del gobierno de Michelle Bachelet para que la Isla enviara  ayuda médica, las condiciones estaban creadas y partieron los médicos.  En aquel primer grupo que aterrizó en Santiago el primero de marzo, iban  26 colaboradores de la salud, un hospital de campaña y 12 toneladas de  equipamientos, instrumentales y medicinas para brindar los cuidados que  hicieran falta. La carga y los pasajeros necesitaron dos aviones.
“Instalamos el primer hospital que funcionó después del terremoto y  fuimos los últimos en irnos… Allí dejamos a un pueblo que nos amó y que  recogieron firmas para que no nos fuéramos. Más de mil personas fueron a  darnos la despedida, lloraron cuando nos íbamos y nosotros, con ellos”,  dice Andux, que más tarde conversará con Cubadebate, antes de abandonar el aeropuerto.
El ministro de Salud, el doctor Roberto Morales, felicita a la  Brigada en nombre de la más alta dirección del país y del Comandante en  Jefe Fidel Castro, que ha seguido día tras día el trabajo de los  cooperantes y que envía un cariñoso mensaje de bienvenida. Morales hace  un recorrido por las impresionantes cifras de personas asistidas y  servicios que los especialistas brindaron al pueblo chileno, en dos  ciudades duramente afectadas: Rancagua y Chillán.
“En Chile dejaron una huella más allá de nuestros servicios médicos:  la huella de un pueblo, de una Revolución. Un pueblo que no da lo que le  sobra, sino que comparte lo que tiene. Por eso fuimos los primeros en  llegar y los últimos en irnos”, añade el Ministro.
PIEL A PIEL

El  doctor Juan Carlos Andux, Jefe de la Brigada Henry Reeve en Chile. 
Estuvo al frente del Hospital de campaña cubano en Chillán. 
Foto:  Roberto Chile.
“Rancagua y Chillán son dos escenarios diferentes”, han sido las  primeras palabras del doctor Juan Carlos, cuando nos sentamos -están él y  otros de sus compañeros- en una salita del aeropuerto, a la espera de  una prometida taza de café para distraer el sueño y el cansancio.  Algunos llevan más de 48 horas sin dormir y están locos por abrazar a su  familia.  Son más de la una de la madrugada.
La Brigada médica ha estado, efectivamente, en dos ciudades muy   diferentes, aunque con el mismo clima mediterráneo, de implacable  invierno que llega hasta -6 grados centígrados, y de veranos que en  enero pueden ser abrasadores. Rancagua está al sur de Santiago de Chile,  más próxima al arenal de la interminable costa chilena, mientras  Chillán se encuentra al norte, a menos de 100 kilómetros del epicentro  del terremoto.
Les propongo ir desde el principio, el momento en que los dos aviones  cubanos aterrizaron en Santiago de Chile, en el Aeropuerto del Ejército  chileno.  Algunos compañeros se quedaron esperando la descarga de las  12 toneladas y el grueso de la brigada (26 colaboradores), atravesaron  primero la ciudad a oscuras y luego avanzaron unos 87 kilómetros al  norte en tinieblas. Llegaron a Rancagua en la madrugada, con vientos  helados, sin saber exactamente adonde iban a ubicar los hospitales de  campaña.
“Nos sorprendió lo que vimos cuando llegamos a Rancagua. En  apariencias no había pasado nada, a juzgar por los edificios. Se  mantenían en pie. Como en Chile han ocurrido terremotos devastadores de  más de 8 grados en la escala de Richter, ellos durante años  desarrollaron una sistema constructivo antisísmico, muy sólido, que ha  permitido disminuir los efectos de este tipo de fenómeno natural.” Juan  Carlos reconoce que llegaron impactados por las imágenes que habían  visto por la televisión de un Puerto Príncipe en ruinas, tras el  terremoto del 11 de enero.
“Por eso en la trayectoria desde Santiago hasta Rancagua nos  decíamos: ¡pero aquí no hay terremoto!”   La realidad se impondría poco  después. Prácticamente toda la infraestructura hospitalaria había  sufrido severos daños. El Hospital Regional de Rancagua, de 506 camas,  perdió más de 300. Colapsó totalmente.
