Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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domingo, 10 de marzo de 2013

El aula como eje del sistema educativo

Por José Luis Lázaro

Resulta paradójico observar que el aula no constituye hoy, en términos políticos, un espacio de verdadero reconocimiento como centro del sistema educativo para la concreción de las políticas públicas.

En el siglo XVI se produce una de las grandes revoluciones en el pensamiento de la humanidad: la teoría heliocéntrica de Copérnico, que fuerza un debate científico en el terreno de la exégesis cristiana.
Esta especulación indicó que en el centro de nuestro universo se encontraba el Sol, no la Tierra. En siglos posteriores adquiriría valor epistemológico con Galileo Galilei, Tycho Brahe y Johannes Kepler.
Además, le ocasionó a Galileo un fuerte enfrentamiento con la Iglesia, pues con esta teoría refutaba las Sagradas Escrituras e iba contra la interpretación de la Biblia.
El Vaticano ubicó los postulados copernicanos en la lista de lecturas prohibidas (Index). Así, Galileo había obligado a los estudiosos de su época a un debate entre ciencia y fe.
El foco de los conflictos entre unos y otros pensadores se daba por esa centralidad atribuida desde tiempos lejanos a la Tierra.
La nueva mirada exigía un repensar la condición humana, el destino del hombre, el sentido de la creación. De una concepción teocéntrica se pasa a otra antropocéntrica. Ahora, también, el centro es el hombre.
Si nos servimos de esta historia para preguntarnos acerca de cuál es el eje del sistema educativo, ¿necesitamos de un Copérnico o de un Galileo que nos digan que ese centro es el aula?


El patio, el aula. La palabra “aula” viene del latín. En Roma era usada para referirse a patios cercados donde se hacían ceremonias religiosas; también se aludía a los palacios, a las cortes. Para los habitantes más comunes el aula era el patio de la casa, el lugar más importante, no sólo desde una perspectiva arquitectónica sino también desde las prácticas que allí se realizaban.

La vida en el aula es el espacio en el que docente y estudiante son procesadores activos de información y de comportamientos. Configura el grupo de clase como un verdadero sistema social sobre el que gravita toda una burocracia que muchas veces termina atentando contra el propio sistema.
Durante muchos años los alumnos asimilan y reconstruyen la cultura de la que forman parte en las aulas de las escuelas. Se crea entonces un contexto, un ambiente en el que se tensionan los procesos de enseñanza y de aprendizaje; procesos que no pueden entenderse fuera de ese ámbito de interacciones.
Diferentes autores han hablado de una “ecología del aula” como síntesis de un territorio clave en la vida escolar.
A pesar de esa importancia pedagógica, resulta paradójico observar que el aula no constituye hoy, en términos políticos, un espacio de verdadero reconocimiento como centro del sistema educativo para la concreción de las políticas públicas.
Lo que hace que un aula sea tal es la praxis que en ella se realiza. Es un efecto del discurso pedagógico. En la actualidad es ese discurso el que abrió la posibilidad a unas cuantas experiencias de mejora institucional en las escuelas, aunque muchas de ellas no lleguen al aula. Una vez más, lo burocrático impide que los medios alcancen sus fines.
Si bien es competencia de cada gestión de escuela velar por el cumplimiento de las políticas públicas, el Estado no puede desentenderse de los propósitos que dice sostener a través de sus agentes. Sería cuando menos un despropósito y las leyes quedarían en lo discursivo.
A pesar de que ciertas decisiones y actitudes adultas pretenden degradar el significado de este espacio escolar, en muchas ocasiones se muestra que la construcción del vínculo pedagógico entre alumnos y docentes es más fuerte que dicha desacreditación.
En ese sentido, un ejemplo fue el sostenimiento de una escuela por parte de alumnos y docentes, al compartir la vida escolar en unos contenedores y bajo árboles durante el ciclo lectivo pasado. El aula es fundamentalmente praxis.
Y entonces hay que decirlo y recordarlo: el aula es el centro del sistema educativo, así como en la antigüedad el aula era el espacio más importante de casas y palacios en relación con las prácticas que allí se realizaban. Y es centro, fundamentalmente, porque en ella habitan los protagonistas del proceso educativo.
Resta animarse a sostener el trabajo áulico como una de las banderas más legítimas de la inclusión y de la realización educativa. De lo contrario, las declaraciones pedagógicas y políticas no alcanzan para recuperar el sentido de la educación.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/opinion/aula-como-eje-sistema-educativo

Saludos rituales, Bocha... el sociólogo.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Buenísimo Bocha, muy interesante. Abrazo!

Bocha... el sociólogo dijo...

Carlos, me alegra que te haya gustado.

Gracias por pasar a visitarme por el taller blog !!!

Saludos rituales hermano!!!

mirando por el retrovisor

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