Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

Evolución
El conocimiento es bueno sólo si se comparte. Nada es imposible para una mente dispuesta. Espero que este blog ayude a aquellos que están buscando conocimientos, al igual que yo.
Libro de quejas:
A) Las imágenes y/o enlaces contenidos en este tallerblog tienen solamente una intencionalidad didáctica y una funcionalidad educativa.
B) No mantiene ningún tipo de relación con las personas o instituciones mencionadas en las notas.
Lo mismo sucede con todos los posibles enlaces invisibles adheridas por parte de terceros a las notas publicadas. Los cuales ya no son voluntad del administrador del taller blog. Ergo, el administrador no responde ni se responsabiliza sobre las actividades de los mismos.
C) El administrador y moderador de este Tallerblog hace todo lo posible por remover cualquier material cuestionable, pero todos los comentarios publicados en las entradas, o traídos de la página homónima de facebook, expresan las opiniones de sus autores y no la del administrador, moderador o blogspot por lo cual no se les considerará responsables excepto por los mensajes publicados por ellos mismos.

martes, 28 de septiembre de 2010

Ernst Bloch: el peregrino de la esperanza.

                                 
Revista Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, enero abril de 2005.

Ernst Bloch: El peregrino de la esperanza.*1

Por Araceli Mondragón González
Resumen.
Araceli Mondragón recupera aspectos importantes del pensamiento de Ernst Bloch, el principal pensador de la utopía en el siglo XX. De acuerdo con lo anterior, se intenta por una parte, revalorar la importancia del pensamiento utópico en su dimensión sociopolítica, en sus posibilidades éticas, estéticas e inclusive en su contribución para situarnos en una perspectiva historiográfica no determinista, sino abierta. Por otra parte se recupera lo que Bloch llamó “el principio esperanza” como elemento clave de la apertura del porvenir del ser humano que se extiende hacia los límites de lo que puede ser y no es todavía.

Abstract.
In this essay Araceli Mondragón discusses important aspects of Ernst Bloch ways of thinking about Utopia in the 20th Century. The author tries to reassess the importance of utopian though not only in its sociopolitical dimension, but also in ethic and aesthetic possibilities and its contribution to place the reader in an open and non deterministic historical perspective. Furthermore, what Bloch called “the Principle of Hope” can be perceived as a key concept that allows mankind to extend its possibilities toward the limits of a possible future which is not yet accomplished.

A map of the world that doesn’t include Utopia is not even worth glancing at.2 Oscar Wilde

Con esta cita concluye Ernst Bloch un encuentro con Theodor W. Adorno en 1964; en aquellos tiempos habían ocurrido dos guerras mundiales, el ascenso del fascismo, la Shoah, la bomba atómica, la expansión del socialismo y el estalinismo. El mismo Bloch había experimentado el exilio, el retorno y la necesidad de emigrar nuevamente.3

Estas palabras de Wilde, fueron retomadas por Bloch como parte de la respuesta a una pregunta de Horst Krüger, moderador del encuentro antes mencionado: ¿puede la esperanza ser frustrada? Una larga respuesta a esta pregunta fue también el tema del discurso inaugural de Bloch en 1961, en sus cursos en Tubinga, universidad que sería su último espacio académico.

Recordar esta cita es relevante si caemos en la cuenta de que lo que el entrevistador estaba planteando eran los límites y las posibilidades de las utopías, su validez y su función dentro del discurso social y político y su dimensión respecto a la existencia humana. Se trata de la misma cuestión a la que fue sometida la utopía a finales del siglo XX y a principios del XXI. Es esta la misma pregunta a la que hoy debemos responder, aún cuando algunos han celebrado ya el funeral del pensamiento utópico.

A partir de esta gran interrogante quiero plantear dos preguntas que se empeñan en responder a y por la pertenencia o la impertinencia de lo utopista y de lo utópico y sobre todo, la importancia que esto puede significar en nuestros tiempos.

* En primer lugar quisiera plantear por qué es aún válido un discurso que apunta al nolugar, en un contexto global en el que dominan los discursos de que la acción humana se circunscribe a las posibilidades ya determinadas y se resuelve en entidades abstractas –como el mercado ante los que la mayoría de las personas tienen poco o nada que hacer. Es necesario recuperar la noción de que la historia no está determinada o que es un destino fatal; aún más, es necesario recordar que los seres humanos –sus decisiones, sus acciones y relaciones son factores fundamentales en los rumbos que ésta pueda tomar.

* En segundo lugar, y, como consecuencia de la afirmación implícita en la cuestión anterior, quisiera reflexionar sobre las características de ese no lugar en el contexto histórico actual. No está de más recordar que el deseo o esperanza utópica no son categorías fijas, sino históricas, que expresan las realidades y expectativas de seres humanos en tiempos y en espacios determinados. «Nadie podrá negar que la esperanza es uno de los hábitos que más profundamente definen y constituyen la existencia humana».4

* Finalmente, quisiera señalar por qué el pensamiento de Bloch representa una respuesta utópica válida y viable para nuestros tiempos.

1. ¿Tiene todavía lugar el no lugar?

Sabemos que el significado literal de utopía es no lugar o sin lugar, de este significado literal viene la definición coloquial que entiende por utópico lo imposible o lo irreal. Sin embargo, no es casual que Tomás Moro haya cambiado el nombre de su libro Nusquam (del latín, “en ninguna parte”) por Utopía (del griego utopos, sin lugar o eutopos, el mejor lugar), con este doble significado añadió Moro al problema de la posibilidad o imposibilidad de las utopías el problema ético: la necesidad de buscar relaciones más justas y humanas.

No me ocuparé aquí de lo que define al género político literario utópico la propuesta o la búsqueda de una sociedad ideal5, sino de la relación entre posibilidad e imposibilidad, de los límites de transformación de la realidad, de aquello que Bloch llamó la función utópica la manifestación de una conciencia anticipadora conscientesabida6 y que tiene que ver con el vínculo efectivo entre utopía y praxis, en otros términos, de la pertinencia o no de la utopía y de las posibilidades de su función práctica.

En este sentido, debemos partir de la premisa de que la dimensión utópica no se limita al absurdo o a una fantasía que no tiene vínculos concretos con la realidad. Nuestro punto de partida será, en consecuencia, que la realidad humana no permanece inmóvil, que cambia en tanto existencia abierta que aún no acaba: se mueve, rápida o lentamente, melancólica o confiadamente, desencantada o esperanzadamente. La existencia humana puede permanecer o puede echarse a andar, teme o se arriesga, quizá hasta se decida a recorrer caminos de utopía.7

En este momento es necesario detenernos y preguntarnos ¿por qué ese necio empeño por reivindicar la utopía cuando constantemente se le proclama como un pensamiento derrotado?

Hay dos aspectos que nos permiten dar respuesta a esta pregunta: la primera tiene que ver con las condiciones de nuestra realidad inmediata que limitan o impiden la plena realización humana, la segunda con la función que la utopía viene a cumplir para los seres humanos en general y de los imperativos utópicos para nuestro tiempo en particular.

Recuperar la importancia de una esperanza que pueda abrir nuestra existencia en el porvenir se vuelve tarea indispensable cuando la acción y el sentir se encuentran atrapados en el aquí y en el ahora. Nunca como hoy el ser humano estuvo atado al eterno presente, nunca como ahora se vivió la existencia en el instante o en la frenética sucesión de instantes: en la urgencia por vivir la inmediatez del momento pierden importancia la memoria y la responsabilidad histórica, ¿qué decir del anhelo, la esperanza y la anticipación utópica?

El debilitamiento de las formas colectivas de relación y participación llevan al sujeto a condiciones de soledad extrema: es difícil que el desencanto y el repliegue sobre uno mismo, sea en la variante del hedonismo, sea en la expresión del egoísmo o sea en el aislamiento respecto al mundo, signifiquen posibilidades de vida verdadera. Contrariamente a lo que afirman las ideas que ponen al individuo como origen y punto de llegada de las relaciones sociales, uno necesita de otro para reconocerse, para afirmar su propia subjetividad: ¿qué significado pude tener estar feliz o estar triste si uno no puede ver reflejada esa felicidad o esa tristeza en los ojos de otro?

Creo que hoy, más que nunca, se hace necesario replantear los límites y las posibilidades del pensamiento utópico como respuesta a una necesidad antropológica vital.

Una de las cuatro grandes preguntas que, de acuerdo a Kant, resumían el saber filosófico es ¿Qué se puede esperar? Las otras tres eran: ¿Qué se puede saber?, ¿Qué se debe hacer? Y ¿Qué es el hombre?.8 Así, la esperanza, disposición subjetiva de apertura al porvenir, representa para el ser humano una dimensión indispensable en su constitución antropológica.

