Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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martes, 5 de enero de 2010

Pensando sociológicamente: Acerca del potencial rebelde de “lo negro” en la sociedad argentina contemporánea


Pablo Dalle1
Instituto Gino Germani-UBA

Introducción: la recurrente aparición de un problema irresuelto de la sociedad argentina

El conflicto entre las corporaciones que representan a distintas fracciones del capital agropecuario y el gobierno entre marzo y julio de 2008 puso de anifiesto un problema recurrente en la sociedad argentina contemporánea: el racismo de sectores de clase media y alta basado en distinciones étnicas y de clase. Cuando comenzó la protesta del “campo” por las retenciones móviles, el vicepresidente de la Sociedad Rural justificó los cortes de ruta de los “productores agropecuarios” por su certificado de blancura. Las expresiones que acompañaban este significante vacío nos ayudan a comprender su significado y su efecto articulador: “Quienes cortan las rutas son “chacareros”, “personas de origen inmigratorio europeo”, “hombres de trabajo de sol a sol”, “productores de riqueza”. Lo paradójico es que estos sectores estaban empleando un medio –el piquete- que habían criticado con odio visceral en el pasado cuando el sujeto de la protesta eran los “negros”: el aglomerado de desocupados y pobres urbanos en cuyos rostros y cuerpos se dejan ver las huellas del mestizaje y la derrota, forjados por más de quinientos años de dominación y sufrimiento.

La legitimidad de los piquetes agropecuarios se instituye mediante un discurso que logra articular diversos actores y demandas de sectores cuyo horizonte imaginario es la Argentina blanca de los descendientes de quienes descendieron de los barcos hace ya más de medio siglo. Y sí la Argentina del aluvión inmigratorio europeo está quedando atrás aunque a muchos les (nos) pese2. Son los antepasados de la clase media y alta de la sociedad argentina contemporánea que llegaron a estas tierras expulsados por el hambre, la falta de trabajo, escapando de la guerra o exiliados por razones políticas y/o étnico-religiosas, y todas esas miserias juntas también. La Pampa húmeda les dio oportunidades y ellos no la desaprovecharon. Sin embargo, sus descendientes han “olvidado los orígenes” plebeyos, su trayectoria social exitosa de movilidad ascendente ha borrado las huellas de la contingencia originaria. (Pudo no haber sido el Puerto de Buenos Aires, pudo no haber habido oportunidades).

Varios son los síntomas del problema que intentamos analizar. El racismo se expresa de múltiples formas en el “mundo de la vida” cotidiana de nuestro país: en la discriminación de los “morochos” en las escuelas y los boliches bailables, en la composición desigual de las clases según el origen socio-cultural, en los procesos de segregación espacial y en el discurso público. Los criollos, aborígenes e inmigrantes latinoamericanos realizan los peores trabajos y son confinados a vivir en la sombra de las grandes ciudades, allí en la periferia o en los nuevos guetos cercanos al centro. Por su parte, los medios gráficos y de comunicación de masas muestran a la “gente”, me refiero a los que responden al estereotipo blanco europeo aunque así se esconda a más de la mitad del país.

Este diagnóstico nos plantea un desafío a todos aquellos que nos sentimos incómodos con este statu quo y nos invita a pensar cómo articular un proyecto político contra-hegemónico con fines emancipatorios. En este marco, este ensayo se propone analizar la potencialidad del significante “negro” para la construcción de un sujeto social que ponga en cuestión el orden social excluyente heredado de treinta años de hegemonía neoliberal.

Una advertencia preliminar, analizar las potencialidades implicará también considerar los límites de la propuesta. El trabajo se divide en tres partes: en primer lugar, se describe el racismo como mecanismo de cierre social y su papel en la construcción de un orden social excluyente. Luego se analiza el rol contrahegemónico que ejerció el peronismo a través de la apertura de la sociedad a sectores anteriormente excluidos y por último, la posibilidad de fundar un nuevo “desacuerdo” en la estructura social a partir de articular demandas democráticas en torno a la categoría de negro.

