Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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jueves, 21 de abril de 2011

Cordobeses que pisaron fuerte

A lo largo de toda nuestra historia, comprovincianos ocuparon diferentes cargos de importancia en sucesivos gobiernos nacionales.

 Nuestra provincia tuvo hombres fundamentales en la edificación del sistema institucional del país (Fotomontaje Javier Candellero).

¿Cuánto tuvieron que ver los cordobeses con la política nacional a lo largo del tiempo? ¿Mucho, poquito o nada? Si nos atenemos al catálogo oficial, bien porteño, la respuesta sería: entre poquito y nada. Si en cambio nos remitimos a los hechos, a la verdad histórica, asoma una realidad muy distinta y la respuesta tiende a ser: mucho; o al menos bastante, según la época. Más de lo que consta en la profusa bibliografía metropolitana que minimiza el protagonismo de hombres de tierra adentro.

Duele reconocerlo, pero son muy pocos los actores políticos oriundos de nuestra Córdoba que sortearon el ninguneo o la condenación. La pasaron mejor aquellos que se “aporteñaron” o al menos cultivaron un perfil más dócil o funcional a los intereses del puerto. A esos, la Academia los cobijó, en tanto que quienes se resistieron a ser “integrados” y permanecieron aferrados al paradigma federal rodaron cuesta abajo por el barranco del destrato bibliográfico o el olvido.

Lo cierto es que fueron más de lo que parece los cordobeses que tuvieron que ver con la construcción del pasado común y el presente de los argentinos. Veamos algunos ejemplos.
 
La primera hora. En esa etapa crucial de nuestra historia sobresalen tres personajes nacidos en Córdoba que fueron antes que nada actores políticos de su tiempo: Gregorio Funes, Juan Bautista Bustos y José María Paz. Hubo otros, como los congresales cordobeses, decisivos a la hora de declarar la Independencia. El deán Gregorio Funes fue una figura clave en su hora; aliado de Saavedra en la remoción del morenismo y el manejo posterior del poder.

Juan Bautista Bustos fue parte de ese mismo proceso; más tarde, en la década de 1820, desde la gobernación de Córdoba desafió el poder rivadaviano. José María Paz, el menor de los tres, extendió su presencia activa en la guerra y la política durante más tiempo. Antirrosista confeso, dio pelea al restaurador en el terreno de las armas, lo mismo que otro cordobés que mortificó a Rosas con su pluma mordaz: José Rivera Indarte.

La etapa siguiente fue quizá la más rica en presencia cordobesa. Fueron los tiempos de la Confederación Argentina, la experiencia más federal que se recuerde. Buenos Aires, la provincia dueña de la Aduana, se mantuvo al margen de la construcción colectiva de país que proponían Urquiza, Alberdi y los referentes provincianos, causando una guerra que duraría casi una década.

Durante esos años, en el firmamento político brillaron con fuerza los nombres de Santiago Derqui –presidente de la Confederación–, Mariano Fragueiro, Juan del Campillo y Elías Bedoya, sólo por citar algunos. Toda Córdoba se encolumnó detrás del gobierno de Paraná y sufrió, a su tiempo, las duras consecuencias de la derrota de Pavón. Otro cordobés de nota, Dalmacio Vélez Sársfield, optó por el bando contrario, aunque después compensó con creces esa pifia, poniendo su cabeza y pluma al servicio de la organización nacional.
En tiempos de Julio Argentino Roca y la Generación del ‘80, los cordobeses se sentaban a la mesa chica de la política argentina; Córdoba jugó un papel decisivo para que el tucumano alcanzara la presidencia y colocó dos presidentes surgidos del riñón roquista: Miguel Juárez Celman y José Figueroa Alcorta.
 
Tiempos modernos. El siglo 20 fue el tiempo de los dos grandes movimientos populares: el yrigoyenismo y el peronismo; y a su vez de las experiencias nacionalistas y golpistas más cruentas. En todas esas movidas, las buenas y las malas, hubo tonada cordobesa. El primer vicepresidente de Hipólito Yrigoyen fue Elpidio González, cordobés por adopción; en tanto que el segundo fue Enrique Martínez, gobernador electo de Córdoba. En la otra vereda, la del nacionalismo, militaba Leopoldo Lugones, el gran poeta de Río Seco. Deodoro Roca y los reformistas del ‘18 escribieron su propia página política, en tanto que “Julito” Roca, hijo cordobés del general, fue vicepresidente de Agustín P. Justo en la década de 1930.

El primer peronismo registra escasa presencia cordobesa a nivel nacional, salvo el ministro del Interior, Oscar Albrieu, el más ligado a “La Docta”. Casi fue al revés: Córdoba “importó” al brigadier San Martín, un excelso gobernante, en lugar de colocar dirigentes nativos en el gobierno nacional. Algo que sorprende: Pedro Eugenio Aramburu, factótum de la Revolución Libertadora, era cordobés, nacido en Río Cuarto.

En 1966 alcanzó la presidencia otro cordobés por adopción: don Arturo Illia, el médico de Cruz del Eje que rayó bien alto en la política argentina. Las dictaduras que vinieron después –la de 1966 y la de 1976– registran escasa presencia cordobesa y, por fortuna, ningún presidente de facto, aunque personajes como Luciano Benjamín Menéndez trascendieron el plano local. Hay, en cambio, mayor figuración del lado de los luchadores, donde aparecen los nombres de Agustín Tosco y Atilio López como referentes de esa etapa.
 
1983 hacia acá. El renacimiento de la democracia inauguró un nuevo tiempo en el que los cordobeses tuvieron protagonismo dispar. El período alfonsinista encontró a Víctor Martínez en la vicepresidencia, aunque con bajo perfil. El que no alcanzó ese rango, aunque estuvo cerca, fue José Manuel de la Sota, que secundó a Antonio Cafiero en la interna peronista de 1988. El que sí llegó a disputar la presidencia en 1989 fue Eduardo César Angeloz, por entonces gobernador reelecto de Córdoba.

Durante la gestión de Carlos Menem, la figura dominante fue el sanfrancisqueño Domingo Felipe Cavallo. Junto con él, desembarcó una legión de cordobeses. En las elecciones de 1995, siguiendo la tradición radical, un dirigente cordobés integró la fórmula nacional de la UCR: Antonio María Hernández, acompañando a Horacio Massaccesi. Y el punto culminante: en 1999 asumió otro presidente nacido en Córdoba: Fernando de la Rúa, candidato de la Alianza. Con él, llegaron al gabinete nacional tres coterráneos: Ramón Mestre, Jorge de la Rúa y nuevamente Cavallo. En el 2002, Juan Carlos Maqueda, presidente provisional del Senado, fue virtual vicepresidente de Eduardo Duhalde.

Desde 2003 para acá, no hubo presidentes, vices, ni ministros cordobeses. ¿A quién le tocará el próximo turno de proyección nacional?

http://www.lavoz.com.ar/cordoba/cordobeses-que-pisaron-fuerte
 
Saludos rituales, Bocha.

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