“Nos ubicaron al lado de una estructura dañada de ese centro de  salud. Ahí nos dimos cuenta de que las autoridades civiles chilenas no  tenían experiencia en hospitales de campaña. Les explicamos por qué un  hospital de campaña no podía ubicarse al lado de aquel edificio medio en  ruinas, con una altura de 8 pisos, ya medio inclinado. La actividad  sísmica no había terminado y con otra réplica fuerte, se iría abajo y  nos mataría a todos. Comprendieron en el acto y nos ubicamos en el  estadio de fútbol”, añade.
Apenas amaneció el 1 de marzo, comenzaron a armar el Hospital de  campaña en el Complejo Deportivo Patricio Mekis. Algunos tenían temores  de que los pobladores no iban a mirar con buenos ojos que los cubanos se  instalaran precisamente en el estadio de fútbol. Rancagua se conoce  como “la ciudad celeste” o “del capo de provincia”, denominaciones  referentes al equipo de fútbol O’Higgins, el club con mayor cantidad de  seguidores fuera de Santiago de Chile.
Los aceptaron sin problemas. Esa fue la primera sorpresa, pero no la  única. “¿Sabes quién fue el que inmediatamente se nos acercó para  ofrecernos ayuda? El Ejército. Nos sorprendió ver llegar a un General  -imagínate todo lo que nos pasó por la cabeza-, que respetuosamente nos  saludó y su primera pregunta fue: ‘¿Cómo podemos ayudarlos?’ Y durante  los ocho meses con sus 259 días así fue la relación con los militares.  Nos apoyaron en todo”, continúa Juan Carlos.
No había levantado mucho la mañana y empezaron a llegar voluntarios  del pueblo. “Nos veían con las mandarrias, armando la carpa de  clasificación, que fue la primera que montamos para empezar a atender de  inmediato, y preguntaban: ‘¿Cuándo vienen los médicos?’. No podían  creen que los médicos éramos nosotros mismos”, interviene ahora el  Doctor Carlos Pérez Díaz, que estuvo al frente del Hospital de campaña  de Rancagua.
Explican el por qué de la confusión. La ayuda médica norteamericana  llegó a Chile acompañada de un destacamento de soldados que fueron los  que les levantaron su hospital de campaña.
“Se nos empezó a llenar aquello y a partir ahí vinieron noches muy  duras, con servicios las 24 horas. Rancagua amanecía con 400 personas  sentadas a la entrada del hospital y todo tipo de dolencias.   Descubrimos que iban a ver qué era la medicina cubana, quiénes éramos  nosotros. Habían oído hablar del prestigio del sistema sanitario cubano,  de su calidad técnica, de su desprendimiento, pero querían verlo por  sus propios ojos”, dice Juan Carlos.
Rancagua tiene unos 200 000 habitantes en toda la municipalidad y él  duda que haya quien no hubiera escuchado hablar de la presencia de los  cubanos. El Doctor Carlos ofrece un matiz adicional: “Las personas  reconocían la calidad del servicio que se les brindaba en el hospital de  campaña, pero lo que más les llamaba la atención era el trato que les  dábamos. Nos decían: ‘Ustedes son médicos piel a piel‘. Al  principio no entendía. Ellos se referían al afecto, a que los tocábamos y  les escuchábamos sus problemas. Para una población que sufría de stress  postraumático era esencial ofrecerles cariño, seguridad, comprensión,  apoyo sicológico.”

El doctor Carlos Pérez Díaz fue el jefe de la brigada cubana en Rancagua.
Foto: Roberto Chile
BAILANDO EN CASA DEL TROMPO
En el avión que los llevó a Chile, los colaboradores cubanos habían  estado estudiando las características de la actividad sísmica en la  región y las informaciones sobre el terremoto, que se disponían hasta  ese momento.
“Ellos tienen un terremoto cada 25 años -cuenta el Jefe de la  Brigada-. En 1939, tuvieron uno terrible en Chillán y murieron más de 30  000 personas.  En 1960, el terremoto de Valdivia, el más grande del  mundo con una intensidad de 9,5 grados en la escala de Richter, costó la  vida a más de 2 000 personas y dejó un millón de damnificados. En 1986,  tuvieron otro y ahora, en el 2010. Sabíamos que después de un fuerte  temblor, hay réplicas, algunas muy intensas y que pueden ser muy  peligrosas. Y así fue. Nosotros vivimos en Chile, desde el día que  llegamos, 576 réplicas, y la más difícil, la del 11 de marzo, el mismo  día del cambio de gobierno”.
