Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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sábado, 24 de diciembre de 2011

El negociado de la caza de la paloma y sus alrededores.


Disputa en el feudo palomero

Continúan los viejos enfrentamientos por tierras. En el centro de la disputa está el negocio de la caza de la paloma. Una ex jueza que continúa enfrentada con sus vecinos.

La casa de la ex jueza Ramírez, en pleno corazón de la zona de caza de palomas, es una muestra de los grandes recursos que se manejan (Raimundo Viñuelas/La Voz)

Los escopetazos son la melodía que acompaña la travesía. Un disparo cada dos segundos y, cada tanto, un abanico de palomas que se eleva y se disuelve en el aire. Son las 10 de la mañana de un jueves. El monte que fosforece de tan verde, las serranías, el cielo recién lustrado, podrían invitar a algún tipo de contemplación, a alguna reflexión previsible sobre la tranquila vida campestre. Pero no.
El silencio perforado de disparos indica que estamos en el corazón de una de las zonas de cacería más jerarquizadas de la Argentina. “El refugio de caza de palomas de mayor calidad del mundo”, elevan la apuesta los avisos, en inglés, que atraen a palomeros australianos, estadounidenses y europeos.
A poca distancia del camino vecinal existe un dormidero o nidal. Hectáreas de monte entreveradas de nidos. Es un elemento clave para el negocio, porque asegura la presencia de palomas: allí duermen, desde allí vuelan, hacia allí vuelven. Es un non-stop shooting , o sea, un lugar donde las palomas “por momentos ocultan el cielo” y el señor cazador puede escopetear sin parar.
Estamos a punto de entrar en la Estación del Girasol, período que se extiende del 10 de enero al 31 de marzo, cuando podremos disfrutar de “una experiencia campestre enteramente única”, ya que “con los amplios campos de girasol de la propiedad en plena floración, la caza se desenvuelve en un mar amarillo”. Los girasoles se siembran con el solo fin de tener revoloteando sobre ellos a las palomas. Igual que en invierno con el trigo. Y detrás de las palomas vuelan las municiones.
Mundo de “picaboys”. El paraje Los Chañares está a medio camino entre los pueblos de Villa Tulumba y Avellaneda, en la zona donde se unen los departamentos Ischilín, Totoral y Tulumba, en el norte cordobés.
El valor que otorga a los campos el turismo cinegético, más el natural aumento del valor para uso agropecuario, hace rato que lo ha convertido en un bocado económico apreciable.
A Los Chañares llegó hace aproximadamente 15 años una visita inesperada. Nada menos que una jueza de la Capital. Juana Ramírez, camarista del Crimen en la ciudad de Córdoba, primero se hizo conocida entre los vecinos del lugar por su oposición al ingreso de los cazadores de palomas a los campos. Al poco tiempo, se convirtió ella en palomera, la más conocida del negocio, al mismo tiempo que seguía ejerciendo como jueza.
Luego Ramírez formó pareja con el canadiense Serge Dompierre, dedicado a la importación de cartuchos para escopeta, y juntos se fortalecieron en el negocio. Crearon la empresa Los Chañares SRL, construyeron un chalé con piscina, cocina exclusiva y prestaciones de jerarquía internacional que todavía contrasta con los ranchos y limitaciones materiales con las que conviven los viejos habitantes del lugar.
Allí recibieron a las delegaciones de cazadores extranjeros que gastaban miles de dólares en excursiones que en general duraban tres días a puro escopetazo. Fueron esos invitados, desconocedores del idioma castellano, los que crearon una nueva ocupación en el norte cordobés: los “picaboys”, los chicos encargados de correr y levantar las palomas que derriba cada cazador. Pick up, boy!¡Levántala, muchacho! Y el nombre del oficio nació.
Hoy, un “picaboy” puede ganar hasta 200 dólares por día, si le tocan cazadores con buen nivel monetario. Igual, ningún pobre viaja más de 10 horas en avión para venir a reventar pajaritos al Hemisferio Sur. El mismísimo rey de Suecia fue “cazado” por los ambientalistas mientras repartía perdigonadas al horizonte de las sierras cordobesas.
