Aquí cerramos el 2017 con este texto
transcrito casi por completo que describe a la Argentina de hoy pero
desde el pasado: “En 1983 un gran intelectual industrialista llamado Marcelo
Diamand (injustamente ignorado por el pensamiento económico dominante) escribió
un texto clásico que (leído hoy) es una gran advertencia para el Presidente. Es
casi una profecía que, como se verá, tiene una fuerza arrolladora. Tanto, que
el gran desafío de Macri será, justamente, vencerla.
El texto se
llama “El Péndulo argentino, ¿hasta cuando?”, se encuentra fácilmente en
internet y su lectura estremece porque allí están descritos, ¡décadas antes de
que sucedan!, el auge y el fracaso k, tanto como los primeros dos años
macristas. Si la historia se repitiera de manera inexorable, todo terminaría
mal: se cumpliría esa profecía maldita. Pero, aunque el peso de los abismos del
pasado tenga un gran poder magnético, eso no quiere decir que la pelea esté
terminada.
Diamand describe
de esta manera, dos décadas antes de que llegara al poder, los comienzos del
kirchnerismo. “Sus ideas económicas reconocen la inspiración del modelo
keynessiano y del nacionalismo económico. Sus principales objetivos son la
distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo. El primer objetivo se
instrumenta mediante mayores beneficios sociales, aumentos nominales del
salario y a menudo controles de precios. También se recurre el manejo de los
grandes instrumentos de política económica, como el tipo de cambio y las
tarifas de los servicios públicos, en función del objetivo prioritario de
evitar que aumente el costo de vida. El segundo objetivo se logra asegurando un
alto nivel de demanda. Las etapas expansionistas suelen empezar con el aumento
de los salarios reales, el crédito barato, el incremento de la actividad
económica y una euforia en el sector industrial y comercial”.
Luego, el autor
describe el proceso que llevó al ocaso al movimiento fundado por Néstor
Kirchner. “Sin embargo, la mayoría de las veces, esta etapa no dura mucho. El
déficit del presupuesto crece, la balanza comercial se desequilibra, aparece el
desborde sindical, surge el desabastecimiento y se acelera la inflación. El
proceso culmina con el agotamiento de reservas del Banco Central y en una
crisis de la balanza de pagos. La expansión se detiene y se inaugura una etapa
económica caótica. A medida que pasa el tiempo aumenta la oposición de los
estratos influyentes de la sociedad y, finalmente, sobreviene la caída del
equipo económico o del Gobierno”.
El texto es especialmente
agudo cuando anticipa el balance que hace el kirchnerismo de su derrota.
“Aunque admite algunos errores, tiende a minimizar su importancia y como
justificación principal de su fracaso alega la insuficiencia del poder popular
para manejar los resortes clave de la economía y la resistencia de poderosos
grupos económicos nacionales e internacionales”.
¿Qué ocurre
luego de este fracaso? Llegan otros gobernantes. ¿Qué hacen? Es otro punto de
una anticipación casi mágica. “La caída del poder popular provoca siempre un
brusco vuelco hacia la ortodoxia económica, ahora identificada con lo ‘serio’
en la economía. En general, los equipos ortodoxos llegan al poder en medio de
una crisis de la balanza de pagos. Sus respuestas frente al problema son una
serie de propuestas que involucran una brusca devaluación, un aumento de los
ingresos agropecuarios, una caída de los salarios reales, una drástica
restricción monetaria, una recesión de mayor o menor profundidad, y un
deliberado esfuerzo de atracción de capitales extranjeros. De acuerdo con las
afirmaciones de la ortodoxia, la recesión y la caída de los salarios reales no
serían más que perjuicios momentáneos que corresponderían a un período
inevitable de sacrificio necesario para ordenar y sanear la economía”.
O sea, que en
1983, Diamand describió lo que ocurriría en 2016. Luego, sigue con 2017: “Esa
política puede lograr ciertos éxitos al comienzo. La tasa de inflación, que
siempre aumenta inicialmente a raíz de la devaluación, más adelante suele
disminuir, los capitales financieros afluyen del exterior y el salario real en
parte se recupera”.
El final de la
historia, no es feliz. Así lo describe Diamand: “Sin embargo, en algún momento
del proceso sobreviene una crisis de confianza. El flujo de capitales financieros
se invierte. Los préstamos del exterior que habían ingresado comienzan a huir.
Se produce una fuerte presión sobre las reservas de divisas, una crisis en el
mercado cambiario y una brusca devaluación. Caen los salarios reales, disminuye
la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve
a caer en una recesión más profunda que la anterior”.
Diamand explica
el proceso que lleva a la nueva crisis como si estuviera leyendo la realidad
económica argentina de estos días. “Los prestamos ingresan en divisas. Por lo
tanto, las amortizaciones y los intereses (o los dividendos) también deben ser
pagados en divisas. El destino más frecuente de los aportes extranjeros
consiste en proveer un respiro en el sector externo que permita evitar una
recesión y haga posible que continúe el crecimiento de la producción para el
sector externo. A medida que logra su objetivo, se consumen más divisas. Se
agrega además el pago de los nuevos préstamos y así se incrementa por doble vía
el proceso inicial. Para mantener el equilibrio en el mercado cambiario, es
necesario que los créditos se vayan renovando una vez que vencen. Además, para
compensar los intereses y el aumento de los gastos de divisas, es necesario que
se vaya incrementando en forma continua el volumen de nuevos créditos e
inversiones que ingresan. Se genera así un proceso de endeudamiento acumulativo
que tarde o temprano tiene que desembocar en una nueva crisis de la balanza de
pagos, más grave que la anterior”.
Si uno mira los
números argentinos, la manera en que se acumula deuda y crece el déficit de la
balanza de pagos, ese texto tan agudo no puede menos que generar inquietud.
Tanta es la preocupación que genera que, justamente, hace dos días, el Gobierno
dio un vuelco en su política económica.
El destino
parece escrito, una vez más, de antemano. Macri va a fracasar. Pero el
Presidente dice que no estamos condenados. ¿Será así?”[1]
¿Todo está
escrito? ¿Se puede leer en el pasado lo que ocurrirá en el futuro? Una de las
frases recurrentes del presidente Mauricio Macri sostiene que la Argentina no está
condenada al fracaso. "Es mentira que estemos condenados. Es mentira"…
también sabemos que una verdad a medias puede ser una completa mentira. Como ya
no se puede culpar más al gobierno anterior,
ahora parece que una profecía vendría a aclarar lo que la realidad nos indica
que repartió el país a las multinacionales y a las mafias financieras, y ahora
buscan pretextos para zafar. Parafraseando a Albert Einstein “Si hacemos
siempre lo mismo no esperemos resultados distintos”, más que profecía es leer
el manual de instrucciones de los dos modelos económicos puestos en práctica en
más doce años.
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
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