Por Enrique Lacolla
Papa Bergoglio.
La llegada de Francisco abre muchos interrogantes. El papel de América latina, la limpieza de las finanzas y de los rangos eclesiales, y el tema de la pobreza, serán centrales para intuir la adecuación de la Iglesia al tiempo histórico.
El nombramiento de un prelado argentino como Papa de la iglesia de Roma ha dado de que hablar y seguirá siendo un tema de interés permanente. La nota anterior, que versaba sobre la irrupción del “populismo” en Italia, la cerramos con un rápido análisis de los interrogantes que se abrían a partir del nombramiento del Papa Francisco. Señalamos que la necesidad de liberar hasta cierto punto a la Iglesia de los tentáculos del pulpo especulativo que la ha aprisionado en estos tiempos de economía neoliberal, podía ser uno de los motivos que hayan operado en el nombramiento del primer jesuita como sumo pontífice. Los jesuitas y el Opus Dei nunca se llevaron bien. Y el Opus Dei –hasta donde uno puede saber- ha sido el engranaje sobre el que se verificó la traslación de la economía eclesial al campo de los grandes negocios financieros. En la estela de esa operación se produjeron escándalos de bulto, se construyeron conexiones non sanctas con sectores vinculados a la mafia y se produjeron varias muertes misteriosas en los niveles más altos de la administración vaticana o en los medios bancarios vinculados con ella.
Ahora bien, quienes somos ajenos a ese mundo no podemos aventurar diagnósticos categóricos acerca del sentido que ha tenido la designación de Francisco. ¿Quién puede hacerlo, por otra parte? La Iglesia no es una institución “democrática” y sus sectores no publican plataformas ni programas. Tan sólo podemos “ondear” el viento y tratar de dimensionar históricamente la naturaleza de un probable cambio. El punto mencionado recién, limpiar las cuevas del Vaticano en lo referido a la economía y asimismo proceder a la imposición de una disciplina más severa en un cuerpo eclesial sacudido en los últimos tiempos por los escándalos de pedofilia (no importa si estos hayan sido sobredimensionados por la prensa o no), representa una de las caras del tema.
Otra es la posibilidad de un reordenamiento estratégico de carácter político, que tome en cuenta las fuentes reales del poder de la Iglesia, que no son sólo de carácter financiero, sino que se hunden en la existencia de una masa de más de 1.200 millones de católicos en el mundo entero.
Es conocida la frase de Josep Stalin cuando, advertido sobre el problema que podía significar el Vaticano para los designios de la política rusa, respondió con ironía: “¿De cuántas divisiones dispone el Vaticano?” Y bien, Stalin, la URSS y el bloque socialista han desaparecido, y la Iglesia romana sigue ahí. Incluso fue un elemento determinante en la caída del “socialismo real”. Esta persistencia a través del tiempo es única en la historia de las instituciones humanas. Para explicarla no bastan los argumentos que hacen hincapié en la “amoralidad” del poder de la Iglesia, que la pone en componendas con todos los poderes terrenales de turno; también es necesario tomar en cuenta la respuesta que es capaz de suministrar a la demanda espiritual de millones de seres, a su necesidad de encontrar una forma encarnada que exorcice su temor a la muerte y refiera esta vida a una dimensión trascendente que traspase la finitud física.
Ilusoria o no, esta respuesta es el núcleo resistente de la fe y se articula de un sinfín de maneras. Desde la actuación de los soldados de a pie, los párrocos -en una cobertura extensiva del terreno-, a la labor misional de otros pastores; desde el compromiso de los mejores sacerdotes con la lucha de los pobres, al enorme poder sugestivo que tienen los logros arquitectónicos, la monumentalidad de las catedrales y la capacidad de fascinación que poseen las grandes obras de arte. Que no son un mero lujo (como suele argumentarse especiosamente) sino parte de una enorme escenografía en la que lo cuantitativo se confunde con lo cualitativo y que forma parte esencial de la transmutación de lo físico en lo espiritual. Esta dimensión impalpable es imposible mensurarla con la burda matemática de Stalin.