Tenemos así que el ser humano... es un ser que, por imperativo de su propia constitución ontológica, necesita saber, hacer y esperar, y todo ello dentro de ciertos límites y conforme a ciertas normas. Un hombre sin esperanza sería un absurdo metafísico, como un hombre sin inteligencia y sin actividad.9

La esperanza es la disposición antropológica que le abre al ser humano su temporalidad al porvenir. El ser humano no se encuentra acabado, es un ser siendo, existiendo en el mundo, con posibilidades y, por lo tanto, por ser todavía. El ser y la realidad de la existencia humana no se encuentran simplemente determinados por un pasado o atados a un presente; sino que se desbordan a sí mismos en posibilidades, tienden al porvenir, están ligados a un tiempo aún no presente, con las cualidades de lo real preñadas de futuro.10

Este acercamiento entre ser y existencia, que extiende la realidad hacia el vasto mundo de la posibilidad es el que permite replantear los límites y las posibilidades de lo utópico de aquello que es imposible hacia lo que aún no es posible.

Este vínculo concreto entre las utopías y la realidad, se hace efectivo en cuanto los seres humanos actúan con el fin de satisfacer esa necesidad utópica. Es también esta relación la que nos permite distinguir las utopías abstractas aquellas que no tienen ningún vínculo con la realidad de las utopías concretas aquellas que mantienen un vínculo de latencia o anhelo necesario y de tendencia o posibilidades reales objetivas. 11

La utopía orientada a una función práctica, entonces, debe ser concreta tanto en su crítica que no es absoluta separación de la realidad sino superación de ésta, como en su práctica al trascender el momento negativo de la crítica hacia la socialización y la acción consciente.

Esta conciencia, que choca con la inmediatez del mundo, no puede seguirse llamando inexistente, irreal. La dimensión utópica no es pura fantasía o pura crítica. Lo real no siempre coincide con lo verdadero, el crimen y la injusticia pueden ser reales pero no verdaderos, en cuanto entran en contradicción con la plena realización humana, en cuanto niegan e impiden las condiciones humanas de las personas, en este sentido, considera Bloch, “lo que oprime y debilita tiene que ser eliminado”.12

Esta búsqueda de la perfección mediante imágenes desiderativas anticipatorias no es una búsqueda errática o un camino sin rumbo, el sentido de la utopía está señalado en la dimensión ética de la búsqueda de la realización plena de la felicidad y la libertad: el ultimum de las posibilidades anticipadas. Este ultimum extiende los límites de las posibilidades humanas más allá de las condiciones inmediatamente existentes, hasta el territorio de la justicia aún no realizada.

El nexo que une realidad y utopía se expresa e dos sentidos: en términos sociales, como la necesidad de justicia la utopía critica y corrige la realidad con sus contenidos éticos; y, en términos individuales, como esperanza como disposición subjetiva que abre el porvenir; a su vez ambas confluyen en la práctica concreta como respuesta a la necesidad de transformación de la realidad inmediata.

En la posibilidad de la acción orientada a la transformación del mundo se encuentra la riqueza de lo que Bloch llama función utópica: el punto en el que la esperanza, ese peculiar afecto de espera en el sueño hacia adelante, no aparece ya tan sólo como un simple movimiento circunstancial del ánimo, sino consciente sabida, como función utópica.13

Esta función utópica se manifiesta en el nivel subjetivo como una disposición de esperanza y, a partir de aquí, comienza a existir con posibilidades de germinar, como una semilla de posibilidad que se hace objetiva en cuanto entra en contacto con las condiciones existentes, comienza a manifestarse como realidad en la acción transformadora que logra crear.

2. ¿Cómo debe responder la utopía a las necesidades del momento actual?

La utopía, de acuerdo a la reflexión anterior, no es únicamente un no lugar, es también un no tiempo, o un aún no tiempo, es algo que se debe esperar14 y que se debe construir.

La disposición básica de la utopía en el ser humano es la esperanza, esta disposición es un intento de respuesta al nihilismo y a aquella retórica de la negación que termina cayendo circularmente en sí misma y puede valer también como respuesta a aquel miedo subjetivo que caracteriza cada fenómeno de crisis.15

La utopía que rescata la noción del ser humano como misterio, respeta la unicidad de cada ser humano o cada comunidad, en este sentido, las utopías no pueden ser ya totalitarias, no puede poner el ideal o el discurso sobre los seres humanos, nunca más se puede sacrificar a alguno o algunos en nombre de una utopía que algún día llegará, Bloch, tenía claro los peligros que tal planteamiento engendraba:

las metas últimas de la esperanza no deben ser fijadas a una distancia excesiva, pues entonces más de uno pudiera preguntarse: qué me importa a mí eso, o pudieran desencadenarse inhumanidades.16

En el nivel subjetivo, la disposición utópica, fundamental en el ser humano, abre una temporalidad que le permite proyectarse hacia el porvenir –en el reconocimiento de sus propios deseos y en la posibilidad de concretarlos, en el nivel de las relaciones sociales o dimensión social, la función utópica abre las puertas a la dimensión ética y perfila el camino hacia la justicia, la realización y la felicidad.

Es necesario recordar que las utopías no sólo responden a necesidades de orden político, sino también de orden personal, en cuanto responden a una necesidad antropológica fundamental, la expresión de deseos y necesidades se realiza en el ámbito individual y en el social. Es precisamente, en esta disposición a esperar, donde surgen las posibilidades de la utopía como principio de acción. La utopía representa el umbral del porvenir, la anticipación no sólo de lo que puede ser, sino también de lo que debe ser. En la esperanza se reflejan no sólo las posibilidades, sino también las aspiraciones o los ideales de los seres humanos.

Esta posibilidad de proyectar, de esperar como esperanza y no sólo como espera, quiebra el eterno presente y amplía las posibilidades de los seres humanos más allá de lo que es, hacia lo que puede ser y hacia lo que debe ser. No sólo refleja los deseos y las expectativas que se tienen de sí, de los otros y de lo otro, del entorno vital; sino que permiten al ser humano tomar conciencia de que sin una consideración ética peligra su propia 15 condición.

Es preciso señalar que, de acuerdo a lo anterior, la utopía no se piensa como una condición a la que se llega para nunca más retornar, con el concepto de ultimum,17 introducido por Bloch, se define un código ético que determina el rumbo utópico y lo aleja de cualquier determinismo. Se abre un tiempo que, desde su no lugar, se hace presente en el aquí y en el ahora. Por esto, la utopía expresa más un éxodo que un retorno, un éxodo hacia una tierra siempre apuntada, siempre prometida por el proceso.

La utopía se concreta en una práctica, donde las relaciones sociales y políticas se circunscriben a una ética que rebasa los límites de las condiciones sociopolíticas inmediatas.

Es en este contexto donde se inserta la necesidad de las utopías como una forma de reencantamiento18 del mundo: ante la ausencia de un referente que afirme la condición de humanidad de las personas, los seres humanos precisan de una idea que los afirme en cuanto tales y que al mismo tiempo les permita relacionarse con otros seres humanos. Sin una idea de humanidad no se carece únicamente de una identidad propia, sino que se hacen imposibles las relaciones con los demás que se pierden también en el anonimato y en la indiferencia.

El pensamiento que descarta lo utópico como imposible se finca en una idea de lo real como lo efectivamente existente, como lo determinado, lo que es. La utopía se empeña por ampliar los límites de esta “realidad” hacia un ser posible. Este ser posible puede presentarse, ciertamente, como una evasión, como una “falsa utopía” que calma momentáneamente lo insoportable que puede ser el presente inmediato. Sin embargo, lo aún no posible, la conciencia anticipadora, vincula la realidad inmediata con el anhelo de justicia y de realización humana plena.19

La utopía fraudulenta debe ser descartada porque no afirma, sino que niega a la humanidad de las personas, pero existe otra utopía que puede empeñarse en trascender la realidad inmediata a partir de la transformación de dicha realidad. Esta utopía no es una utopía abstracta, sino una utopía concreta. Se trata de esos sueños que nos mueven hacia un destino que se quiere alcanzar y por el cual se pueden tomar muchos caminos, quizá largos, sinuosos y con paisajes inesperados.

La esperanza cobra una función de fundamental importancia en «aquellos períodos de crisis y declive de la sociedad, como sucede en occidente, cuando los seres humanos se dejan dominar por el miedo y la falta de coraje»,20 es entonces cuando la utopía responde, al menos, a tres aspectos fundamentales para el ser humano y sus relaciones sociales:

*Una propuesta antropológica que permite replantear el concepto de lo humano.

*Una construcción de subjetividad que represente la posibilidad de afirmación de la propia personalidad y de nuestra personalidad con los otros.