La reflexión que se propone se basa en los aportes teóricos de la perspectiva post-estructuralista de Laclau, principalmente la idea pensar todo orden social como contingente e histórico, cuya construcción requiere de una articulación discursiva hegemónica. Se utilizan conceptos nodales de la filosofía política contemporánea: lo político como acto instituyente del orden social, la política como una esfera autónoma encargada de la administración/reproducción del orden estatuido, y lo social como el campo de antagonismos y relaciones de poder que siempre excede a todo intento de representarlo por completo.

El orden social desde la mirada de la Filosofía política

La teoría de Laclau (1990) de la contingencia radical es una herramienta conceptual fructífera para una crítica del orden social estatuido. De acuerdo con esta teoría todo orden social es histórico, socialmente construido y estructurado en sistemas de significación que actúan sobre “lo social” para hegemonizarlo. La construcción de un orden hegemónico se logra a través de la institución relativa de puntos nodales de significación en el espacio social. Esta teoría se sustenta en el fundamento ontológico de que lo social, entendido como el conjunto de prácticas discursivas no restringidas al habla y la escritura, es: i.) infinito y ii.) tiene un carácter dislocado.

Si lo social es infinito por lo tanto todo orden social es siempre limitado, siempre está rodeado por un exceso de sentido que le es incapaz de dominar. “La sociedad transparente como objeto unitario e inteligible…es una imposibilidad” (1990:104). Aquello que un orden social parcial no logra representar expresa un antagonismo que es su exterior constitutivo. Esto nos lleva a analizar el carácter dislocado de lo social.

La dislocación de lo social se funda en la presencia de fuerzas antagónicas que no se hallan en estado estático, sino que están permanentemente descentrándose entre distintos centros de poder con distinta capacidad de articular un orden hegemónico. El orden social es la respuesta a la dislocación permanente conseguida a través de la articulación discursiva, es un “intento de sutura” siempre parcial y limitado. En el proceso de construcción del orden social no hay principios o sujetos pre-constituidos que guíen el sentido de la historia, sino que los agentes sociales se construyen a sí mismos. La dislocación genera efectos contradictorios: el antagonismo por un lado es una amenaza para el orden pero por el otro es la condición misma de su propia conformación.

La función de hegemonía es la de representar al sistema como totalidad. Ahora bien, ¿es posible cualquier tipo de articulación hegemónica de lo social? ¿“Qué es lo que determina que sea una y no las otras la que encarna, en momentos históricos particulares, la función de representación universal?” (Lacalu, 1996). La respuesta de Laclau es que no toda lucha es igualmente capaz de transformar sus contenidos particulares en un punto nodal que permita articular posicionalidades y demandas debido al “carácter desnivelado” de lo social.

Este carácter desnivelado de lo social radica en la sedimentación de experiencias históricas que si bien no operan como una infraestructura que determina el sentido de la historia pueden condicionar las articulaciones hegemónicas posibles. El concepto de magma histórico-social de Castoriadis (1996, 1986) nos permite pensar en el sustrato sobre el que se realiza toda construcción hegemónica. “El mundo no es el mundo tout court, es un mundo histórico social, formado por la institución que contiene en modo indescriptible innumerables consecuencias de la historia precedente”. Las relaciones sociales sedimentadas históricamente condicionan e imprimen marcas sobre lo social.

La potencialidad de pensar el orden social como contingente le otorga primacía a “lo político” como el momento de la institución originaria de lo social. Esa institución resulta posible a través de la represión de alternativas que estaban igualmente abiertas por lo tanto mostrar el sentido originario de un acto es mostrar su “contingencia radical”, es decir re-inscribirlo en un sistema de opciones históricas reales que fueron desechadas (Laclau, 1990). El orden social instituido tiende a ocultar el momento de la contingencia originaria, no obstante sus huellas siempre están presentes de un modo u otro. La reactivación de lo político consiste en redescubrir a través de la emergencia de nuevos antagonismos, el carácter contingente del orden existente. En términos de Ranciere (1996) cuando “aquellos que no tienen parte” hablan y reclaman la parte que les corresponde generan una “distorsión” en el orden social imperante.

