Barack Obama no tiene otro camino que continuar el curso marcado por el gobierno en las sombras que controla Estados Unidos, el complejo militar-industrial. Los bombardeos indiscriminados en Afganistán servirán de telón de fondo a la ceremonia en Oslo.
por Enrique Lacolla
Como “paradojas del presente e ironías de la Historia” debería denominarse cualquier aproximación a la actualidad mundial. Acabamos de ver como el flamante premio Nóbel de la Paz no ha podido aguardar hasta después de la entrega de ese galardón y ha firmado el decreto que supone el envío de 30.000 soldados más que irán engrosar a las tropas de ocupación en Afganistán. A esta paradoja se suma la ironía que resulta de la incapacidad de aprender las lecciones del pasado: con una consecuencia digna de mejor causa Estados Unidos está reeditando en Afganistán una experiencia militar proyectada a un fracaso ilustrado por experiencias recientes, mediatas o remotas en ese u otros lugares. La guerra de Vietnam, la experiencia soviética en el mismo Afganistán, la ciénaga iraquí, las guerras partisanas contra la ocupación alemana en Europa oriental y sudoriental, la guerrilla española contra las tropas napoleónicas, son algunos, entre muchos, de los ejemplos referidos a la dificultad de asentarse con un cierto grado de seguridad en unos territorios irrevocablemente hostiles.
Desde luego, la retórica propagandística al uso nos habla de “garantizar la democracia para el pueblo afgano”, de resistir a las fuerzas bárbaras que se empeñan en seguir oprimiendo a las mujeres con la ley de la sharia y de ganar a ese país para la modernidad. Pero todos sabemos que esas son generalidades dirigidas a ocultar el núcleo del problema, que no es otro que el posicionamiento de Estados Unidos en una de las áreas geoestratégicas más importantes del globo. El imperio sigue por las vías que le marca su proyecto hegemónico y no parece que vaya a querer apartarse de ellas sin experimentar antes un revés (económico, militar, político) mayúsculo, que aleje a la opinión norteamericana del conformismo que ostenta respecto del estado de las cosas, por nítidos que los aspectos irracionales de este resulten para el resto del mundo.
La primacía que, en el aparato de poder norteamericano, sigue ejerciendo el complejo militar-industrial, es evidente.
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario