Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Servicio doméstico, no servidumbre

Que de las casi 100 mil empleadas domésticas que trabajan en la provincia de Córdoba, el 80 por ciento lo haga de modo informal, es una anomalía que debe ser solucionada.
fotoarchivo/ Taller Blog
 
El trabajo informal es una de las rémoras de la estructura social argentina, ya que afecta a millones de personas que tienen ingresos muy inferiores a los de cualquier trabajador estable, cuyo salario está fijado en los convenios colectivos o en los contratos a término. Y que goza, además, de los derechos básicos establecidos por las leyes en vigencia.

En la Argentina, el porcentaje de trabajadores no formalizados es muy alto. Pese a que no hay estadísticas recientes y confiables, la mayoría de las consultoras privadas calcula que entre el 30 y el 35 por ciento de los asalariados se encuentra en condiciones informales.

Sin dudas se trata de un problema muy complejo, pues algunos empleadores alegan que si existiera un mayor porcentaje de trabajadores en blanco también habría más desempleo, dado los costos laborales que se deben afrontar en diversos rubros, como lo aportes jubilatorios o los salarios fijados en los convenios.

Esa clase de razonamiento encierra a la sociedad en un círculo de hierro casi imposible de romper. Lo que sucede en Europa en términos de desempleo juvenil revela el peligro de esta lógica que supone que altos costos laborales provocan una caída de la oferta de trabajo y de la actividad económica. Si bien en períodos de recesión, inflación y crisis financiera hay objetivos difíciles de lograr, resulta retrógrado discutir el derecho al pleno empleo y a remuneraciones y jubilaciones justas.

No hay objeciones válidas cuando se trata de cuestiones de justicia y dignidad social. En ese sentido, no se puede dejar de señalar que en la Argentina existen sectores en los que la situación laboral es crítica y alarmante, como el de las empleadas domésticas, mejor llamadas “trabajadoras del hogar”.

Se calcula que en la provincia de Córdoba hay unas 95 mil mujeres que se dedican a este oficio y que más del 80 por ciento de ellas no están registradas o formalizadas, es decir que no tienen obra social ni hacen aportes jubilatorios. La mayoría proviene de las provincias más pobres del país o de países vecinos como Perú, Bolivia y Paraguay. Y muchas de ellas mantienen a sus familias girándoles dinero desde aquí.

Parece un anacronismo discutir estos temas cuando lo que debería ponerse sobre el tapete es el hecho de que incluso las leyes laborales vigentes son injustas para las trabajadoras del hogar, pues aún no se les reconoce licencia por maternidad y les corresponde una indemnización más baja que la del resto de los trabajadores.

Sin embargo, en la realidad argentina actual, es necesario insistir en que las personas o familias que contratan a estas empleadas tienen la obligación de registrarlas y formalizarlas, ya que un 80 por ciento de trabajo en negro en una masa laboral de casi 100 mil mujeres constituye no sólo una ilegalidad, sino una aberración.

Fuente: La Voz del Interior on line 01/08/2012

COMENTARIO: Está muy arraigada en la mentalidad argentina, cristiana y occidental que "el trabajito" que uno puede hacer para ganarse unos mangos se lo tiene que considerar una "changa". Un trabajo que no insuma demasiado tiempo en donde dos, supuestamente dos, se benefician. Es así como se termina formalizando el trabajo esclavo en la mayor de las informalidades.

Muchas veces inculcamos a nuestros hijos a que hagan "changuitas de verano": cortar el pasto, repartir volantes, limpiar una cochera, lavar el auto o la moto de algún vecino como para tener para pagar la apuesta de la gaseosa, en caso de que pierdan, después de jugar a la pelota en el campito de la vuelta de casa. Una costumbre barrial que se transmite de generación en generación en la cual algunas veces ganábamos y otras tantas perdíamos.
Lamentablemente ésto que suena tan estimulador como para ir forjando en los niños y jóvenes un espíritu de sacrificio entremezclado con el juego es trasladado cuando adultos, en mucho de los casos, a los que necesitan un ingreso para subsistir o para pagarse los estudios. Pero he aquí que el juego lúdico se transforma en una en la cadena de favores por necesidad de subsistencia o desarrollo y se termina cortando por el eslabón más debil: "te puedo pagar $400 al mes por cuidarme los chicos"... "te pago el sueldo a vos pero si querés cumplir con las obligaciones decile a alguno de tus pibes que te de una mano, y de paso se hace una changa, sino detrás tuyo hay 500 que quieren el puesto, etc y cuantos etc quiera poner.

También se sabe que la masa forastera estudiantil es una fuente deseosa de algún ingreso monetario a sus arcas para pagar la pensión, transporte, fotocopias y lo que quede es para la comida. La vida del estudiante es así... no la de todos claro ya que muchos son mantenidos por papá y mamá en forma crónica para que al nene no le falte nada y se pueda recibir en unos diez o quince años... con suerte.  
La changa, de tradición nacioanal revestida y consagrada como "viveza criolla", se nos presenta con dos caras la del avivado que hace usufructo de ello y el de que la necesita porque no puede conseguir un empleo con remuneración formal que contemple vacaciones, aguinaldo y aporte jubilatorios. Son dos caras de una misma moneda pero que siempre cae "cara" para el que la tiene y "cruz" para el que la pide. Ya que no se les paga ni por sus necesidades ni por sus cualidades, se les paga porque "si no lo hacen ellos nadie les da trabajo" y esa es una falsa solidaridad, subsidiariedad y una distribución equitativa de los bienes.

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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