¿En qué medida el orden social se reproduce como tal? En la medida en que logra ocultar el sistema de exclusiones en el que se funda. La tarea de regulación del orden social imperante y la delimitación de quienes son incluidos y quienes son excluidos es lleva a cabo a través de la política. Ranciere (1996: 44-45) la define como policía porque su papel es establecer el orden de “lo visible y lo decible” y asegurar la reproducción de una configuración desigual de posiciones en el espacio así como las propiedades que regulan esta distribución desigual. En este sentido, la política es mera repetición y su misión es legitimar las exclusiones que fundan a una comunidad.

Esta aproximación conceptual al problema de la construcción del orden social nos permite preguntarnos sobre el papel del racismo en la sociedad argentina contemporánea. ¿Qué tipo de articulación propone el discurso racista? ¿Sobre qué condicionamientos históricos opera? ¿Cuál es su relación con el orden social neoliberal?

El racismo como mecanismo de cierre social

El racismo no es propio de la sociedad argentina, es un fenómeno de envergadura global que tiene raíces históricas económicas y culturales pero que creció notablemente como corolario de los procesos de desigualdad y marginación propios del orden hegemónico neoliberal. Es una respuesta de miedo y odio frente a las masas marginadas. Se ve en las metrópolis europeas y Estados Unidos, y en América Latina actualmente asume la forma de separatismos regionales. Nuestro planteo es que el racismo es parte integral del discurso neoliberal contribuyendo a reproducir un sistema de clases que lleva consigo un componente de diferenciación étnica. A medida que se desciende en la estructura social, el color de la piel se oscurece. En nuestro país, la pobreza tiene rasgos mestizos a pesar de que como dice Margulis (1998) se trate de una “segregación negada”. Esta conformación desigual de la estructura de clases según origen étnico no empezó con el neoliberalismo pero sí esta ordenación económica y cultural de las relaciones sociales contribuyó a reforzar.

La sociedad lleva las marcas de lo histórico-social, las distintas soluciones al problema del orden han dejado “huellas” sobre la misma. La conformación de la estructura social argentina está ligada a procesos migratorios y las oportunidades y limitaciones de los modelos de desarrollo económico que se sucedieron en el país. Entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX se produjo una oleada inmigratoria europea que dado el bajo porcentaje de la población criolla en la Pampa Húmeda generó un efecto de reemplazo. Los inmigrantes se asentaron principalmente en esta región porque la misma experimentaba un fuerte crecimiento económico por la expansión del modelo de desarrollo basado en la producción y exportación de productos agropecuarios. En este marco, se generó un contexto de “modernización social y cultural” propicio para la integración y el ascenso social de los inmigrantes europeos y sus descendientes. Este proceso no estuvo exento de contradicciones, los inmigrantes de origen plebeyo en su mayoría, muchos de ellos anarquistas o socialistas fueron discriminados por la elite criolla y las primeras generaciones de argentinos ascendencia inmigratoria que ya se habían integrado.

El fenómeno se repitió en las décadas del 1930 y 1940 cuando la crisis del capitalismo reconfiguró la estrategia de desarrollo económico. La crisis mundial impulso al país a desarrollar un proceso de industrialización con fines de sustituir importaciones. El impulso de la actividad industrial generó un amplio proceso de migración interna en busca de trabajo hacia la periferia de las grandes ciudades de la Pampa Gringa (Buenos Aires, Rosario, Córdoba). Como parte de este proceso tuvo lugar la formación de una nueva clase obrera de origen mestizo, calificada de “aluvión zoológico” o “cabecitas negras” por los nativos que habían llegado unas décadas atrás en condiciones socio-económicas similares a la que ahora lo hacían los migrantes del norte y el noroeste del país, zonas a las que las bondades económicas del modelo agro-exportador y la educación pública no habían llegado.

La integración socio-económica de estos sectores fue lograda por el peronismo a consta de una reivindicación simbólica que distorsionó los principios de distribución social, los status y jerarquías imperantes (ampliaremos este punto en la sección siguiente). En el período 1945-1975, la clase obrera logró una posición sólida y estable en la estructura de clases a través de altos niveles salariales, pleno empleo y amplio acceso a derechos sociales; un conjunto de condiciones que posibilitaban niveles de consumo y horizontes de expectativas cercanos a la clase media. La discriminación no había desaparecido en la sociedad de la segunda posguerra pero su fuerza era menor en una estructura social integrada con amplios canales de movilidad ascendente.