Nadie habría podido imaginar que aquellos hombres y mujeres  provenientes de una Isla donde la actividad sísmica no tiene las  proporciones que ha vivido Chile,  terminarían ofreciendo soluciones muy  útiles para enfrentar los terremotos.
“Les dijimos a las autoridades: ‘necesitamos un radiotransmisor, con  dos equipos: uno para nosotros y otro para Patricio, el jefe del SAMU’.  El SAMU es el Sistema de Atención Médica de Urgencia, la variante  chilena del SIUM cubano (Sistema Integral de Urgencia Médica). Ellos  contestaron: ‘¿Radio? Eso es una tecnología obsoleta. Nadie aquí usa  eso.’  Pero nosotros insistimos, porque cuando se desataron el terremoto  y el tsunami las redes de telefonía celular se cayeron y el moderno  sistema de comunicación del país colapsó. Nosotros no queríamos vivir  esa experiencia. Se dieron por vencidos y nos dieron un radio. El otro  lo tenía Patricio.”
Pronto llegaría la hora de probar que aquello no era un capricho.  El  11 de marzo, día del traspaso de Gobierno -Michelle Bachelet entregó la  Banda Presidencial a su sucesor, Sebastián Piñera-, el Dr. Juan Carlos  asistía a una cirugía compleja, una fractura. “De momento dice la  anestesista: ‘El paciente está convulsionando, está convulsionando’.  Bueno, y nosotros con él, porque también se estaban moviendo fuertemente  las carpas.  Y responde un compañero: ‘No, no es una convulsión; es que  está temblando’.”
Se armó un corre corre infernal entre los que estaban en las  edificios próximos al hospital, presos del pánico.  “Hay un gran  alboroto y, por supuesto, los celulares dejaron de funcionar  instantáneamente… En eso se escucha por la radio: ‘Hospital de campaña,  hospital de campaña, ¿está operativo?’ Respondo: ‘Sí, operativo,  esperando para recibir pacientes’.  Al día siguiente, las autoridades de  Salud y todo el personal de atención médica de urgencias disponían de  radios, que sirvieron para comunicarnos rápidamente cuando se producía  una réplica”, comenta con cierta picardía el Jefe de la Brigada.

Llegada de los médicos cubanos a la Terminal José Martí. 
Son las 00:15 AM del sábado 20 de noviembre. Foto: Roberto Chile
LOS CUBANOS EN LA SILLA DEL SOL
Al día siguiente del cambio de gobierno, el 12 de marzo, el nuevo  Ministro de Salud de Chile le solicitó a Cuba otro hospital de campaña.   Tres días después ya estaban los cubanos llegando a Chillán, que en  lengua autóctona quiere decir “Silla del Sol”, ubicada a unos 319  kilómetros al sur de Rancagua.
En un reportaje publicado el 19 de marzo, la revista chilena Punto Final  explica exactamente como se concretó esta solicitud: “La organización y  equipamiento del hospital y la capacidad profesional de los médicos y  paramédicos cubanos fue reconocida por el nuevo ministro de Salud, Jaime  Mañalich, ex director de la lujosa Clínica Las Condes, que luego de  conocer las condiciones de funcionamiento del hospital de campaña en  Rancagua pidió públicamente al gobierno cubano que enviara otro hospital  de ese tipo, para atender la emergencia en Chile.”
La respuesta del gobierno cubano fue instantánea. Dos días después de  esta solicitud arribaba a Chile un segundo hospital de campaña cubano  y, como el otro, equipado con quirófano, terapia intensiva, sala de  hospitalización, laboratorio, sala de imágenes, etc. Si se cortaba la  energía eléctrica, se activaba automáticamente un generador y el  hospital seguiría funcionando normalmente. Por supuesto, también  contarían con el “viejo” y eficiente sistema de radio.
El Doctor Juan Carlos viajó al frente de la Brigada de Chillán.  Cuando le pregunto qué era distinto en esa zona de la cordillera andina,  ni lo piensa dos veces: “más lluvia, más frío y más cerca del  desastre”. Con una población de 230 000 habitantes, también sufrieron el  colapso de su infraestructura sanitaria. El Hospital Regional perdió  206 camas.
