Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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jueves, 28 de diciembre de 2017

Estados Unidos aún no está perdido

Por 


Manifestantes afuera del Capitolio a principios de este mes 
Credit
Al Drago para The New York Times

Muchos de nosotros empezamos 2017 esperando lo peor. 
Y, de distintas maneras, nos tocó lo peor.
Donald Trump ha sido tan horrible como lo esperábamos: 
día a día sigue demostrando que no está preparado para el 
cargo, ni moral ni intelectualmente. Además, resulta que el 
Partido Republicano —incluidos los llamados “moderados”
— es aún peor de lo que uno podría esperar. En este 
momento, es evidente que el partido está compuesto en su 
totalidad de esbirros cínicos, dispuestos a vender cada uno 
de sus principios —y cada fibra de su propia dignidad— 
siempre y cuando sus donantes obtengan grandes beneficios 
fiscales.
Mientras tanto, los medios conservadores han renunciado 
hasta a la pretensión de hacer periodismo verdadero y se 
han vuelto órganos descarados de la propaganda del partido 
en el poder.
No obstante, estoy terminando el año con una sensación de 
esperanza, porque decenas de millones de estadounidenses 
se han mostrado a la altura de la situación. Estados 
Unidos aún podría convertirse en otra Turquía o Hungría: 
un Estado que preserva las formas de la democracia, pero en 
la práctica se ha vuelto un régimen autoritario. Sin embargo, 
no pasará con facilidad, o no sucederá tan pronto como muchos 
de nosotros lo estábamos temiendo.
Lo que hemos visto en cambio es el surgimiento de una 
resistencia muy activa. Esta se hizo visible prácticamente 
desde el día que Trump asumió la presidencia, con las enormes 
marchas de las mujeres que tuvieron lugar el 21 de enero, las 
cuales hicieron que las diluidas multitudes de la inauguración 
parecieran ridículas. Si la democracia estadounidense sobrevive 
a este terrible episodio, voto porque hagamos que los 
sombreros rosas del Proyecto Pussyhat se vuelvan el símbolo 
de la liberación del mal.A inicios de este año, el comentarista 
David Frum advirtió que el deslizamiento hacia el 
autoritarismo sería imparable “si la gente se retira a su vida 
privada, si los críticos se hacen escuchar menos, si el 
cinismo se vuelve endémico”. Pero, hasta ahora, eso no ha 
sucedido.
La resistencia continuó con la gente en los ayuntamientos 
que confrontó a los legisladores republicanos cuando intentaron 
derogar la Ley de Atención Médica Asequible (Obamacare). Y, 
en caso de que alguien se haya preguntado si las multitudes 
anti-Trump y las encuestas negativas relacionadas con Trump se 
traducirían en acción política, una serie de elecciones especiales 
—las cuales fueron la culminación de una gigantesca ola 
democrática en Virginia y una derrota sorpresiva e impactante en 
Alabama— ha disipado ese tipo de dudas.
Hablemos con la verdad: Estados Unidos sigue estando bajo 
un peligro mortal. Los republicanos aún controlan toda la 
influencia del poder federal y nunca habíamos sido gobernados 
por personas menos confiables en toda la historia de nuestra nación.
Es evidente que esto va dirigido al mismo Trump, quien 
claramente es un remedo de dictador que no tiene el más 
mínimo respeto por las normas democráticas. Sin embargo, 
también va hacia los republicanos en el congreso, quienes han 
demostrado una y otra vez que no harán nada para limitar 
las acciones del mandatario. Lo han respaldado mientras utiliza 
su cargo para enriquecerse él y a sus compinches, mientras 
fomenta el odio racial e intenta realizar una purga en 
cámara lenta del Departamento de Justicia y del FBI.
De hecho, ha habido una extraña dinámica en los últimos meses: 
mientras más terribles se vean las cosas para Trump, más 
cercanos se unirán los republicanos a su alrededor. Uno podría 
haber esperado que las recientes derrotas electorales dieran 
un poco más agallas a los republicanos moderados. En 
cambio, senadores como John McCain y Susan Collins, quienes 
habían sido elogiados ampliamente por haber resistido el intento 
de derogación del Obamacare durante el verano, aceptaron de 
forma sumisa un proyecto de ley fiscal de una abominación 
monstruosa.
Y la evidencia creciente que demuestra la confabulación 
de Rusia con la campaña de Trump parece que no ha 
persuadido a ningún republicano prominente a tomar una postura, 
salvo que ya fuera anti-Trump desde antes. Por el contrario, 
hemos visto a críticos de otro tiempo, como Lindsey 
Graham, volverse aduladores serviles que 
promueven las propiedades de Trump.
Así que no podemos contar con las conciencias de los 
republicanos para protegernos. En particular, debemos ser 
realistas sobre los posibles resultados de la investigación 
de Robert Mueller. La apuesta más segura es que, sin 
importar qué encuentre Mueller, qué tan condenatorio sea 
y qué haga Trump —aunque involucre una descarada 
obstrucción de la justicia—, las mayorías republicanas 
en el congreso apoyarán a su presidente y seguirán alabándolo.
En otras palabras: mientras los republicanos dominen el 
congreso, los controles y balances constitucionales son, 
en efecto, leyes en desuso.
Así que todo recae en el pueblo estadounidense. Es 
probable que otra vez tenga que levantar su voz en las 
calles. Y por supuesto que tendrá que hacer sentir su 
peso en las casillas electorales.
Será difícil, porque el juego está completamente amañado. 
Recuerden: Trump perdió el voto popular, pero terminó de 
todas formas en la Casa Blanca y las elecciones intermedias 
estarán lejos de ser justas. El fraude electoral y la concentración 
de los votantes con tendencias democráticas en los distritos 
urbanos han creado una situación en la cual los demócratas 
podrían ganar una gran mayoría de los votos y aun así 
no lograr asumir el control de la cámara de representantes.
E incluso si los votantes se levantaran de forma eficaz en 
contra de la gente horrible que se encuentra en el poder en 
este momento, aún falta mucho para restaurar los valores 
básicos de Estados Unidos. Nuestra democracia necesita 
dos partidos decentes y en este momento el Partido 
Republicano parece ser irreparablemente corrupto.
En otras palabras, en el mejor panorama posible, se necesitará 
una larga lucha para volver a ser la nación que se supone 
deberíamos ser. Sin embargo, como ya lo había mencionado, 
tengo mucha más esperanza de la que tenía hace un año. 
Estados Unidos aún no está perdido.

Fuente: https://www.nytimes.com/es/2017/12/27/estados-unidos-aun-no-esta-perdido/?smid=fb-espanol&smtyp=cur


COMENTARIO: Cualquier parecido, salvando las distancias siderales, con el gobierno de Macri en Argentina no es pura coincidencia. La CEOcracia por sobre la Democracia Republicana y Representativa.

Ese Sam no es mi Tío y nunca lo será !!!


Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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