Dialéctica de la fe
En un plano por cierto muy superior, la Iglesia romana es como Inglaterra, que no tiene amigos permanentes sino intereses permanentes. Pero para el Vaticano la supervivencia es parte de un ejercicio que, en su origen al menos, se vinculó a la responsabilidad respecto a la masa de los fieles. De manera paternalista, eventualmente coercitiva y a menudo castrante, este sentido de la misión está inspirado, por paradójico que parezca, en una gran desconfianza y en un profundo pesimismo acerca de la naturaleza humana. De acuerdo a esta conformación de lugar, no es posible dar a las ovejas demasiada latitud en sus movimientos porque de inmediato se descarrían. Es a esta duda y no sólo a la cerril incomprensión de los teólogos o a los intereses creados, a la que hay que atribuir en buena medida el lastre que significaron la Inquisición y la persistente resistencia al cambio que empedraron el camino del progreso con un sinfín de obstáculos.
Por supuesto que los intereses creados han existido siempre, y que el vínculo de la Iglesia con los sistemas imperantes en el mundo ha sido también un cable a tierra y un reaseguro para su persistencia. Pero este no la hubiera salvado de ser arrastrada por la corriente si no hubiera existido antes esa otra dimensión impalpable que se deriva de la angustia ante la finitud y a la cual no hay otras respuestas que no sean encarnizarse en la fe o perseverar en el estoicismo.
Qué irá a pasar ahora en el dominio de la política práctica, habida cuenta de esta peculiar estructura, es cosa que por supuesto uno no puede pronosticar, como tampoco pueden hacerlo los lenguaraces del periodismo oportunista. Las voces más serias en este ámbito, en efecto, han tendido a proclamar una expectativa prudente y, cuando más, a desear que el relevo pontifical vaya en el sentido de sus propios sueños. Creo que, adhiriendo a esa reserva, para nosotros iberoamericanos esa expectativa se desprende del hecho tan traído y llevado del origen geográfico del Papa. “Me fueron a buscar al fin del mundo”, dijo Francisco. Más allá de la coquetería de esta afirmación, pues el nuevo pontífice sabía que era un candidato firme y que Argentina es un país singularmente vinculado a Europa, el dato es importante. Con toda probabilidad está unido a un redimensionamiento de la proyección de la Iglesia en el mundo y se encuentra atado a un cálculo geopolítico. En el cual el creciente papel de Iberoamérica, el hecho de ser el mayor reservorio de católicos en el planeta y que en esta región haya madurado un proceso de mestizaje y fusión racial sin parangón en otras zonas del mundo, sean elementos que no escapan a los sectores dirigentes de la Iglesia. Que en tanto organización ecuménica no se siente inclinada a alentar el choque de las culturas, sino a evitarlo.
Todo esto podría estar significando la apertura de un cambio. Ahora bien, no hay razón para suponer que esta transformación se va a producir de manera torrencial y revolucionaria. Más bien, habida cuenta de la personalidad del nuevo Papa y del estilo de la orden jesuítica, lo que podamos esperar para los próximos años sea un cambio controlado. Incluso vacilante, pues el hecho de que se haya elegido a un Papa de edad avanzada para guiar los destinos de la iglesia podría estar indicando que hay grupos de la burocracia vaticana que se contrabalancean en torno a temas que no por fuerza deben ser todos ideológicos, sino que también pueden estar referidos a las redes de intereses existentes en la Curia romana acerca del manejo de la gestión económica de la Iglesia. Un Papa de edad provecta aunque en plena disposición de sus medios físicos e intelectuales supone la posibilidad de iniciar un cambio, pero también la de imaginar que este puede ser redimensionado en un plazo relativamente breve.
El Papado y la progresía
Por otra parte, no hay duda de que la posición de Bergoglio enfáticamente contraria al matrimonio igualitario y al aborto exaspera a la variopinta conjunción de intelectuales avanzados que propenden a confundir la revolución con la revolución sexual. Hay una especie de parti pris en este sector que lo eriza ante todo lo que evoque el uniforme y la sotana. “Sociología de sastrería”, que diría Alfredo Terzaga. Uno se pregunta si, desde una perspectiva política racional y no caprichosa, se le puede pedir a un papa que salga a defender el aborto y el matrimonio gay.