“Pero la gran diferencia con Rancagua es que en Chillán había toque  de queda: no se podía estar en la calle desde las ocho de la noche hasta  las seis de la mañana, y por tanto, a esas horas no teníamos pacientes.  Cuando amanecía, ya había entre 600 y 700 personas haciendo cola en las  afueras del hospital.  Era muy agotador para los 36 colaboradores de la  salud.”
Descubrieron maravillados por qué Chillán le dicen la región de las  artes. Ha sido la cuna de poetas, escritores, músicos, escultores y,  particularmente, de personalidades de la cultura chilena muy entrañables  para Cuba: allí nació Víctor Jara, el cantautor asesinado en el Estadio  Chile, el inolvidable creador de “Te recuerdo, Amanda”, canción que  todos se saben de memoria. De allí también es el gran amigo de Cuba y de  Fidel, el escritor y luchador comunista Volodia Teitelboim.  Violeta  Parra nació en esa zona.
A los chilenos no les resultó extraño que los cubanos supieran de  memoria las canciones de Violeta y Víctor Jara. Ellos también podían  cantar decenas de Silvio y Pablo, de modo que era lógico que se  encontraran para escuchar música y bailar. “Y una cosa llevó a la otra.  Ellos querían bailar salsa y nosotros tratamos de aprender a bailar la  cueca”, afirma Juan Carlos. No me imagino como pueden bailar un cubano  la cueca: “Bueno, ellos tuvieron más éxito que nosotros en el  aprendizaje. Nosotros bailando la cueca somos malísimos”.
“Pero espérate -interviene el Doctor Carlos-: los cubanos dimos  clases gratuitas para aprender a bailar salsa en Rancagua. El cocinero  nuestro, los martes y los jueves, las daba en una cancha de baloncesto y  hubo un momento en que la cancha no alcanzaba para la cantidad de  alumnos que querían practicar. Tendrías que haber visto aquello.”

Reconocimiento firmado por Fidel y el Ministro de Salud entregado a los médicos 
recién llegados de Chile. Foto: Roberto Chile 
MIRANDO A LOS OJOS
Lo más difícil, el frío. Chillán tiene un clima muy  seco. El aire es helado y la lluvia corta como un cuchillo. Los cubanos  dormían en carpas, casi a la intemperie.  A medida que avanzaba el  invierno austral, tuvieron que comenzar a buscar un lugar más protegido.  “En Rancagua, el hospital de campaña se mudó para un gimnasio y eso  también hicimos en Chillán”, cuenta Juan Carlos. Carlos precisa:  Rancagua está rodeada de cordilleras. Cuando llueve, las montañas se  hielan y sopla durísimo el viento. El estadio de fútbol se había  convertido en una nevera.
Lo mejor, el pueblo chileno. “Despedirnos fue duro,  duro”, dicen los dos médicos. Y aclaran:  no recibimos solo el apoyo de  los movimientos de solidaridad, de la izquierda chilena, de las personas  con más conciencia política. Les llegaron cartas y abrazos de alcaldes  de derecha, representantes de la Iglesia episcopal, miembros del  Ejército, funcionarios del gabinete de Michelle Bachelet y del de  Sebastián Piñera, de personas de diferentes credos políticos, de los  periodistas. Juan Carlos tiene un dossier con más de 500 trabajos de  prensa que se refieren al personal de salud cubano, todos elogiosos. Un  titular los declaró “ángeles de batas blancas”.
Lo más sorprendente, cuánto se conoce a Cuba en Chile.  “Y cuánto quieren a Fidel. Es lo más lindo que vivimos en ese país”. A  esta altura de la conversación ya no sé cual de los Carlos habla. Son  más de las dos de la madrugada. Por tanto, el lector sabrá que a partir  de este punto lo que escuchamos es una especie de voz coral, la de la  Brigada:
“Llegaban los paciente a la consulta y algunos recordaban a los  médicos cubanos que socorrieron a las víctimas del terremoto de  Valdivia, en 1960. Nos dijeron que cuando aparecieron los cubanos eran  como dioses: acababa de producirse el triunfo de la Revolución y no  había noticia más importante que esa en América Latina.” Otros habían  visto a Fidel cuando recorrió todo el país con Salvador Allende: “Un  señor me dijo, muy orgulloso: ‘vi cuando pasó la caravana y yo corrí y  corrí. Tenía 12 años. Fidel extendió la mano y me la dio. Para mí fue  histórico’”.
