El fracaso del supercomité parlamentario que debía acordar un plan de salida de emergencia de la crisis actual agrava la situación sociopolítica de Estados Unidos.
(La foto no corresponde a la publicación original)
por Redacción LAVOZ
De acuerdo, es preocupante la indecisión e incertidumbre que propagan por el mundo los 17 países miembros de la Eurozona, que desde hace más de ocho meses se reúnen a repetición, sin encontrar la salida de la grave crisis en que están inmersos. Los 27 estados asociados a la Unión Europea (UE) asisten con temor y temblor al gradual agrietamiento de la unidad de un espacio creado con espíritu de solidaridad monolítica y afrontan horas saturadas de perspectivas de fragmentación.
En otros tiempos, bastaba con recurrir al Gran Hermano y al Fondo Monetario Internacional, que acudían con sus maletas rebosantes de dólares y, a cambio de fuertes ajustes, brindaban la ayuda que permitía salir de coyunturas tan difíciles como la actual.
El problema es que Estados Unidos ya no está en condiciones de ayudar a nadie. Ni siquiera puede ayudarse a sí mismo. Lo demuestra el fracaso del llamado supercomité parlamentario, integrado por seis congresistas demócratas y seis republicanos, que el lunes 21 anunciaron la imposibilidad de arribar a un acuerdo para la reducción pactada del déficit nacional.
La pócima amarga que Estados Unidos hizo tragar durante décadas a países hundidos en crisis es aún intragable para ellos mismos: arrasar lo que perdure del Estado de Bienestar, como la seguridad social, el Medicare y el Medicaid; renunciar de manera definitiva al aventurerismo militar, sideralmente costoso y, por sobre todo, aumentar los impuestos, eliminando los suntuosos regalos fiscales que George W. Bush hizo a los millonarios y que los republicanos, con su fuerza de choque del Tea Party , intentan prolongar por dos años más.
Meses enteros discutiendo, pero con la mirada puesta en las elecciones presidenciales del próximo año. La miopía de la clase política estadounidense es alarmante. Si a ella se añade la voracidad insaciable de su banca y su finanza, afectadas también por una miopía fronteriza con la ceguera, es fácil comprender por qué Estados Unidos se encuentra ahora en un callejón sin salida. La única fuerza que conserva buena parte de su poderío –pero no de su prestigio– es su aparato militar, totalmente inaplicable, es obvio, ni siquiera en el exterior, como en tiempos del incontestable hegemonismo.
En economía, nada creíble. Las promesas y seguridades de Barack Obama y de su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, quedaron cubiertas por las nieves de antaño, para decirlo con la bella poesía de Francois Villon.
El único liderazgo global realmente existente es ahora el de China, cuyo gobierno ya advirtió que la capacidad estadounidense de endeudamiento llegó al límite. Además, acudir a Beijing supondría un Vietnam o un Irak económico. La arrogancia, la sobreestimación, nunca vienen solas.
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
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