*Una propuesta de relaciones sociales que recuperen la dimensión comunitaria y su sentido de justicia.

En tanto no queden resueltas estas cuestiones, vale la pena aferrarse a los sueños.

Existe una necesidad de reencantamiento del mundo a partir de la cual se pueda vislumbrar una realidad más amplia que la que aparece en la inmediatez de una vista empañada por el miedo y por el egoísmo, por la nada. Es este tipo de verdad la que ofrece el pensamiento de Ernst Bloch, una verdad que aún no coincide con la realidad inmediata, una temporalidad que comienza a proyectarse desde un destino ético. Esta es la riqueza de una utopía que tiene como finalidad la plena realización humana, a partir de la realización de la justicia, en términos de comunidad; y a partir de la disposición existencial de la esperanza, ambos principios para la acción práctica.

3. Ernst Bloch: El peregrino de la esperanza.

"El que sueña no queda nunca atado al lugar" Ernst Bloch (El Principio esperanza)

Ernst Bloch es el principal teórico de la utopía en el siglo XX, en primer lugar, por su trabajo de recuperación de las utopías en todos lo niveles; en segundo, por la forma en que reformula la importancia y el significado de lo utópico: no sólo para el pensamiento, sino para la conformación de la existencia humana, tanto en el ámbito personal, como en el social.

Con su pensamiento, las utopías no sólo son reivindicadas ante un pensamiento inmediatista y determinista, con tendencia a generalizarse tanto en el medio filosófico como en la condición existencial de su tiempo, sino que éstas alcanzan una dimensión conceptual diferente, insinuada algunas veces, pero nunca suficientemente sistematizada con la profundidad y con la riqueza temática que se manifiesta en el análisis de Bloch.

En sus tres tomos de El principio esperanza, Bloch expone una genealogía de las utopías como formas de acción y pensamiento que expresan un aspecto fundamental de la existencia humana, en todos los tiempos y en todos los lugares. Pero no se trata simplemente de una historia de las utopías, se trata también de un análisis de éstas en distintos niveles: social, político, histórico, filosófico, antropológico e incluso estético. Con base en este análisis, se señala de manera contundente la importancia de la dimensión utópica como aspecto esencial de la condición humana.

De la misma manera que, con justicia, podemos describir a Bloch como el pensador de la utopía, estamos obligados a reconocer que no sólo en su obra, sino en cada instante de su propia vida se manifestaron las búsquedas y las anticipaciones utópicas. En este sentido, y utilizando su propio lenguaje, Bloch fue un utopista y también un utópico. 21 Fue un intelectual que dedicó su vida a pensar la utopía y también un ser humano que siempre se esforzó en la transformación del mundo para hacerla posible, este último aspecto se afirma en su reiterado compromiso como militante marxista.

I. Antropología blochiana: la respuesta a la pregunta por nosotros mismos.

Ya se había mencionado que la pregunta antropológica ¿Qué es el ser humano?, es descrita como la pregunta más importante, entre las cuatro fundamentales para el pensamiento filosófico, de acuerdo a Kant. En realidad, dar respuesta a esta pregunta, ha sido una de las preocupaciones más importantes a lo largo de la historia de la filosofía. La forma de responderla, por otra parte, influye y refleja las condiciones en las que los seres humanos se piensan, se asumen y se viven a sí mismos, así como a sus relaciones con otros seres humanos y con el mundo, e incluso reflejan sus anhelos o la ausencia de éstos.

En el pensamiento antiguo, Aristóteles define al ser humano particularmente al hombre libre que podía ser ciudadano como un zoon politikon, como un ser político, enfatizando la importancia que tiene su relación con otros hombres y la constitución de la sociedad y el Estado. La respuesta moderna, en cambio, orienta su respuesta antropológica hacia la voluntad y libertad individuales.

En este sentido, y sobre la necesidad de dar respuesta a la pregunta por nosotros mismos, Heidegger, contemporáneo de Bloch22, rompe con la indefinición que la tradición occidental había dado al problema del Ser, al ubicar este problema en el terreno de la existencia humana. El ser humano es el único ente capaz de preguntarse por su propio ser y por el ser en general, es el único capaz de romper el carácter abstracto y confuso en que se había estancado esta pregunta.23

Los seres humanos son quienes pueden, y están obligados, a descifrar el enigma que implica el Ser, para así encontrar también su ser propio. Sólo que el carácter indeterminado de la existencia humana se convierte en un problema de difícil solución: ¿cómo se puede entender el ser de algo inconcluso, cuando el Ser se distingue justamente por la completud, por la totalidad?

Heidegger resuelve el problema del ser humano como totalidad en sí mismo, como ser completo, a partir de la anticipación del último límite de la existencia humana: la muerte, cuya anticipación le permite al ser humano proyectar su existencia total.24 La anticipación de la muerte le permite a Heidegger abarcar el intervalo entre el comienzo y el final de la existencia, el tiempo al que se someten todas las posibilidades del ser en el mundo. Entre dos extremos de la existencia, entre los límites del nacer y el morir se presentan todas las posibilidades del ser humano; también a partir de éstos se abren, a cada ser en particular, el tiempo y el mundo. La muerte permitiría a cada ser humano afirmarse en sí mismo a partir de todas las posibilidades que se presentan en su existencia y le obligan a asumir su ser propio.

En contraste con el pensamiento heideggeriano, la indeterminación o indefinición de la existencia humana es para Bloch la fuente de todas las posibilidades. La apertura de la existencia que ubica al ser humano como un misterio ante el que se abren infinitas posibilidades, como el ser que aún no termina de ser y, por lo tanto, se perfila como el artífice de su existencia.

Bloch nos presenta así, un vuelco antropológico del Dasein –ser en el mundoheideggeriano, que ya no es el ser para la muerte, sino el ser humano esperanzado y abierto al porvenir. Este vuelco en el pensamiento blochiano es posible por dos aspectos, herencia de la cultura judeocristiana:

1. el antropológico: la realización del ser humano trasciende el dominio del propio ser y se circunscribe a un orden ético que desborda las condiciones del presente.

2. el escatológico: la anticipación utópica de un ultimum25 –terminación o realización ética del ser humano en comunidad que permite hacer frente al nihilismo y a la negación de las posibilidades humanas. La utopía como escatología, el éxodo.

De acuerdo a lo anterior, Bloch supera la angustia existencial del ser para la muerte y, tal como lo expresa Lévinas, «separa el tiempo de la idea de la nada para unirlo a la terminación utópica. El tiempo no es aquí pura destrucción», es apertura y espacio de esperanza utópica, es «concebir la muerte a partir del tiempo y no el tiempo a partir de la muerte».26

El no, no es negación total como en Heidegger o en Sartre; el no como carencia se sitúa espacial, temporal e históricamente y puede ser llenado por un novum histórico.27

Ante el miedo y la invasión de la Nada, Bloch nos presenta la esperanza como respuesta del ser humano a un nihilismo que invade el ánimo de la humanidad y tiende a generalizarse como la condición de nuestro tiempo.

Este tránsito del ser para la muerte al ser en posibilidad, 28 nos ubica ante una perspectiva diferente de la existencia y de la realidad donde «los individuos no son lo que son, son lo que serán, la verdadera identidad descansa en el futuro».29 La posibilidad no se encuentra en la existencia como negación, por el contrario, la existencia que se cierra a sus posibilidades es una existencia que renuncia a recorrer el camino que puede llevarla al encuentro aún no realizado con su verdadero ser.

El ser humano en el pensamiento blochiano «es pensado y definido como un ser connotado por una radical apertura»,30 como un ser no acabado, no determinado, por ser y por afirmarse en su carácter humano. En este sentido, la existencia humana se presenta como un misterio, «todavía y ni tan siquiera del todo presente y por eso mismo con historia»;31 en su potencialidad se perfila como una existencia abierta, marcada por el signo del cambio, por ser o siendo en posibilidad:

La posibilidad es un modo de ser peculiar y extraordinario que circunda la realidad dada y, sobre todo, la precede.32

Esta condición de apertura tiene importantes repercusiones en la construcción de la subjetividad individual y, aún más, en las relaciones del ser humano frente a otros seres humanos, frente a la naturaleza y a la historia. Un ser humano capaz de anticipar, no se halla sujeto a ninguna condición externa como a algo permanente e inmutable. Esta situación se traduce, en principio, en una conciencia crítica; por otra parte, la anticipación, en el contexto del compromiso social, permite perfilar anhelos de realización de libertad y justicia, condiciones que no han sido realizadas y niegan constantemente a los seres humanos.