Más serio puede ser o parecer el argumento que desde esos mismos sectores se lanza asimilando el flamante pontificado de Francisco al de Karol Wojtyla. Juan Pablo II llegó para reducir a la obediencia a la teología de la liberación en América latina y para demoler, de la mano con Estados Unidos, al bloque socialista en Europa. En pocos años, en efecto, este sistema se derrumbó y la Iglesia católica –por intermedio del papa polaco- jugó un fuerte papel en esa catástrofe. Ahora, desde los sectores de izquierda a que hacemos referencia, se aduce que Francisco viene para interferir en los procesos populares que están recorriendo a Iberoamérica y que tienden a su unidad y a su liberación social.
Sin pretender desmentir categóricamente la especie (habrá que ver) uno tiende a sentirse escéptico respecto a ella. Y no sólo porque las afirmaciones de Francisco a favor de la integración de los países de América latina no han sido pocas, sino porque la diferencia entre ambos casos son flagrantes. El bloque del Este era un sistema en descomposición, minado por el descontento social y por la antipatía a la tutela rusa de parte de las nacionalidades de atrás de la cortina de hierro. En cuanto a la URSS, si en la base social no existía tal vez un descontento similar, la corrupción de las cúpulas la estaban orientando ya a una restauración del sistema capitalista. La floración de los nacionalismos alógenos y la escasa disposición a defender al sistema en los mismos países que habían constituido el núcleo de la URSS –Rusia, Bielorrusia, Ucrania- estaban anunciando la implosión del conglomerado soviético.
En Indoamérica sucede al revés. Hay un proceso de ascenso popular que se siente identificado con figuras como las de Chávez, Morales o Correa. Con todas las vacilaciones que se quiera, estos países avanzan hacia su integración y en el plano religioso la catolicidad opera más bien como un vínculo que como un elemento disruptivo. Este papel, en todo caso, cabría a las sectas y las iglesias protestantes que están creciendo en el seno del continente, en especial en Brasil. Es de imaginar que esta competencia inquieta mucho más a Roma que la tendencia integradora del subcontinente, donde el catolicismo opera como un vínculo entre los pueblos y los predispone a compartir una identidad unitaria.
A los argentinos de a pie, al revés de lo que ocurre con la pequeña burguesía intelectual, la llegada de un compatriota al trono papal en general los alegra. Está bien que así sea, pero convendría, sin embargo que, junto a ese válido orgullo, moderasen su entusiasmo. Sin duda el Papa Bergoglio va a tener una mirada hacia nuestro país y hacia América latina más próxima que la de los pontífices anteriores. Entre otras, esa es una de las razones por las cuales se lo ha elegido. Pero la Iglesia es universal y posee una gran capacidad para diluir las personalidades en el sentido de la ecumene, es decir de una dimensión superior que abarca al mundo entero.
Como quiera que sea, parece evidente que la Iglesia se encuentra en el filo de un cambio. Cómo será este, cuáles serán sus alcances y cuánto se prolongará en el tiempo, son preguntas a las que no podemos responder.
Fuente: http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=322
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
2 comentarios:
COMENTARIO EN UN MURO DE FACEBOOK QUE PUBLICO LA ENTRADA
Juan Manuel Reyes
Interesante análisis. No estoy de acuerdo en varios aspectos. En primer lugar cuando dice "la liviandad de las pruebas" en el caso del Papa con los dos jesuitas. Hay pocas pruebas, pero claras en el sentido del "doble juego" de Bergoglio. Y no han sido contestadas ni refutadas, sino, como acostumbra parte de la Iglesia, DESAUTORIZADAS (es decir, se evita el diálogo y se miente para evitar la discusión). En segundo lugar cuando dice que los sectores profesistas confunden revolución con revolución sexual. Lo sexual es parte fundamental del poder de la Iglesia sobre los fieles, y no en vano ha sido tomado como punta de lanza por ella para señalar "la debilidad" del ser humano. Lo sexual, tan central en el hombre, que se busca "sublimar", de forma de tener seimpre agarrado al hombre. Es como condenar ciertas formas de respirar, para que siempre estén en deuda con Aquel, que precismante, puso el sexo en el ser humano. Creo que Lacolla está infectado de esa ideología cristina-burguesa de la sexualidad.
Bocha
En tu primer punto uno de los sacerdotes secuestrados y posteriormente liberados (Jalics) escribió una carta la cual está más abajo publicada.