Si algo los sostuvo estos ocho meses fue la manera en que los  chilenos les hablaban de Cuba y de Fidel, y el reencuentro con los que  habían vivido en la Isla exiliados por la dictadura de Augusto Pinochet.  También, el vínculo que se produjo de la manera más natural del mundo  con los jóvenes graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina  (ELAM).
“Estábamos en una de las carpas del Hospital de campaña de Chillán y  veo venir a un médico chileno, que ha preguntado por mí.  Poco antes, en  esa noche, había llegado una paciente muy grave, muy grave. No sabíamos  cuáles eran sus antecedentes. Él me pregunta por la señora y me dice:  ‘Yo me hice médico en Cuba y vengo a pedirle que me deje llevar, bajo mi  responsabilidad, a esa señora.’ ‘No, cómo se la va a llevar, ella está  ventilada; la estamos atendiendo aquí’, le respondo. ‘Me la quiero  llevar porque la familia de esa señora ha iniciado un proceso legal por  el mal tratamiento médico que recibió antes, pero en lo que se esclarece  la verdad, va a recaer sobre ustedes una sospecha si le ocurre lo peor.  Yo la voy a cuidar y voy a asumir la responsabilidad.’ Y se la llevó  para su Terapia Intensiva, porque es un intensivista formado por nuestra  Revolución. No quería que la más mínima sombra cayera sobre nuestro  trabajo.”
Más de 100 graduados de ELAM colaboraron con la Brigada en Chile.  La  revista Punto Final recogía las declaraciones de Ulises González,  chileno, médico general, que estudió en Cuba seis años y medio, en  Manzanillo, provincia de Granma. “Había unos 50 chilenos y de otros  países, Jamaica, Congo, Medio Oriente. Terminé en 2007 y volví a Chile.  Revalidé estudios y trabajo en Lo Prado, en un consultorio de atención  primaria. Vine a Rancagua para apoyar a los compañeros cubanos. ¿Qué  puedo decir de la solidaridad cubana? Los cubanos enseñan a vivir. La  atención que están entregando en este hospital a los pacientes chilenos  es de lo mejor. Cuba siempre manda a los pobres lo mejor que tiene”.
Los jóvenes graduados de la ELAM trabajaban de lunes a viernes en sus  hospitales, pero el fin de semana se unían a los cubanos y se  alternaban en las guardias del sábado y del domingo.
Esta vez reconozco en la cinta de la grabadora la voz del doctor Juan  Carlos: “Recuerdo un día en que autoridades chilenas, de diferentes  ideologías, visitaron el campamento.  Un funcionario local le preguntó a  uno de los médicos de la ELAM que de dónde era. Le respondió que era de  Angol, ciudad en la que se ubicó el hospital de campaña norteamericano  que estuvo en Chile aproximadamente dos meses.  ‘¿Y tú trabajas de lunes  a viernes allá? ¿Y cuando tú descansas, si estás acá los fines de  semana?’ El médico, un mapuche, miró al funcionario a los ojos y le  contestó: ‘Nosotros paramos cuando el Comandante en Jefe decida’.”

El ministro de Salud Dr. Roberto Morales da la bienvenida a los médicos. 
Foto: Roberto Chile. 
EPÍLOGO
No puedo resistirme a una coda final. Es imposible hablar de Chile  sin que venga a la mente el terremoto en Haití, que costó la vida a más  de 200 000 personas. En el país caribeño también están la Brigada Henry  Reeve, los médicos de la ELAM y miles de historias con las grandezas y  las desdichas de cada uno de sus pobladores.
De modo que les cuento lo que me contaron. Se estaba preparando este  acto para los médicos que llegaban del país austral y Fidel quiso saber  cada detalle y todas las estadísticas posibles. Actualizó sus datos de  la Brigada en Chile e intuyó que los colaboradores que habían estado en  Rancagua y Chillán seguramente querrían tener noticias de sus hermanos  en Haití. La Henry Reeve libra en cinco Departamentos haitianos una  batalla homérica contra las secuelas de su pobreza ancestral, el  terremoto de enero, el huracán que vino después y ahora, contra el  cólera.