La anticipación utópica nos presenta un horizonte abierto que permite al ser humano vencer el miedo y fortalecer la esperanza. A diferencia de la anticipación de la muerte, que se expresa como angustia existencial, la esperanza es la disposición subjetiva ante la cual se abre al ser humano un vasto horizonte sobre el cual actuar.

Ante el sujeto moderno y autosuficiente, Bloch propone el ser humano no determinado, abierto a la existencia como a una aventura, pero también comprometido con un porvenir aún no acaecido que puede llevar al ser humano al encuentro con su verdadera esencia.

Ante el ser para la muerte heideggeriano y a la angustia ante lo indeterminado, Bloch propone la esperanza, ese singular afecto de espera33 que se encuentra en la subjetividad de los seres humanos y que los proyecta hacia un porvenir que sólo ellos pueden construir. Así, la existencia humana se perfila como una aventura con infinitas posibilidades y orientada al fin de realizar su plena afirmación aún no alcanzada: Soy, más no me pertenezco aún.34

Y, ese no pertenecerse, que abre un horizonte con infinitas posibilidades, sitúa al mismo tiempo al ser humano ante sus límites, le genera una conciencia responsable frente a los otros seres humanos y ante su mundo, pues la confianza que genera la esperanza es anticipación ética de un mundo mejor, del cual formamos parte. Estamos en el camino y tenemos una responsabilidad histórica que asumir.

De acuerdo a este planteamiento, la vida no se agota en lo inmediato, ni se encuentra marcada por un pasado determinado o yaterminado35 y por un futuro marcado por la fatalidad de algún destino. La realidad de la existencia humana no se agota en el instante, sino que se encuentra abierta a la posibilidad, quizá aúnnorealizada, pero sí esperada, latente en los anhelos y con tendencias para hacerse posible en las condiciones concretas, en permanente cambio.

Esta propuesta para vivir y relacionarnos con el mundo que nos rodea, en profundo contraste con puntos de vista y actitudes que se limitan a una realidad inmediata y ya acontecida, es la que permite a Bloch llamar a una apertura de las capacidades de soñar y desear de los seres humanos, aún más, de vincular esos sueños y anhelos a las posibilidades que subyacen en la realidad como tendencia o como latencia, para construir el mundo que responde a su ser auténtico. Esta capacidad crítica, por otra parte, le permite distinguir las falsas utopías –aquellas ideas evasivas que no tienen un vínculo concreto con la realidad, de las utopías concretas.

De acuerdo a las ideas de Bloch, el ser humano es, ante todo, un misterio, y su disposición a esperar y su apertura a la temporalidad, se presentan como fundamento de su cualidad humana: “… el hombre es, según se dice, el único ser que no se halla sujeto a ningún medio ambiente determinado. Es un ser abierto al mundo, que tiene necesidad y capacidad de construir por doquier, en medio de sus culturas, su entorno vital mismo. No obstante, existe un elemento y un medio ambiente, sin los cuales le es imposible vivir, y esto es la esperanza. Ella es el hálito de la vida. Con la esperanza queremos pues, designar, dentro de este contexto: 1. Una peculiaridad del ser específicamente humano, y 2. ese medio, elemento y fluido que requiere la existencia específicamente humana. Si a continuación denominamos al hombre un “ser escatológico”, esto quiere decir que tal asignación rebasa todas las demás antropologías que designan al hombre como ser que se caracteriza por la palabra, o como ser político, o como ser instrumental. En efecto, todas estas designaciones hacen referencia al entorno vital, que el hombre debe crear culturalmente, pero no a su apertura al tiempo, que sitúa al hombre, hasta en sus íntimas entrañas existenciales, en el umbral que se mece entre el hoy fugitivo y el mañana que siempre se presenta nuevo. En la esperanza intuimos que el hombre no conoce experiencias definitivas, sino que percibe incesantemente nuevos obstáculos, impulsos y ocasiones en que evidenciar su vitalidad”.36

Es precisamente en esta disposición a esperar, donde surgen las posibilidades de la utopía como principio de acción. La utopía representa el umbral al porvenir, la anticipación no sólo de lo que puede ser, sino también de lo que debe ser. En la esperanza no sólo se reflejan las aspiraciones o los ideales, sino también las potencialidades de los seres humanos. A los ojos de Ernst Bloch, el ser humano y su mundo no se limitan a la inmediatez de una realidad que se agota en sí misma, esta noción sólo nos describe una realidad triste y limitada que no coincide con la riqueza del existir humano: abierto, por construirse, por conocerse, por encontrarse a sí mismo.

La veta inagotable del existir se expresa en una antropología que nos presenta al ser humano como homo absconditus, como aquél que no se ha visto a sí cara a cara, en la propuesta esperanzada y esperanzadora que da como respuesta al problema nosotros el más importante y más difícil de resolver, a un ser humano abierto, aún no acabado, con esperanza.

II. Hacia una realidad más amplia y verdadera.

Bloch manifiesta su crítica a la sociedad moderna en dos sentidos fundamentales. En primer lugar, y sustentada por su pensamiento marxista y su actividad política socialista, expresa una crítica a las relaciones sociales capitalistas que se concretan como relaciones de opresión y, por lo tanto, de injusticia. En segundo lugar, Bloch manifiesta, a la vez, una crítica / recuperación de la tradición filosófica occidental. En la forma de pensar, considera Bloch, se encuentra ya limitada la forma de actuar, de situarse en el mundo y de ponerse límites para transformarlo.

En Sujeto objeto, además de expresar su admiración por la dialéctica hegeliana, expresa las limitaciones de un pensamiento que se encuentra encerrado en sí mismo, en una lógica que no sólo es circular sino que además se hace cada vez más estrecha. Bloch representará la filosofía occidental como «la serpiente que se muerde la cola», por ser un sistema cerrado que tiende a la contemplación.37

El pensamiento que mira al pasado y se detiene en el presente, limita las posibilidades que el ser humano tiene hacia su porvenir y, así, lo ubica en un estado de contemplación que limita sus posibilidades de crítica y de transformación, «a nivel de método, identifica el contenido del saber con el del haber sido»,38 así, crea un círculo cerrado en el que cualquier cambio a lo más que puede aspirar es a la repetición, pues carece del sentido de lo nuevo.

De acuerdo a lo anterior, pensar y vivir significarían recordar, más que aventurarse o experimentar.

La crítica blochiana de la filosofía de la anamnesis recibe en esta circunstancia una singular orientación. Lo que Bloch reprocha a la filosofía del pasado es haber elaborado una concepción de lo nuevo como repetición, permaneciendo así inevitablemente encerrada en lo «yasido»39

En primer lugar, Bloch critica una forma cerrada de concebir la realidad que se manifiesta, en consecuencia, en una forma limitada de vivir dicha realidad. En segundo, Bloch plantea una apertura que va de la posibilidad de la ontología –las posibilidades que se circunscriben a las condiciones ya dadas a la ontología de la posibilidad –las posibilidades que desbordan lo ya determinado, que amplían la realidad de lo posible, a lo aún no realizado, pero posible en la transformación de las condiciones de la realidad inmediata.

Ante el pensamiento que se presenta como sistema cerrado, Bloch replantea las nociones de realidad y verdad de acuerdo a las potencialidades y posibilidades de lo real –incluida la materia, más allá de las condiciones inmediatas o presentes. Lo que Bloch está planteando es un ser abierto al porvenir, podríamos decir un ser siendo, un ser aún no determinado.

Para Bloch el principio de identidad debe transformarse de este modo: A = aún no A (A = nochnich A). Esta equivalencia se convierte en la categoría límite utópico real de la reunificación, sin distinciones, de la apariencia con la esencia: por tanto, de lo que sería todo el ser en la verdad y en la realidad de su entidad en general, de su ser intrínseco y esencial.40

S (el sujeto) todavía no es P (el predicado), Bloch cuestiona así lo racional como verdad aún no realizada, no todo lo racional es real ni lo real es racional y, ambos pueden ser cuestionados. No se ha realizado la coincidencia entre sujeto y objeto, sin embargo, la realidad no es inmutable, es un proceso histórico en el que el ser humano debe buscar su plena realización, en la conciencia de que lo real puede llegar a ser racional. Así, la verdad que se realiza, explica Bloch, en ningún lugar es ya verdadera, y es por ello utopía.

El primer presupuesto de la utopía no debe circunscribirse a la simple constatación de la crisis de la verdad, sino que debe comprender también el proceso de realización de lo verdadero en el que ser y verdad no coinciden. Esta determinación de la relación verdad ser podríamos considerarla el elemento de fondo sobre el que se inserta la función utópica.41

Bloch encuentra en la conciencia anticipadora, propia del pensamiento utópico, la puerta que abre el espacio de la inmediatez a una realidad más amplia –en cuanto a las posibilidades y verdadera –en cuanto reconoce la subordinación del ser y el mundo al orden ético, al orden humano, a la terminación (fin de la explotación)42

La posibilidad anticipadora, no sólo permite la disposición de esperanza en la subjetividad de los seres humanos disposición que los abre hacia su porvenir, sino que, en términos sociales, es la expresión del anhelo de justicia que permite una crítica capaz de generar posibilidades de crear relaciones sociales y políticas que nos acerquen al encuentro con nuestro ser verdaderamente humano.