El segundo punto la sexualidad en la Iglesia pasó por varias etapas... creo que la primera de los primeros tiempos fue la más noble en cuanto a que no estaba infectada por el poder... aunque aún se discute si María Magdalena no fue tan "Apóstol" como los varones (Pedro, Juan, Marcos... Pablo de Tarso).
Saludos rituales, Bocha.
Juan Manuel Reyes
La carta de Jalics es muy bonita. Pero la escribe ahora que Bergoglio es Papa. Cuando Verbistky publica su investigación, hace 9 años, Jalics sigue con su postura inicial, que aperce en su propio libro del año 1996. Siendo la primera denuncia de los dos curas, del año 1984. Como dijo Vertbisky, esta última carta de Jalics habla más de él, como persona, que de Bergoglio, es decir, que ahora que Bergoglio es Papa viene a descubrir que estaba equivocado. Sin embargo hace muy poco dijo que el había perdonado (es decir, que hubo ofensa que perdonar, que sería otra cosa. Sabés que, Oscar, no me jode tanto que a Bergoglio, como dijo P. Esquivel y ningun medio reprodujo "le faltara valor para acompañar la lucha por los derechos humanos", me embola que no lo reconozca, que la Iglesia jerárquica no reconozca, salvo muy honorsas, incluso hasta el maritirio, excepciones, que tuvo un doble juego, precisamente por su amor al poder y a la ideología de derecha. Y me parece peligroso. Me duele que alguien que puede mentir y ocultar sea Papa, porque tienen mucho poder, y más en América Latina. Espero no ofenderte. Creo que sos una persona maravillosa y tu fe también lo és, el problema es que a lo largo de la historia muchos hombres de poder usaron esa fe cristiana con otros fines.
COMENTARIO EN UN MURO DE FACEBOOK QUE PUBLICO LA ENTRADA (2ª parte)
Bocha
Entiendo tu postura, lamentablemente nunca sabremos la "verdad de la milanesa" y sería buenísimo que venga acompañada con "papa" : ))
Creo que Bergoglio no fue uno de los principales referentes y con poder en la iglesia como para salir como lo hizo Angellelli aunque este mismo no tuvo "tanto" ya que dependía de Primatesta. Coincido con Pérez Esquivel en cuanto dice que le faltaron agallas para enfrentar a los jefes de la dictadura.
Primatesta también estuvo ternado cuando asumió Juan Pablo II al papado, el Espíritu Santo sabe a quién elige para conducir su barca... dejemos que Él sople dónde quiera y cuándo quiera, Dios escribe derecho en renglones torcidos.
Mi afecto como siempre para vos!!!
Juan Manuel Reyes
Hay dos cosas, se tomó a Verbistky como: a) portavoz del Gobierno, b) que ataca lo eclesial. Si tomamos en cuenta el orden cronológico de la denuncia (el Cels comienza a investigar en la década de los 80 porque una de las catequistas que desaparecen con Yorio y Jalics era hija de MIgnone, fundador del Cels), y el libro de Verbistky se da a imprenta en 2004, cuando Juan Pablo II viviía y no había fricción entre gobierno y Bergoglio. Ahora encontré esto: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-216484-2013-03-24.html. El tema es que Verbistsky es periodista e investigador, al estilo Walsh, no se va a quedar callado si tiene las preurbas docuemntales.
Página/12 :: El país :: Se equivocó la paloma
www.pagina12.com.ar
En 2005, Pérez Esquivel dijo que el “ambiguo” Bergoglio creía que el trabajo con los pobres era cosa de “comunistas, subversivos, terroristas” y rogó al Espíritu Santo que estuviera bien despierto en el cónclave y no se equivocara. Esta semana, alguien muy parecido a él se abrazó con el papa Francis...
Una pregunta desde mi ignoracia: ¿es dogma de fe que a los Papas los elige el Espíritu Santo?
Bocha
Los dogmas son:
* la Virginidad Perpetua de María
* La Santísima Trinidad
* La presencia de Cristo en la Eucaristía
Todos y cada uno de los artículos del Credo de los Apóstoles son artículos de fe, y dogmas, para los católicos.
Juan Manuel Reyes
un abrazo
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