Llamó por teléfono al Doctor Lorenzo Somarriba, jefe de la Brigada  médica en Haití, quien estaba en ese momento viajando por carretera a  Rabotó, donde Cuba atiende un hospitalito. Fidel le preguntó con quién  iba en el carro. El médico le contestó que con el chofer y un  informático. Seguramente al Comandante le pasaron por la mente todos los  peligros de este mundo. Debió pensar en aquel país, el más pobre entre  los pobres, el más abandonado a su suerte, el más desvalido, el que ya  no tiene nada que perder y no pocas veces se desborda.
Dicen que Fidel preguntó a Somarriba: “¿Pero no va nadie más para  cuidarlos?”. El médico le contestó: “Sí, Comandante. Llevamos dos  banderitas cubanas. Eso le puede dar una idea de cuánto quieren los  haitianos a los cubanos.”
Fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2010/11/21/regresa-a-cuba-brigada-henry-reeve-que-presto-servicios-en-chile/En cifras
LA BRIGADA HENRY REEVE EN CHILE
- La Bridada Henry Reeve en Chile estuvo integrada por 78 colaboradores en todo el tiempo de estancia.
 - Arribó en dos grupos principales: el primero, el 1 de marzo (26 especialistas); el segundo, el 15 de marzo (33 especialistas). Posteriormente, se incorporaron otros 19 en el transcurso de la misión, para apoyar algunas especialidades.
 - La Brigada la formaron 23 médicos, 21 Licenciados en Enfermería y 34 técnicos.
 - Fueron ubicados originalmente en el Hospital de campaña número 1 de la localidad de Rancagua, capital de la provincia de Cachapoal, en la VI Región del Libertador General Bernardo O’Higgins. El segundo grupo, en el Hospital de campaña número 2 de la localidad de Chillán, de la provincia de Ñuble, en la VIII Región del Biobío, ambas localidades entre 450 y 500 km al sur de la capital chilena, respectivamente.
 - Trabajaron ininterrumpidamente 259 días (más de 8 meses) desde el 1 de marzo hasta el 12 de noviembre.
 - Fueron atendidos 79 137 pacientes, con un promedio diario de 312 por jornada. El principal grupo fueron los niños de 0 a 9 años (8 312 pacientes, el 17 %), seguido por personas entre los 50 y los 59 años (8 305 pacientes, 17%).
 - El 66% de las personas consultadas eran mujeres.
 - Se realizaron 3 183 intervenciones quirúrgicas, de ellas 2 559 de cirugía mayor de alta complejidad que incluyó el mínimo acceso (promedio diario de 13 cirugías)
 - Fueron hospitalizados 2 633 pacientes (10 hospitalizados por día).
 - Se realizaron 108 483 procederes de enfermería, con un promedio diario de 4 027.
 - Entre las principales causas de atención médicas estaban las enfermedades respiratorias, las enfermedades del sistema osteomioarticular y las digestivas. Estas tres suponen un 61 por ciento de todos los problemas de salud que asistieron los médicos cubanos.
 LA BRIGADA HENRY REEVE EN HAITI
- La Bridada en Haití tiene 839 colaboradores. De ellos, 689 cubanos -530 a tiempo completo en la epidemia del cólera.
 - La Brigada también la integran 90 graduados de la ELAM, latinoamericanos provenientes de 18 países, incluido Haití. Entre los graduados de la ELAM, 64 están dedicados a la epidemia del cólera a tiempo completo.
 - Se han graduado en Cuba alrededor de 600 haitianos y trabajan en Haití más de 500.
 - Desde 1998, han permanecido en Haití 628 cooperantes de la salud cubanos.
 - Entre los cubanos hay 18 médicos de la Operación Milagros; 147 Licenciadas en Enfermería; Tecnólogos de la Salud, 225, y 74 son personal de servicios.
 - Gonaïves, donde es más fuerte la epidemia, tiene 200 000 habitantes.
 - Puerto Príncipe, donde se han reportados casos de cólera pero no la epidemia, tiene 2,5 millones de habitantes.
 - Durante la epidemia, la Brigada Médica cubana ha atendido 22 123 personas con cólera, con 253 fallecidos. Por cada cien casos atendidos, se reporta una tasa de letalidad del 1,1%.
 
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo. 
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