En este sentido, nadie antes que Ernst Bloch había definido y sistematizado las posibilidades de la conciencia utópica como reales. La dimensión utópica se concebía separada de la realidad, con una función estrictamente normativa o se ubicaba como una crítica ética que negaba las condiciones inmediatas pero presentaba una propuesta diferente con pocas posibilidades de concreción.

En otras palabras, antes de Ernst Bloch se presentaba una separación entre realidad inmediata y utopía; separación que Bloch pudo superar al considerar lo posible dentro de lo real y lo real, en la medida de lo posible, al abrir la realidad a su dimensión histórica y social.

Su crítica al pensamiento, sostiene su crítica a la realidad social y pone las bases de lo que será su propuesta de transformación de la realidad inmediata, pues «todavía no ha llegado a ser lo que debiera».43 La utopía, en su significación crítica puede ser definida como la «refutación y condena de la realidad».44

Así, se propone presentar una realidad más amplia que se extiende a lo posible y no se encuentra limitada a lo existente, hace crítica de lo inmediato y al mismo tiempo plantea la existencia humana como una apertura al tiempo que, por una parte la ubica como constructora de su historia y, por otra, remite su ser a un ultimum ético, donde se encuentra su verdadera afirmación.

Esta «comprensión del carácter dialéctico de la historia y su dimensión material y antropológica entrañan una consecuencia decisiva: el destino humano es cuestión abierta».45

De esta manera se rompe el círculo del panlogismo,46 del eterno retorno de lo mismo y se abre la temporalidad hacia la anticipación escatológica que permite las posibilidades y los anhelos de lo humano.

Nos encontramos así que la crítica de Bloch es inmediatamente anticipación y propuesta, aún más, esa anticipación es la que permite cuestionar la autenticidad del ser humano en las condiciones actuales.

III. Esperanza y utopía concreta.

A la edad de veintitrés años (1907) a Bloch le sorprenden “como un rayo”, según él mismo lo describió, reflexiones que nunca le habrían de abandonar: se trata de las nociones del «aún no consciente» y del «aún no devenido», conceptos que más tarde allanarían las sendas de la utopía que permitirían a Bloch replantear la realidad del mundo, ya no desde lo dado o lo manifiesto, sino a partir de las posibilidades y las potencialidades aún no desarrolladas.

La teoría del aúnnoconsciente, a diferencia del yanoconsciente de Freud, «trataba sobre todo de lo aún inconsciente, de lo que alborea ante nosotros en la juventud, en tiempos de transición, como el Renacimiento, el Sturm um Drang, la Revolución Francesa, el primer romanticismo, y en el pathos de lo nuevo, el peculiar pathos de la creatividad del hombre»47.

Este planteamiento, que comenzó como intuición en el joven Bloch, será parte central en “La conciencia anticipadora”, texto que sirve como fundamento a su obra capital El principio esperanza. Aquí, Bloch reivindica al sujeto material que se encuentra a la raíz del sujeto psicológico.48 En este sentido, su crítica al psicoanálisis no es una negación o una refutación, sino una mirada que ubica el sujeto psicológico a la luz de la historia y de los procesos concretos que ésta entraña.

En este sentido, los impulsos y pulsiones en el ser humano están determinados social e históricamente y se encuentran relacionados directamente a las condiciones materiales en que se encuentran las personas. Apunta Bloch:

...la propia conservación –con el hambre como su manifestación más tangible es el único entre los varios impulsos fundamentales que realmente merece este nombre, es la última y más concreta instancia instintiva referida al sujeto.49

Para Bloch está claro que la autoconservación se transforma continuamente, al pasar de la tendencia biológica al deseo social complejo, que se encuentra en continua y dialéctica relación de interacción con otras formas de deseo.50

La crítica que Bloch hace del sujeto psicológico, desde el sujeto social, se convierte en la base de un pensamiento que se manifiesta contra las condiciones sociales, políticas y económicas vigentes y contra la forma de concebir una realidad que se limita al pasado y al presente inmediato. A partir de esta crítica, Bloch replantea la forma de concebir y vivir la realidad, pues ésta tiene en sí misma la semilla de la utopía. Pensamiento y realidad, ser y existencia, naturaleza y ser humano, espíritu y materia, son parte de un complejo de procesos y relaciones, contienen en sí y al mismo tiempo están sujetos a múltiples posibilidades de cambio.

En lo que respecta a la subjetividad humana, la capacidad de soñar no se agota en el inconsciente y en los sueños nocturnos; aún más importantes son los sueños diurnos y el aún no consciente que caracteriza este tipo de proyecciones, al reflejar los deseos y anhelos conscientes de los seres humanos. En los sueños diurnos se manifiesta la conciencia de algo que falta y que no es compatible con la realidad inmediata, a diferencia de los sueños nocturnos, que son una forma de escape o evasión ante situaciones pasadas que ya no se pueden modificar. Los sueños nocturnos cumplen una función negativa, se trata de una superación subjetiva de lo ya acontecido; en contraste, los sueños diurnos juegan una función positiva: en primer lugar expresan sueños o anhelos, expresan faltas y necesidades, por lo tanto existen como posibilidad de transformación de la realidad.

Los sueños diurnos son proyecciones hacia el futuro, manifiestan posibilidades potenciales aún no realizadas que disponen a los seres humanos para la transformación de las condiciones inmediatas con el fin de realizar las proyecciones desiderativas contenidas en este tipo de sueños.

Lo utópico, en esta fase aún no consciente existe como una necesidad para la realización de ese proyecto humano aún no acabado, se manifiesta como necesidad que exige la transformación hacia una realidad nueva, diferente. Esta manifestación anticipadora puede pasar de una forma aún no consciente a una etapa consciente sabida, en la que no sólo cuentan las expectativas creadas por los sueños diurnos; sino que éstos son analizados a la luz de la realidad histórica, poniéndose de manifiesto sus límites y posibilidades objetivas; es entonces cuando la anticipación de los sueños diurnos deviene función utópica.

En la posibilidad de la acción orientada a la transformación del mundo se encuentra la riqueza de la función utópica. Esta función se manifiesta en el nivel subjetivo como una disposición de esperanza y, a partir de aquí, se perfila como una posibilidad que se hace objetiva en cuanto entra en contacto con las condiciones existentes, comienza a manifestarse como realidad en la acción transformadora que logra suscitar.

La función utópica es de acuerdo a Bloch, «la única función trascendente que ha quedado y la única que merece quedar, una función trascendente sin trascendencia».51 De esta manera nos expresa Bloch la crítica a una sociedad fetichista y a un pensamiento que limita la verdad a lo ya determinado, por una parte, y la necesidad humana de trascender sus limitaciones y todo aquello que la niega a partir de una anticipación de sus necesidades y posibilidades de realización plena, por la otra.

En este sentido, se hace una recuperación de una parte del pensamiento religioso que, a consideración de Bloch, no es únicamente ideología; sino que al igual que otras expresiones humanas como el derecho natural, no debe ser negada completamente, pues también «está tejida de los sueños humanos no realizados, de la utopía todavía posible. Si el ateísmo olvida este componente anticipador, con frecuencia activo en la ideología religiosa, se degrada a un ateísmo vulgar y economicista».52

Este sentido de aspiración a la trascendencia, de la búsqueda de lo infinito en la finitud, propio del pensamiento religioso, es secularizado por Bloch al situarlo en la historia, en la anticipación de la plenitud humana, en la apertura a un porvenir «sin un Sobrenosotros, traspuesto en lo alto (...) sino que se muestra “con el rostro descubierto” […] en el Ante Nosotros, nuestro verdadero momento presente».53

En esta posibilidad de un trascender secular, el ser humano no renuncia a sus anhelos y deseos que no encuentran satisfacción en la inmediatez. El ser humano trasciende y se trasciende, de la misma manera que sucede con la realidad entera, realidad en la que Bloch distingue como parte de su ser esencial la utopía, la posibilidad de abrir la temporalidad hacia un destino ético. La conciencia utópica como horizonte y fundamento de la esperanza, hace referencia a una certeza escatológica de una sociedad en la cual, eliminadas las fuentes del mal y el conflicto, se realizaría una completa armonía entre hombre y naturaleza.54

La gran contribución de Bloch es haber hallado la utopía como componente de toda la realidad –incluida la materia, aún más, el haber situado la utopía como el factor dinámico que da sentido a un mundo en permanente cambio:

a la utopía, a la esperanza finalizada por aquélla, hay que proporcionarles el suelo de la realidad si tienen que ser algo más allá de los bellos deseos y de los suspiros de la conciencia desdichada. La coherencia y fundamentación del sistema se producen cuando Bloch reconoce como correlato del principio esperanza, el principio materia. La materia –toda la realidad es materialrepresenta el sustrato de la posibilidad de cambio. Se produce así la articulación entre teoría social, proyecto político y una ontología de la realidad material.55

Bloch recupera la predisposición que Aristóteles reconocía en la materia y la interpreta, no sólo en su modo activo disposicional, sino también en su dimensión anticipatoria latente.56

Bloch distingue el katà tò dynatón (ser en la medida de lo posible), respecto al dynámei ón (ser en la posibilidad), para describir dos formas de ser, de pensar y de vivir la realidad. La primera remite todas las posibilidades a lo acaecido y a lo inmediato, al pasado y al presente a la mano; la segunda toma en cuenta la potencia y potencialidad57 de las cosas, las posibilidades de cambio externas e internas inherentes a la realidad completa –sea ésta social, histórica e incluso material.