En las fotos por Internet, se puede apreciar el trabajo de los chicos del norte de Córdoba que pasan tres días persiguiendo torcazas ensangrentadas: armar las montañas emplumadas con las que después se fotografían los turistas cinegéticos. Que eso son los cazadores 
de palomas para el Estado cordobés.
Todo por la tierra. El negocio hizo que fuera importante la posesión de tierras para realizar las excursiones de caza. La jueza Ramírez comenzó a expandirse y llegaron los problemas con los vecinos. Allá por 2003, los lugareños la acusaron por usurpación de tierras, insultos, amenazas con armas de fuego y por acosarlos con demandas judiciales, ya que –decían– usaba a su favor los tribunales de Jesús María, donde conservaba buenos amigos, y a policías del pueblo Las Peñas.
Las denuncias judiciales contra la jueza motivaron que un fiscal ordenara su detención en 2004, por posesión de armas de guerra y acopio de municiones. Ramírez quedó libre al poco tiempo y consiguió pasar de acusada a cazadora: el fiscal que la detuvo, Gustavo Marchetti, quedó investigado por abuso de autoridad.
Ramírez ya había renunciado al cargo, mientras el Tribunal Superior de Justicia cordobés demoraba hasta la exageración investigarla en dos sumarios internos que mantenía abiertos.
Hoy, los viejos problemas vuelven. Otra vez, Ramírez y sus vecinos de los campos están enfrentados como perros de pelea. Se cortan alambrados, reclaman propiedad sobre las mismas parcelas y cruzan denuncias en los tribunales. Ramírez tiene el mayor problema con la familia de Horacio Ferrero, de Córdoba capital, que acaba de comprar casi 200 hectáreas a uno de los más antiguos habitantes de la zona, Liberato Bustamante.
En el norte cordobés, es sabido, las propiedades no tienen escritura. Lo que se vende es la posesión que un particular tiene sobre un lugar desde hace mucho tiempo.
Bustamante contó a este diario, desde su nuevo domicilio en Villa Tulumba, que vendió porque “luego de años de sufrir presiones y amenazas de Ramírez”, toda su familia “vivía con terror. Mis hijas –continuó– se enfermaron del corazón, eran todo nervios, y preferí vender”.
El nuevo propietario no sólo compró la tierra sino también el problema con la ex jueza: “Son 187 hectáreas”, cuenta Ferrero. “Ella dice que tiene 100, pero no está claro cuáles son las que reclama. Por ahora viene, amenaza a los peones, nos cortó los alambrados con tenazas, nos denunció en la Policía de Las Peñas y al rato teníamos a los policías acá diciendo que nos fuéramos o nos iban a meter presos”.
Félix Frías, abogado de Ferr ero, cuenta que en la Fiscalía de Jesús María, a cargo de José Almeida, rechazaron la pretensión de su cliente de ser querellante particular, pero admitieron a la ex jueza.
Ramírez, a través de su abogado Juan Pablo Rustán, responde que el 15 de julio de 1998 le fueron cedidos todos los derechos de siete hermanos de Bustamante, todos los cuales eran los herederos de un campo de 100 hectáreas, ubicado frente a su chalé Los Chañares. Dice que convivió de manera pacífica por un tiempo con los restantes herederos que no le habían vendido sus derechos, pero que desde hace tres años Liberato Bustamante y un hijo le rompen sus alambres, las mejoras que hace y hasta le roban los choclos que siembra.
Agrega que fue ella la amenazada por Ferrero, quien le habría dicho que no se acerque al campo porque sus empleados tienen “pocas pulgas”.
Los enfrentamientos por las tierras palomeras llevan una década y media en Los Chañares. Juana Ramírez, ahora separada de Serge Dompierre, se construyó una casa rosada en una loma, desde la que observa todo el paraje, y vive allí con la única compañía de un par de perros y un ropero lleno de armas de fuego.
Cedió su empresa palomera en 2005 a un colombiano, Alex Mitri, y a David Pérez, quien sería de nacionalidad estadounidense. Los nuevos encargados no hablan con la prensa. Sus vecinos cuentan que también ellos están enfrentados con Ramírez, quien se habría arrepentido de la operación comercial y querría volver a quedarse con la empresa.
Los Chañares parece un lugar muy tranquilo. Es una ilusión que se va cuando 
empiezan a tronar las escopetas.
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Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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