William Kamkwamba vivía con sus padres en Masitala, una pequeña aldea a 2 horas en camioneta de la capital de Malawi con 50 chozas de adobe, sin agua corriente ni luz, y todas sumidas en la mas absoluta pobreza.Hasta que el chico de 14 años, que había abandonado la escuela por falta de pago, decidió hacer de su ingenio su porvenir y erigió con sus propias manos y basura reciclada un pequeño molino de viento que cambiaría su aldea para siempre.Esta es la historia de un fascinante proyecto y sus mediáticas consecuencias.
Saludos rituales, Bocha... el sociólogo.
Foto del primer molino original levantado por William en Masitala. Fuente.William nació el 5 de agosto de 1987En uno de los países más pobres y densos de África: Malawi.
Con 13 millones de habitantes, la mayoría rozando la extrema pobreza, tiene una tasa del 14% de infección por VIH y una esperanza de vida cercana a los 43 años.
El problema fundamental del país es la necesidad de importar, casi en su totalidad, todos los bienes y energías de consumo, dispensando al país una deuda externa progresiva que le impide crecer y desarrollarse para salir de su condición de extrema pobreza. En 2001 la hambruna se agudizó en todo el país.
Compartía choza con 6 hermanas y sus progenitores.Ayudando en las tareas de cultivo de tabaco y en cualquier chapuza que generase ingresos a la familia.
Sin luz ni agua corriente, las prohibitivas candelas de parafina iluminaban su hogar al caer el sol día tras día; cuando los recursos eran suficientes para abastecerse de ellas en el economato que estaba a 8 kilómetros de distancia.
A pesar de no estar escolarizado, William no carecía de ingenio y ganas de aprender sometido, desde que tenía uso de razón, por el instinto de supervivencia.
Abandonó la escuela pero devoraba las revistas y los viejos y carcomidos libros que alguna ONG depositaba en en club social de la aldea.
A sus manos llegó un ejemplar de una publicación educativa de ciencia que explicaba como convertir el viento en electricidad. Manos a la obra. Era septiembre de 2002.
Con una vieja bicicleta, el ventilador de un tractor abandonado, gomas, madera de eucalyptus y los desechos de agricultores vecinos comenzó a construir el primer aero-generador particular de todo el país.
“Al principio, nos reímos mucho de él”, dice Agnes Kamkwamba, su madre. “Pensábamos que estaba haciendo algo completamente inútil.”
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Detalle del interruptor absolutamente artesanal de la primera instalación de William.
Midiendo pieza a pieza,
Buscando materiales lo más resistentes y ligeros posibles, William consiguió encauzar el viento a través de su molino para llevar la luz artificial a sus asombrados progenitores.
Sin saberlo, el bueno de William estaba levantando, no sólo un molino de viento que ayudaría a abastecer de energía a su aldea, sino la bases para la mejora de la deteriorada conciencia auto-suministradora de sus deprimidos compatriotas.
William subido a uno de los molinos altos.
En apenas unas semanas el generador del molino estaba funcionando.
Lo que más costó a William fue reunir los 16 dólares que le pedían por una dinamo en condiciones.
Un hilo de cobre trenzado de retales dispares, conectaba el generador con una vieja batería de tractor.
Esta batería servía a 4 bombillas, una radio e incluso al cargador del único móvil de la aldea.
Comenzó con una altura de 5 metros y conforme iba mejorando su estructura y su potencia logró elevarlo hasta los 12. Fue el primero de una serie de molinos que William construyó por todo el pueblo.
Un proyecto mediático
Hasta aquí una historia inspiradora y alentadora. Ahora viene el “Ripple effect” (efecto en cadena) , las consecuencias inesperadas de un azaroso y siempre compasivo destino.
El primer molino era un reclamo. Una construcción que superaba en altura a cualquier choza o edificación de la zona.
Un hito visible en la llanura africana desde cientos de metros, que atraía a curiosos y cooperantes y que convirtió a William en el ‘ingeniero’ más joven y admirado de la comarca.
La aldea estaba muy cerca de la carretera que llevaba a la capital y desde ahí se divisaba perfectamente la torre construida por William Kamkwamba.
Un periodista de Daily Times Malaui, Sangwani Mwafulirwa, contactó con el chico para hacerle un reportaje.
Fue un éxito inmediato en todo el país. Sangwani además, contagiado por el “Ripple effect“, se comprometió a pagar con las ventas de la exclusiva, la re-escolarización de William, que inmediatamente ingresó en un internado en Lilongwe, la capital.
William (con 20 años) en su intervención estelar para el “TED (Technology, Entertainment and Design) GLOBAL 2007″
Pero la trascendencia y el calado de la historia no había hecho sino comenzar.
Pronto el artículo llegó a la red a través de varios blogs africanos y a los oídos de Emeka Okafor, uno de los más importantes ojeadores del proyecto “Thinkers and doers” de la TED Global. Organización que busca jóvenes talentos al servicio del desarrollo por todo el mundo.
El resultado: un amplio reportaje que ha dado la vuelta al mundo y ha permitido a William llamar la atención sobre los problemas de su comunidad.
William siempre ha consentido, inteligentemente, la explotación de su imagen y su inspiradora historia, a cambio de generar más recursos para su aldea y los suyos.
Son constantes sus viajes a los Estados Unidos para revender su historia con entrevistas y conferencias. Ha abierto un blog (que evidentemente lo escribe un representante bajo su supervisión).
También se encuentra rodando una película documental sobre su vida en Malawi y está escribiendo un libro que publicará en septiembre de este año. Evidentemente hay una gran campaña orquestada en torno a su figura y su historia, y él lo sabe.
Via: Kurioso
Fuente: http://ecocosas.com/energias-renovables/el-nino-que-construyo-un-molino-con-una-bicicleta/Saludos rituales, Bocha... el sociólogo.
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