Las posibilidades de cambio abarcan el mundo material y natural. Bloch nos muestra una realidad completa con contenido utópico.

De acuerdo a Ernst Bloch, existencia, ser y naturaleza, tienen su aún no, sus posibilidades y sus potencialidades de cambio, de la misma manera que se integran en el proyecto de realización plena, para Bloch hay un Summum Bonum, un ultimum: el reino de la libertad (Reich der Freiheit), la patria de la identidad (Heimatsidentität), que es el hogar de la esperanza humana para la que el mismo fracaso es siempre provisional y puede resultar una fuente y un incremento de dinamismo.58

Entre sujeto y objeto, entre deber ser y ser, la presencia (de por sí) es una mediación cumplida de tal manera que entre estos términos no hay ya contradicción. Se trata de una armonía espléndida y radiante llamada el Sumo Bien; pero en el mejor de los casos se halla en una posibilidad real no imposible, es decir en la lejanía.59

De esta manera, Bloch logra perfilar un destino ético sin determinismos y suscitar un anhelo de trascendencia secularizado,60 al reconocer que en el ser humano existe la capacidad de anticipar conscientemente el totum, la realización plena; pero sin perder de vista que en su condición de sujeto activo, el ser humano puede decidir no transitar los caminos que lo acercan a la concreción de la realización antes mencionada. En última instancia, es el ser humano el que orienta sus pasos hacia la plenitud o hacia la negación, hacia la Redención o hacia la Nada.

Ante el pensamiento que plantea la realidad como lo empíricamente verificable, Bloch propone una realidad abierta al futuro, a los anhelos y expectativas que apuntan a la plena realización humana en comunidad, incluidos naturaleza y mundo. A las relaciones sociales de opresión, Bloch plantea la necesidad de justicia y libertad objetivas, en este sentido, Bloch plantea la necesidad de hacer coincidir ética y ontología.

De acuerdo a Bloch, hay una coincidencia entre ser y existencia. Se hace una crítica a la idea del ser como algo fijo, inmutable, sin posibilidades de cambio, hacia una idea de ser abierto, a una posibilidad que, latente en los deseos y en la voluntad, son susceptibles no sólo de expresarse, sino también de concretarse en la acción del ser en un mundo que también existe en el cambio, en el constante devenir. Otro elemento importante es el rescate ético: un ser abierto a la posibilidad y a la crítica de lo existente es capaz de reconocer la perfectibilidad del mundo, y esa perfectibilidad se encuentra íntimamente ligada a la justicia, a la resolución de problemas que impiden que la existencia sea efectivamente humana.

Ya he mencionado en varias ocasiones una categoría fundamental en Bloch: la función utópica. Esta función vincula la conciencia y la acción con el pensamiento utópico. Las utopías no son simplemente ideas abstractas, a la utopía abstracta característica por cierto de las ideologías que tienden a conservar un orden, las utopías como evasión, Bloch opone la utopía concreta, aquella que tiende a la transformación de la realidad, a la verdadera vivencia de la vida, a la existencia auténtica de un ser abierto al futuro.

Aunque, a lo largo de la historia del pensamiento utópico, el nexo entre ética y utopía es una constante la propuesta de una sociedad ideal es la característica común a todo pensamiento que se define como utópico, en la propuesta de Bloch se marca una diferencia fundamental respecto a los análisis sobre la utopía y lo utópico que se presentaron con anterioridad. La ética en la función utópica, por una parte, permite la crítica de las condiciones existentes y, por otra y a partir de los valores que reivindica, se abre a una realidad posible, aunque aún no realizada.

De manera que se establece un vínculo directo entre esta dimensión ética y la propuesta utópica, a partir de la mediación de la acción política.

Si existe una separación entre los principios éticos y la práctica concreta, y los primeros se ubican en una esfera ideal, separada de la realidad y, en consecuencia, abstracta e ilusoria, las relaciones sociales y políticas se limitan a una condición pasiva de contemplación sin posibilidades de cambio.

Lo que ha impedido el brote del «aún no consciente», impide también la manifestación del principio utópico o, a menudo, favorece el desarrollo de la utopía abstracta.61

Este fue el lugar de las utopías durante mucho tiempo, su no lugar fue entendido como la imposibilidad de concretar ideales que no eran más que sueños imposibles. Fue hasta principios del terrible siglo XX, el siglo que combinó barbarie y racionalidad científica,62 cuando Ernst Bloch, reivindicó lo concreto y lo real de las utopías como el aún no ser de la realidad inmediata y la esencia del verdadero ser de la humanidad.

El problema de las utopías, a juicio de Bloch, radicaba fundamentalmente en su carácter abstracto, en la incapacidad de vincular la crítica de la realidad con una propuesta de transformación que tomara en cuenta los límites y las posibilidades concretas contenidas en la historia. Esta separación de la dimensión crítica –utópica, respecto a la propuesta ética –eutópica expresa los límites de las utopías abstractas para actuar concretamente en la realidad, ya que éstas, expresa Bloch:

«habían dedicado las nueve décimas partes de su espacio a la pintura del Estado futuro, y sólo una décima parte a la consideración crítica, a menudo sólo negativa, del presente».63

En tales condiciones, por más nobles y legítimos que fueran sus ideales, éstos se encontraban inconexos respecto a las condiciones reales para concretar un cambio, de aquí que la propuesta teórica que Bloch reconocía como utopía concreta era el pensamiento de Marx, pues fue él quien «dedico más de las nueve décimas partes de su obra al análisis crítico del presente, y sólo una parte relativamente mínima, a la caracterización del futuro».64

El marxismo representó para Bloch el pensamiento crítico que logro instrumentar la función utópica. Esta concreción de la utopía se debe al reconocimiento de que a la relación entre ética y utopía le es necesaria la mediación práctica la política para llegar a ser posible o concreta. En otras palabras, para poder tener un vínculo práctico con la realidad concreta, la utopía debe tener, en mayor o menor grado, posibilidades de transformación práctica. La mediación práctica entre ética y utopía, es el vínculo que acerca o aleja las posibilidades reales respecto al planteamiento utópico.

En este sentido, las utopías no sólo llaman a los seres humanos a actuar en la transformación de su realidad inmediata, sino que se presentan también como posibilidad de su propia realización. Por medio de los deseos que van unidos a las utopías, los seres humanos expresan, no sólo lo que son, sino lo que pueden y deben ser. Las acciones, e incluso simplemente las expectativas creadas a partir de estos deseos, abren una disposición vital de esperanza que le da sentido a la vida. El ser humano construye utopías, y las utopías permiten la construcción del ser humano mismo. En Bloch se manifiestan, al mismo tiempo, «una lógica de la utopía como construcción de lo humano» y una «intuición de la utopía como modo de ser y manifestarse, como forma de lo humano».65

Nos encontramos así, con un Bloch teórico y convencido militante utópico, que no trata únicamente de pensar y replantear el significado de las utopías, sino que trata de entender el mundo y la realidad a la luz de la dimensión utópica y de afianzar el reconocimiento de lo utópico como parte fundamental de la condición humana. Creo que hasta el final de su vida Ernst Bloch estuvo convencido de esto, quizá por esto ante la pregunta ¿puede la esperanza ser frustrada?, el viejo profesor de Tubinga respondió: «también ella [la esperanza] podrá ser frustrada y será frustrada. Es más: tiene que ser frustrada por su honor propio, si no, no sería esperanza».66

En esta respuesta, a la vez académica, a la vez existencial, se sintetiza parte de las posibilidades que nos abren las utopías: llenar de matices y de murmullos la existencia, quizá desconocidos e inesperados y precisamente por eso nuevos; se trata de una invitación para asumir la vida como una aventura: «el experimento al que se somete el hombre es el de su propia vida».67

De acuerdo con Ernst Bloch, estamos llamados a recorrer una y otra vez el camino que perfilan nuestros sueños. La aventura del existir nos sitúa en el aún no lugar de la conciencia utópica, en la esperanza de que sólo en la búsqueda de la humanidad plena y en la verdad encontraremos el sendero que nos lleva a «la única tierra para la que el hombre existe, pero en la cual, no puede aún –noch nichtentrar»,68 la utopía.