En contraposición, el racismo opera actualmente como un “mecanismo de cierre social” mediante el cual grupos de clase media y alta tratan de mantener el control de recursos económicos, entre los que podemos destacar la propiedad, la autoridad y credenciales educativas (Parkin, 1979). La discriminación hacia los criollos e inmigrantes limítrofes opera como una forma distinción de clase y dificulta el acceso de estos grupos a las universidades, los círculos empresarios y los puestos gerenciales en las empresas. Lo negro es lo plebeyo, la barbarie que invade el centro de las ciudades con irreverencia de clase desafiando las reglas de lo decible y lo visible según la distribución normal del orden instituido.

La hegemonía económica, política y cultura neoliberal en el período 1976-2001 tuvo efectos regresivos sobre la estructura social argentina. Las políticas de privatizaciones, reducción del Estado y liberalización de la economía produjo el des-clasamiento de la clase trabajadora consolidada con un fuerte componente criollo. Este sector fue empujado hacia el lugar de los que en términos de Ranciére (1996) no tienen “parte en nada”; en este proceso el discurso racista se reavivó para trazar las nuevas fronteras de la distribución de clases. La hegemonía neoliberal dejó una sociedad mucho más desigual que en el pasado y mucho más segmentada por barreras culturales. El racismo ha desempeñado en esta sociedad excluyente el papel de policía marcando los límites de la nueva distribución social.

El papel del Populismo en la apertura de lo social

La política del peronismo no fue mera repetición porque en su disputa por lograr construir un orden hegemónico le dio un contenido popular-democrático a su proyecto. La decisión de Perón de apoyarse en la clase trabajadora tuvo un efecto transformador en la estructura social a pesar de proseguir fines explícitos de control del conflicto social generado por un proceso de industrialización sin redistribución del ingreso. La especificidad del discurso populista del peronismo fue que para constituirse como orden hegemónico construyó un sujeto popular que dividió la sociedad en opresores y oprimidos. Esta re-apertura de “lo político” como instancia de decisión instituyente abrió canales para la participación y la integración de sectores subalternos olvidados por la política del régimen conservador sustentado en el fraude patriótico.

Desde lo social constituido por el magma de experiencias socio-históricas emergió el subsuelo sublevado de la patria para hablar y decir que el país era más que una ciudad europea y un bello paisaje. Las masas que llegaron desde la Periferia a Plaza de Mayo eran un sujeto heterogéneo: los pobres, los trabajadores, la infraclase suburbana, los negros, etc. que el discurso peronista logró articular bajo la categoría de “Pueblo trabajador”.

Este sujeto no existía como tal previo al discurso sino que se constituyó en la acción discursiva, el significado contra-hegemónico del peronismo consistió en crear un discurso de ruptura que subvirtió el orden imperante y abrió las puertas para fundar uno nuevo. ¿Cómo se dio este proceso? El discurso de ruptura es un discurso de equivalencias a través del cual se constituyen sujetos democráticos.

La condición para que las posicionalidades democráticas se transformen en posicionalidades populares es que un discurso divida la sociedad en opresores y oprimidos (Laclau, 1985). Este pasaje depende de cómo se forma la cadena de equivalencias que iguale a las posicionalidades democráticas. El carácter radical del peronismo fue que opuso a la oligarquía el “Pueblo”, un significante vacío que articulaba en su interior a otros significantes (los descamisados, los grasitas, la clase obrera, los cabecitas negras).

Desde el punto de vista de Ranciére (1996), la irrupción en escena de este sujeto que “no estando autorizado” para hablar, habla genera una “distorsión” en la sociedad. Lo político se funda en este desacuerdo sobre los principios de lo justo y lo injusto. El desacuerdo pone de manifiesto la igualdad de los interlocutores como sujetos que hablan y re-actualiza el principio contingente del orden. El peronismo puso a la clase trabajadora en pie de igualdad no sobre la supresión de todas las desigualdades socio-económicas fundadas en última instancia en la propiedad privada de los medios de producción sino a través de actualizar “el derecho de los que no son parte a ser parte”. Esta integración socio-económica significó para las familias obreras un ascenso

social y en términos culturales la posibilidad de entrar en espacios anteriormente vedados: espacios públicos, cines, teatros, etc.

