Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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martes, 15 de junio de 2010

Iglesia y sociedad: La Iglesia y su “Razón” de ser.

Por Carlos “Chino” Fernández (*)

El propósito de estas notas, es intentar focalizar y direccionar la mirada de algunos problemas que se plantean en torno de la Iglesia católica en el mundo, en nuestra región y en la Argentina, desde una mirada alternativa a la que plantean los medios de comunicación, preocupados más por vender un escándalo, que por aportar en la comprensión de los procesos sociales, políticos o teológicos, que subyacen en las raíces de los acontecimientos que se desnudan desde una mirada superficial.

Hechos y procesos
Más allá de las denuncias por los casos de pedofilia u homosexualidad de los sacerdotes de la Iglesia católica, existe una realidad ineludible; cual es, la pérdida de poder e influencia de la iglesia católica en el mundo, en la sociedad suramericana, y en la Argentina en particular. Veamos algunos datos que corroboran lo dicho:

Según el CELAM[1], el catolicismo perdió en América Latina, entre el año 1950 y el 2000 un porcentaje importante de fieles. Mientras la población total creció un 77%, los católicos lo hicieron en un 67%, a diferencia de los evangélicos que se han constituido en más del 15% de la población y con perspectivas de un mayor crecimiento.

Pero el problema no es religioso, ya que la población de América Latina y de la Argentina en particular sigue sosteniendo sus inclinación por el catolicismo, lo que ha entrado especialmente en crisis es la relación de la población católica con su iglesia y sus representantes, los curas.

Veamos:
En América Latina mientras la población crecía en un 77% en esos años, la cantidad de sacerdotes lo hizo en un 44%. América Latina, conteniendo el 42,6% de los católicos del mundo, sus sacerdotes alcanzan la suma de 16% del total de sacerdotes existentes; mientras que en Europa con un 25% de creyentes católicos, tienen un 50% de sacerdotes ordenados. Entonces, es más bien un problema clerical que un problema de tipo religioso.

En la Argentina, según una encuesta del CONICET y de cuatro Universidades, el porcentaje de católicos sobre la población total, en los últimos 50 años cayó de un 90,5% de la población, a un 76,5%.

Mientras que el 91% dice creer en Dios, sólo el 23,8% va a misa con frecuencia. Y mientras un 61% dice que se vincula a Dios directamente, solo el 23% lo hace a través de la Iglesia[2].

Este tipo de comportamiento y de imagen es congruente de alguna manera, con el resto de la región.

En otro orden de temas, existen evidencias que en los seminarios de formación para los futuros sacerdotes, han disminuido la cantidad de aspirantes y se han modificado los contenidos disciplinarios y la currícula, acompañando de alguna manera los cambios en los otros campos de nuestra realidad: Sistema educativo formal, instancias de formación para los cuadros de las Fuerzas Armadas, en las estrategias de especialización de la alta gerencia empresarial, etc…

¿Cuáles son las causas de estas transformaciones?

Algunas consideraciones necesarias para entender el problema.

La Iglesia recibió un doble embate: El primero fue con el avance de la modernidad: La centralidad de la razón, el empuje del positivismo, la preponderancia y la prepotencia de sus creaciones institucionales más emblemáticas que se sintetizan en los estados-nacionales como su principal producto. En fin, una manera particular de apropiarse de la naturaleza, de organizar al hombre en sociedad, de ver, analizar y contemplar la realidad. De transformarla…

Posteriormente, viene la época llamada de la post-modernidad, que coincide con la plena hegemonía del capital financiero y con la necesidad que tiene éste, de descomponer todas y cada una de las relaciones sociales e institucionales propias de la época de la modernidad, ya que es la mejor manera de profundizar su propia valorización. Requiere esta época de un nuevo orden social

La Iglesia católica en la modernidad, logra convivir a través de un tratamiento inteligente de la relación dialéctica entre la Fe y Razón. Pero esta época post-moderna, irrumpe fuertemente tensando y afectando seriamente tal relación. Se generalizan entonces, el irracionalismo, el hedonismo, y el relativismo. Avanza la influencia de la cábala, la superstición, la magia y la apariencia; conspirando tanto con el valor positivo de la razón, como con el valor trascendente de la fe cristiana.

La pérdida de la Iglesia Católica de poder e influencia en el mundo responde más que a un problema teológico, que deba ser resuelto por sus obispos, a un problema político que merece analizarse en relación al momento histórico y a la sociedad concreta que se observe.

Carl Schmitt, decía que las categorías de la ciencia política, eran en última instancia desprendimientos de categorías teológicas. Esto es así si consideramos a las ciencias políticas como una creación de la modernidad. Pero el poder, la dominación de unos hombres sobre otros, o como quiera que se les haya llamado antes del nacimiento de era cristiana, son nociones que requieren de un tratamiento racional específico para todos los mortales, y para la Iglesia también.

El perfil de los seminaristas y de los contenidos disciplinarios con los que egresan, y por ende, de la calidad de los obispos, se miden según las etapas históricas. Los actuales obispos son hijos de la era de las finanzas, por más que hayan estado encapsulados leyendo la Biblia o viviendo en el seno del pueblo como los curas de parroquias barriales. Son hijos de esta época de descomposición de relaciones sociales productivas en masa, de descomposición del equilibrio relativo entre la Fe y la Razón.

Para recuperar el lugar de la Iglesia católica-si esto es posible y deseable para algunos-, y de la Fe cristiana, se debe librar una batalla no solo teológica, sino más bien política desde las otras esferas de la sociedad. Invirtiendo de alguna manera la proposición de Schmitt, y pensando que los problemas teológicos por los que libra hoy día, deben ser leídos anteponiendo el problema político fundamental para cada época.

El problema actual está en un déficit muy importante en el proceso de formación de sus cuadros intermedios, en la articulación de la sociedad con la institución madre y en los contenidos disciplinarios de la formación.

No es tanto un problema de comunicación mediática ni de selección de los obispos, ya que esta es esta la última etapa de un largo recorrido. El problema está en la disputa que debe librar la Iglesia en la mediación como campo de batalla política, entre la base social amplia y la superestructura de conducción.[3]

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[1] Consejo Episcopal Latinoamericano: Ver más datos: CL, 16 de mayo de 2007
[2] Ver ampliación: CL, 27 de mayo de 2008
[3] Ver Suplemento Enfoques, La Nación: 18 de abril de 2010

* es sociólogo y miembro del Instituto Jauretche de la CGT.


Fuente: http://licpereyramele.blogspot.com/
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

2 comentarios:

Cecilia S. Aguirre dijo...

Muy bueno Bocha...
Un tema para charlar...
saludos desde Mi lugar en el mundo

Bocha... el sociólogo dijo...

Si Cecilia, digamos que daría para unos cuantos café sobre la mesa.

De la forma que lo plantea el autor de la nota, buscar dar una respuesta de fondo a un problema de fondo que salió a la luz recien ahora pero que se viene dando desde mucho antes.

La nota tiene la intención de despertar el debate, aquí o en la mesa de un bar, pero un debate serio.

Gracias por pasar, Bocha.

mirando por el retrovisor

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