Bibliografía
* He tomado esta definición sobre Ernst Bloch de André Neher, quien, en su libro They Made their Souls Anew, titula el capítulo 10: “El peregrino de la esperanza: Ernst Bloch”.
1 Artículo publicado en la Revista Estudios Políticos, Octava Época, Núm. 4. Enero – Abril, 2005, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México. Esta reflexión es un intento de síntesis de la parte que dedico a Bloch en la tesis titulada La función práctica de las utopías como crítica ética de la realidad. Escatología y utopía en los pensamientos de Ernst Bloch y Emmanuel Lévinas., la cual fue presentada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, para obtener el grado de maestría.
2 Un mapa del mundo que no incluya Utopía no es digno de ser visto.
3 El pensamiento de Ernst Bloch se inserta en un movimiento intelectual que se define por la búsqueda de una respuesta a los grandes temas que ocupan el pensamiento occidental moderno. En esta línea están determinados también los pensamientos dialógicos de Buber y Marcel, el pensamiento escatológico de Benjamin y el pensamiento socioreligioso de Franz Rosenzweig Sus ideas se ubican en «un movimiento histórico que se deja medir en la magnitud y en la diversidad de esa gran constelación de políticos, profesionistas, intelectuales y artistas judíos que se extiende favorablemente sobre todo el panorama de la alta cultura europea a comienzos de este siglo». (Echeverría, Bolívar. “Benjamin: mesianismo y utopía”, en Valor de uso y utopía, México, Siglo XXI editores, 1998, pp. 125126).
4 Laín Entralgo, Pedro La espera y la esperanza. Madrid, Alianza, 1984 p. 16
5 Si ponemos atención en el pensamiento utópico, desde un punto de vista histórico, podemos darnos cuenta que las utopías tienen una doble relación con la realidad: la primera (en la que se centra su legitimidad o ilegitimidad desde el punto de vista político), se relaciona con sus posibilidades o imposibilidades de concreción o realización. Es este el aspecto en el que ponen mayor atención los defensores y los detractores del pensamiento utópico; la segunda relación se presenta en el origen mismo de la construcción de utopías. Su primer vínculo con la realidad está determinado por el contexto histórico en que éstas surgen. Las utopías, antes que un sueño o que un proyecto, son una expresión de realidades sociales y políticas en un período históricamente determinado. El contexto histórico en que se inscriben los pensamientos utópicos marca de manera profunda sus significados, sus contenidos y sus posibilidades. Las utopías no sólo pueden tener una orientación práctica, sino que, desde el principio, surgen de la práctica o, al menos, de la crítica de la práctica.
Rut Levitas (The concept of utopía. Great Bretain, Syracuse University Press, 1990) señala tres niveles de acuerdo a los cuales se pueden definir los modelos utópicos: 1. Por su forma: Modelo de una sociedad ideal, sin importar su posibilidad o imposibilidad concreta. Este es el nivel más amplio de definición de las utopías. Aquí cabe incluso lo que el sentido común define por utopía, como algo deseable, aunque irrealizable; 2. Por su contenido: Modelo de una sociedad ideal y proyección de cómo debe ser esa sociedad. En este nivel, las utopías presentan contenidos normativos que pretenden llevar a la realidad inmediata hacia ideales utópicos.
Aquí podemos ubicar a la tradición liberal; 3. Por su función: Modelo de una sociedad ideal, proyección de cómo debe ser esa sociedad ideal y definición de las posibilidades prácticas de transformación. Aquí las utopías pasan de la expresión desiderativa y la relación normativa con la realidad inmediata a la actividad práctica de transformación con el fin de realizar, en la medida de lo posible, los fines utópicos. En este nivel se ubica el pensamiento marxista.
En un sentido amplio, el utopismo puede designar elementos utópicos presentes en una teoría; planes completamente utópicos; esquemas que se presentan a sí mismos como utópicos, al plantear una sociedad ideal; y teorías catalogadas como utópicas, de manera externa, por comentaristas y críticos. (Goodwin, Barbara y Keith Taylor. The politics of Utopia. Londres, Hutchinson & Co. Publishers, 1982)
6 Bloch, Ernst. El principio esperanza. Madrid, Aguilar, 1979. T. I p. 133 (De aquí en adelante nos referiremos a este texto como PE).
7 Existe una obra de Martín Buber con este nombre. (Buber, Martin. Caminos de utopía, México, Fondo de Cultura Económica, colecc. Breviarios.)
8 Buber, Martin. ¿Qué es el hombre?, México, Fondo de Cultura Económica, colecc Breviarios 10, 1992, p. 12.
9 Laín Entralgo, Pedro. Op. Cit. p. 17.
10 Zecchi, Stefano. Ernst Bloch: Utopía y esperanza en el comunismo. Ediciones Península, Barcelona, 1978, p. 81.
11 PE, T. I, p. 133
12 PE, T.II, p. 11
13 PE, T.I, p 133
14 En el doble significado de la espera y la esperanza.
15 Crinella, Galliano. Saggi sull’utopia. QuattroVenti, Urbino, 1988, p. 81
16 PE, T.I.
17 El concepto de ultimum expresa una anticipación; más que una afirmación a partir de lo que es y lo que ha sido, en palabras de Bloch: «los fenómenos del mundo, ese encadenamiento de pruebas, constituyen la fenomenología aún incompleta de nuestra materia real, como ultimum, y no como un primum» (PE). A esto se refiere Ernst Bloch cuando expresa que el origen está en el éxodo y no en el génesis.
18 Max Weber distinguía la «racionalización» y el «desencantamiento» como las dos tendencias socioculturales de la modernidad. La primera tiene que ver con la monopolización de la razón y del conocimiento por parte de la ciencia y la tecnología –como conocimiento de hechos y medios. La segunda se refiere a la ruptura con el «mundo encantado», el sentido último que sólo puede ser dado por la trascendencia. (Lesnoff, Michael. La filosofía política del siglo XX. Madrid, Akal, 2001). Este «encantamiento» coincide con la cosmovisión de las sociedades premodernas y su forma particular de pensar y pensarse en el tiempo, en el espacio y en la relación con su mundo. Esta forma particular de pensamiento a la que Mircea Eliade denomina «arcaico» está ligada a los ciclos naturales y estacionales que hasta hoy se conservan en las comunidades agrarias como resultado lógico de la relación directa del ser humano con la naturaleza y con los ciclos vitales ligados a ésta. A diferencia del tiempo histórico, el tiempo cíclico transcurre como una reconstrucción o regeneración del tiempo.
Con la autosuficiencia del sujeto moderno, el sentido ya no es impuesto de manera externa, sino que corresponde a la voluntad y soberanía del individuo o, en el peor de los casos a los modernos fetiches relacionados con el dinero y el poder. De acuerdo con lo anterior, el reencantamiento del mundo que plantea el espíritu utópico, tiene que ver con el sentido con el que la alteridad inviste al ser humano individual en su carácter único y responsable ante los otros –tal como lo plantea Lévinas..
19 Max Horkheimer describe este anhelo de justicia del ser humano como «el sentido de la vida fundado en la Trascendencia, el objeto de anhelo de aquellos hombres que, ya desde milenios, sufrieron el horror de este mundo», señala también, «la disolución del sentido teológico ligada al progreso de la ciencia, necesaria a la vez que amenazadora para la vida, atañe, inevitablemente a la vez que inesperadamente, a la preferencia no teológica del bien frente al mal, al amor verdadero, a la fidelidad a los vivos y a los muertos, a la felicidad y al duelo». Horkheimer, Max. Anhelo de Justicia. Teoría crítica y religión. Madrid, Trotta, 2000, p. 126.
20 Crinella, Galliano. Op. Cit. p. 62.