La clase trabajadora consolidada fue creada por el peronismo a través de tres mecanismos: i.) fue el canal de expresión política de sus demandas; ii.) amplió las bases de su condición ciudadana otorgándoles derechos sociales y capacidades económicas para hacer efectivos sus derechos civiles; y iii.) su reivindicación simbólica ya que la mayoría de los nuevos obreros migrantes internos de origen mestizo eran discriminados por la clase media de origen europeo que ya había experimentado un proceso de movilidad social ascendente. El imaginario peronista de “justicia social” se enraizaba en las historias, relatos y creencias de sujetos subalternos históricamente postergados, su puesta en práctica venía a redimirlos. Los efectos de esta política se sintieron a nivel macro-estructural (aumentando la porción del salario en la distribución del ingreso o la legalización de los derechos sociales en la Constitución) pero principalmente a nivel micro-social de las interacciones cotidianas dándole dignidad, prestigio y respeto a los trabajadores. De esta re-definición de lo social en sus niveles más micro deriva precisamente el carácter rebelde del populismo.

En síntesis, el eje central del argumento es que el populismo fue la forma de expresión de sujetos subalternos que luchaban por su reconocimiento. La posibilidad de hacer oír estas voces puso en discusión las bases del pacto social imperante y obligó a una apertura de la estructura social.

Poner lo negro en desacuerdo: apuntes para una política contra-hegemónica radical

Hacia el final de este ensayo nos proponemos reflexionar sobre la sociedad actual, específicamente nos preguntamos ¿cómo pensar la transformación del orden social vigente y la fundación de otro nuevo desde una estrategia democrático-popular? Las reflexiones precedentes se escriben al calor del conflicto actual entre “el campo” y “el gobierno” que ha re-abierto el espacio de “lo político” y por lo tanto la posibilidad de transformar lo social.

La sociedad argentina actual es heredera de treinta años de una política neo-liberal consumada principalmente en dos períodos: la Dictadura y el menemismo. Este orden social ha polarizado la estructura social argentina que se distinguía en el contexto latinoamericano por su grado de integración social y la apertura para la movilidad social ascendente. La política neoliberal destruyó los lazos de cohesión social a través de la expansión del empleo informal, el desempleo y la desigualdad de ingresos, pero además de ello este proyectó cambió sustancialmente la subjetividad. La sociedad en su cierre social se volvió legítimamente excluyente. Como vimos el racismo tuvo un papel central en la legitimación de esta desigualdad, trazando límites de clase sobre prejuicios étnicos. La frase “esos negros de mierda” (disculpen el vocabulario, lo tomo de un discurso que no es el mío) busca legitimar la exclusión social, está fundado en la alta composición mestiza de los pobres pero lo trasciende combinando otros prejuicios de clase. Lo negro es lo plebeyo, la barbarie que amenaza la existencia de los sectores que quedaron dentro del modelo neo-liberal.

Por estas razones lo negro es un significante muy importante en un proyecto contra-hegemónico que pretenda cambiar las bases sobre las que se estructura el orden social actual. Poner lo negro en desacuerdo es desafiar “el orden natural de las cosas”, la distribución de las ocupaciones, su status y los derechos de retribución económica. Poner lo negro en desacuerdo es distorsionar una jerarquía social apoyada en distinciones étnicas y culturales. El desafío del discurso rupturista es articular esta reivindicación particular de carácter étnica con otras de clase, nacionales, de defensa de los recursos naturales, diversidad sexual, derechos reproductivos, más democracia, etc. Este último puede ser el significante vacío que permita presentar “la particularidad de un grupo como la encarnación del significante vacío que hace referencia al orden comunitario como ausencia, como objetivo no realizado” (Laclau 1996:83).

Si bien “negro” es un significante clave en un discurso democrático-popular que articule demandas de grupos subalternos, presenta limitaciones para la conformación del sujeto popular. La valorización negativa de lo negro basada en un imaginario “europeizante”, es vivida como “estigma” por quienes portan rasgos mestizos, tiende a ser disimulada y re-direccionada hacia otros grupos de similares características (principalmente hacia inmigrantes limítrofes) como mecanismo de distinción. La profundidad del problema aumenta el desafío. En nombre de una reparación histórica el discurso contra-hegemónico tiene que re-significar lo negro (realzarlo) para abrir las fronteras de clase de una sociedad excluyente.

1 Sociólogo. Becario de Investigación del CONICET. Cursando el Doctorado en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: pablodalle80@hotmail.com

2 El autor reivindica los aportes ideológicos, políticos y económicos del aluvión inmigratorio europeo para la modernización y desarrollo del país.

Bibliografía citada
Castoriadis, Cornelius (1996) “La democracia como procedimiento y como régimen”
Castoriadis, Cornelius (1986) “El campo de lo social histórico”, Estudios filosofía-historia-letras.Primavera.
Laclau, Ernesto (1985) "Tesis acerca de la Forma Hegemónica de la Política", en Hegemonía y alternativas políticas en América Latina. J. Labastida Martín Del Campo (comp.). Siglo XXI, México. Pp. 19-44.

Laclau, Ernesto (1990) Nuevas Reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires. Pp. 19-106.

Laclau, E. (2000) Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Buenos Aires: Nueva Visión.

Margulis, M (1998) “La racialización de las relaciones de clase”, en Margulis, Urresti y otros La segregación negada, Buenos Aires: Ed. Biblos.

Parkin, F. (1984) “Marxismo y teoría de las clases. Una crítica burguesa”; Ed. Espasa-Calpe: Madrid.

Rancière, Jacques (1996) El desacuerdo. Filosofía y Política. Nueva Visión. Buenos Aires. Cap. 1, 2, 3.

Bibliografía consultada

Retamozo, M. (2005): “El papel de la “rebeldía” en el zapatismo”, en Ciudad Política:

Retamozo, M. (2004): “Apuntes para repensar el Populismo ¿La fiesta del monstruo?”, en Ciudad Política:

Svampa, M. (2006): El dilema argentino. Civilización o barbarie, Ed. Taurus: Buenos Aires.

Fuente: Intersticios: Revista Sociológica de Pensamiento Crítico — http://www.intersticios.es/

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

2 comentarios:

desdelarepublicadominicana.blogspot.com dijo...

Excelente post Bocha.
Te felicito.
Quiero aprovechar para externar algo que quizás ustedes los argentinos desconozcan en su justa dimensión. Latinoamérica está hoy de luto. La muerte de Roberto Sánchez, Sandro, ha calado en lo mas hondo de toda la legión de admiradores a través del continente.
A las 11:00 a.m. del día de hoy nuestra página colapsó, publicamos los trabajos del diario clarín y la s personas no cesan de entrar al blog buscando información. Quizás muchos argentinos entiendan ahora lo grande que fue ese artista. Ha sido una veradera hecatombe su muerte después que los médicos habían dicho que estaba bien y que se recuperaría. En lo particular siempre lo recordaré, su música forma parte de la banda sonora de mi vida. Un saludo ritual.
Un apretón de manos.
Marihal.

Bocha... el sociólogo dijo...

Marihal, gracias por las felicitaciones... se hace lo que se puede.

Lo de Sandro fue un golpe que nadie por aquí esperaba... más allá que su música a mí no me gustaba, lo respetaba mucho como persona. Cada vez que hablaba en público a la juventud le daba muy buenos consejos.

Todos por aquí queríamos que se recupere... pero las consecuencias del cigarrillo son terribles y había una gran probabilidad de que ocurriera lo que ocurrió más allá de los partes médicos que hablaban de leves mejorías.

Desde aquí mi más sentido pésame a todos su fans y en especial a sus "nenas" como él llamaba a la cantidad de mujeres que lo amaban y lo seguirán haciendo.

Saludos rituales... Bocha.

mirando por el retrovisor

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