21 “Debe distinguirse entre el utopista y el utópico: el primero se aproxima tan sólo de forma puramenteabstracta a los hechos, para mejorarlos exclusivamente en el pensamiento; el segundo echa mano también de los materiales constructivos externos.” (PE T.I). “Utopista es para Bloch el wishful thinking privado que no aparece mediado por posibilidades reales de perfeccionamiento colectivo: utopistas son las teorizaciones de Owen, de Fourier, y de los socialistas utópicos en general, porque no están mediadas por las tendencias y las posibilidades reales existentes. La utopía por el contrario, tiene en su base esa estructura intencional de la necesidad que la conciencia anticipadora expresa en sus imágenes, en «figuras» colectivas; su proyecto está construido en constante mediación con las condiciones objetivas y a través de la búsqueda de su superación.” (Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 111)
22 Martin Heidegger publica El ser y el tiempo en 1927. Ernst Bloch trabaja en El principio esperanza entre 1938 y 1949, un extracto de la obra “Libertad y orden” fue publicado en Nueva York en 1946.
23 Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. México Fondo de Cultura Económica, 1991.
24 La anticipación de la muerte como solución a la pregunta por el ser y la existencia, tiene sus orígenes en el pensamiento clásico griego y latino. Heidegger vuelve, de alguna manera, a la respuesta antropológica griega.
25 El ultimum es la anticipación de la adecuación sujetoobjeto, momento en el que se verifica la «identidad de posibilidad y realidad del sujeto, del mundo y su realización. El ultimum es un concepto que se verifica para Bloch sólo escatológicamente» expresa «todos los sueños diurnos, esperanzas y utopías en lo que hasta ahora era fundamento oscuro», expresa el utopissimum, la «síntesis lograda donde se habrá realizado todo lo que estuvo anunciado, anticipado en el recorrer del camino». (Gimbernat, José, Ernst Bloch. Utopía y esperanza. Madrid, Cátedra, 1983. pp. 8992.
26 Lévinas, Emmanuel. Dios, la muerte y el tiempo. Madrid, Cátedra, 1994. pp. 123 y 124.
27 Münster, Arno. Figures de l’utopie dans la pensée d’Ernst Bloch, París, Aubier, 1985.
28 Me parece que es importante considerar la concepción escatológica de la historia rasgo distintivo de la construcción antropológica judía – como uno de los aspectos clave para perfilar la esperanza como el principio fundamental en la apertura del ser humano a su propia existencia.
29 Geoghegan, Vincent. Ernst Bloch. Londres, Routledge, 1996, p. 97.
30 Cangiotti, Marco. Di cosa è fatta la speranza: lettura di Bloch. Urbino, QuattroVenti, 1985. P. 16
31 PE, T. I.
32 Bloch, Ernst. Experimentum mundi. Brescia, Queriniana, 1980, p.79. (En adelante nos referiremos a este texto como EM)
33 Para Ernst Bloch, el «aceite que alimenta la lámpara de la historia» es el imperativo por resolver las necesidades materiales, a partir de éste, se manifiestan las pulsiones, como aspiraciones de los seres humanos que, cuando se manifiestan como anhelos o manifestaciones sentidas, –se constituyen como un querer activo y se convierten en afectos. Los afectos se convierten en deseo con contenido «el amor de algo, la esperanza de algo, la alegría por algo» y son separados por Bloch en dos tipos: a) los afectos saturados o saciados «aquellos cuyo impulso es reducido, en los cuales el objeto del instinto se encuentra a disposición, si no a la disposición individual del momento, sí en el mundo a la mano», y b) los afectos de espera «aquellos cuyo impulso es extensivo, en los cuales el objeto del instinto no se encuentra a la disposición individual del momento, ni se halla tampoco presto en el mundo a la mano, de modo que puede dudarse todavía de su resultado o de que acaezcan». (PE, TI, pp. 5063) Los afectos de espera se diferencian de los saturados por su carácter «incomparablemente más anticipador». El afecto de espera más importante, de acuerdo a Bloch, por representar «el afecto del anhelo y, por tanto del yo», es la esperanza. (Ídem)
34 EM p.41
35 Existe una conciencia del pasado como herencia, que nos deja imágenes residuales y esperanzas aún no verificadas que «configuran un excedente no definitivamente perdido sino transportable a la realización futura». (Ver Gimbernat, José. Ernst Bloch. Utopía y esperanza. Op. Cit. p. 95)
36 Moltmann, Jürgen. El experimento esperanza. Salamanca, Editorial Sígueme, 1977. p. 34
37Crinella, Galliano. Op. cit. p. 84.
38 Bloch, Ernst. Sujetoobjeto. El pensamiento de Hegel. México, Fondo de Cultura Económica, 1983. p. 411. (En adelante nos referiremos a este texto como SO).
39 Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 82.
40 Ídem, p. 81.
41 Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 95.
42 Lévinas, Emmanuel. Dios, la muerte y el tiempo. Op.Cit.
43 PE T.I p.135
44 PE T.I.
45 Jiménez, José. La estética como utopía antropológica. Bloch y Marcuse. Madrid, Tecnos, 1983,
46 Así caracterizó Bloch la tradición dominante del pensamiento occidental, y a Hegel, su máximo representante, por identificar ser y pensar.
47 Pérez del Corral, Justo. “Ernst Bloch: imágenes del hombre, claves del pensamiento”, en GómezHeras, José María, Ernst Bloch. La utopía como dimensión y horizonte de su pensamiento. Antología, documentación y estudios. Barcelona, Anthropos, 1993. p. 166.
48 Cangiotti, Marco. Op. Cit. p. 19
49 PE T.I, p. 53
50 Cangiotti, Marco. Op. Cit. Al respecto señala este autor: Es evidente como la concepción blochiana de la autoconservación está en franca oposición con la hobbesiana. En Hobbes, de hecho, este instinto es fruto del miedo, por lo tanto de una condición antropológica de clausura y ocultamiento que nos lleva a una concepción del hombre como un microcosmos encerrado en sí mismo e interesado en prolongar lo más posible tal estado de aislamiento y soledad. (p. 20) En cambio en Bloch la autoconservación es motivada por el hambre y, por lo tanto, por una condición de insatisfacción, razón por la cual el ser humano se ve obligado a salir de sí.
51 PE T.I p. 135
52 Gimbernat, José. Op. Cit. p. 19.
53 Bloch, Ernst. El ateísmo en el cristianismo. Versión en castellano, Madrid, Taurus, 1983. Señala Bloch en el mismo texto: “Sin embargo, la idea de Dios con el futurum como modo de ser donde brota este Otro, no puede mantenerse en ninguna religión institucionalizada desde arriba, y así, en el doble sentido, acabada”.
54 Crinella, Galliano. Op. Cit. p. 76.
55 Ídem, p. 65
56 Cangiotti, Marco. Op. Cit.
57 El «poder ser distinto» está compuesto tanto por el poderhacerdistinto, como por el poderdevenirdistinto: el primero constituye la posibilidad activa como potencia o facultad, el segundo es posibilidad pasiva como potencialidad. Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 155.
58 Hurbon, Laënec. “Ernst Bloch: utopía y esperanza”, en Moltmann, Jürgen y Laënec Hurbon. Utopía y esperanza. Diálogo con Ernst Bloch. Salamanca, Sígueme, 1980, p.66.
59 SO p. 419
60 Aquel que Horkheimer llama anhelo de justicia.
61 Zecchi, Stefano. Op. Cit., p. 96.
62 Magris, Claudio. Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad. Barcelona, Anagrama, 2001.
63 PE T.II p. 190
64 PE T.II p. 190
65 Cangiotti, Marco. Op. Cit p. 16.
66 Krotz, Esteban. Utopía. México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1988. p. 126
67 Moltmann, Jürgen, El experimento esperanza. Op. Cit. p. 11.
68 Neher, André. “The Pilgrim of Hope: Ernst Bloch”, en They Made their Souls Anew State University of New York Press, 1990, p. 132.

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo

4 comentarios:

Silvia Alejandra Lingua Perez (en el face) dijo...

¿Tiene todavia lugar el no lugar?..... y si digo que si hay todavia lugar.....

Bocha... el sociólogo dijo...

aun así hay esperanza!!

Saludos rituales, Bocha.

Araceli Mondragón dijo...

Hola:

es una sorpresa muy agradable encontrarme este ensayo circulando por Argentina...
Les mando versos de Antonio Machado...

Conoces los invisibles
hiladores de los sueños?
Son dos: la verde esperanza
y el torvo miedo.

Saludos desde México
Araceli Mondragón

Bocha... el sociólogo dijo...

Hola Araceli, te doy la bienvenida!!!!, es un honor para los que trabajamos en el taller blog que nos salude la autora de una de nuestras entradas.

Ernest Bloch es un pensador inquietante para mi mente soñadora.

Gracias por los versos de A. M. los pondré con los regalos que me hacen los amigos.

Saludos rituales, Bocha.

mirando por el retrovisor

Related Posts with Thumbnails