Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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domingo, 19 de agosto de 2012

La libertad de las máquinas de matar

El auge de las armas en EE.UU., considerado como "enfermedad social" de ese país, tiene quienes lo defiendan, amparados en una norma constitucional y en la tibieza de los políticos de turno.

por Marcelo Daniel Taborda
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Una semana antes de que terminara julio y un par de días después de que James Holmes –un joven de 24 años estudiante de posgrado y considerado un tipo “normal” y aplicado en sus tareas– irrumpiera en el estreno de Batman. The dark knight rises en un cine de Aurora y matara a 12 personas, escribíamos en estas mismas páginas que la futura condena que se aplique al pelirrojo de mirada perdida no devolvería la vida de sus seres queridos a los familiares de las víctimas ni evitaría próximas masacres.

El vaticinio, que no otorga méritos de augur o mentalista a quien lo escribiera en su columna, se basaba en datos palpables de una sociedad como la de Estados Unidos, en la que horas después de la matanza de Colorado la venta de armas a particulares subía y donde el lobby de grupos como la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) demostraba su peso específico ante políticos en campaña, adherentes a sus posturas o temerosos de ponerse en contra de su influencia de cara a las presidenciales del 6 de noviembre.

La matanza siguiente, eso sí, llegó antes de lo esperado, en un templo sij de Wisconsin, donde hace dos semanas Wade Michael Page, ex militar cuarentón que defendía la supremacía de la raza blanca, acabó con la vida de seis personas, hirió a otras tres y sumó su propia muerte a la lista de terror que se engrosa cada año en Estados Unidos (ver gráfico).

Y otra vez los lamentos oficiales, los discursos lagrimeantes, pero también la oportuna aclaración de algún vocero funcional de que debe preservarse la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense en virtud de la cual se mantienen las prerrogativas de cualquier ciudadano para comprar, portar y utilizar armas sin mayores restricciones en la mayoría de los estados del país que se precia de no sacrificar sus libertades ni aun en estos extremos.

Claro que poco importó a los militantes del armamentismo y a buena parte de los votantes de George W. Bush que legitimaron con su reelección en 2004 su cuestionada llegada a la Casa Blanca en 2000, que este restringiera derechos civiles, pisoteara procesos judiciales y abofeteara garantías constitucionales en nombre de su “guerra contra el terrorismo”.

Hace una semana se difundía un estudio que asegura que la de las armas se considera una enfermedad social en una nación donde 88 de cada 100 personas tiene consigo una. La investigación daba cuenta de otras variables preocupantes referidas al poder destructivo de instrumentos de matar cada vez más sofisticados. Fue apenas horas antes de que otra balacera sumara tres muertos más, esta vez en Texas.

Profecías cumplidas. Y la lista seguirá si no hay cambios de política y mentalidad. A la masacre de la escuela de Columbine, cometida por dos estudiantes el 20 de abril de 1999, que mataron a 12 compañeros y a un profesor antes de suicidarse y que tan bien retratara Michael Moore en su documental, le sobrevino en otro abril, pero de 2007, la matanza de la universidad de Virginia Tech, con 33 muertos.

Un senador demócrata se lamentaba tras las muertes del cine de Aurora que desde su llegada al Congreso, a fines de los ’90, había participado en 23 minutos de silencio hechos en el Capitolio en homenaje a abatidos en hechos como aquel.

Una de las tibias respuestas políticas del presidente Barack Obama fue abogar por leyes que impidan que las armas lleguen a manos o mentes no deseadas, algo difícil de discernir y a lo que de antemano la NRA se niega, por invadir la intimidad de clientes a los que se pretende investigar su pasado de violencia o desequilibrio. Por el lado del conservador Mitt Romney y su flamante ultraconservador candidato a vice, Ryan, no se ven voluntades de cambio.

El peso del lobby armamentista no es broma. Lo comprobó Bill Clinton en 1994, cuando remitió al Congreso una ley que restringía la venta de armas de asalto y unas semanas después perdió en las urnas el control de la Cámara de Representantes.

Pero si las consecuencias locales no modifican políticas, las amenazas y víctimas del auge de esta industria ya traspusieron las fronteras. Un estudio del gobierno de México difundido en 2010 reveló que el 80 por ciento de las armas decomisadas a organizaciones criminales habían llegado desde el poderoso vecino del norte. Y eso sin detenerse en este recuento de las máquinas de matar que la industria armamentística fabrica cada vez con más sofisticación y menos exposición o riesgo para aquellos que las manipulan.

Acaba de fallar el primer vuelo del avión hipersónico estadounidense no tripulado que atravesará los océanos en un par de horas y cuyos fines bélicos ni se disimulan. Pero hace rato que Estados Unidos realiza operaciones con drones en múltiples frentes de batalla.

Allí el que aprieta el simbólico gatillo está sentado a miles de kilómetros de distancia, como si fuera un videojuego. ¿Le habrán previsto un buen psicólogo a estos ejecutores vía joysticks para cuando los jubilen o serán los causantes de las tragedias propias del mañana?

Fuente: La Voz del Interior on line 19/08/2012

COMENTARIO: DEJO UNA PARTE DE UNO DE MIS ENSAYOS... el que lo quiera leer completo no tiene más que solicitarlo, y si luego lo publican pues no se olviden de citar la fuente. Forma parte del sueño americano el usar armas "Esa entelequia, irrealidad o ficción norteamericana se manifiesta en su estilo de vida… muy americano, muy persistente, muy cíclico: La gran pasión deportiva… por las armas. Puede ser que al cohabitar con los medios de producción y la comercialización mundial de armas sea tan común su uso que ya escapa a la simple vista y se vuelva una justificación comprensible pero que, a mi modo de ver o a ojo limpio, no la justifica.

Ni Busch y Sarah Palin[1] ocultan su afición por ellas, como tampoco  Charlton Heston se lo ve ya levantar Holywoodensemente el “cayado” de Moisés, la “lanza” de Ben Hur o la “espada” del Cid Campeador, sino a cara lavada el “Rifle Winchester 44. Promueven el uso de armas desde la “Asociación Nacional del Rifle” que posee casi 4 millones de socios. Si bien el cine de acción es un reflejo de esta pasión, pareciese que los hace ser más patriotas si aplauden y vitorean  como un solo hombre mata a todo un ejército que amenazaba a su Plutocracia y no son dignos de vivir sino comparten el mismo sueño.

Pero la ficción no supera la realidad si nos remitimos al festejo en las calles por el asesinato de Osama Bin Laden.

Sí, sí… el sueño americano se cumple en cualquier parte del mundo."


[1] Ex gobernadora de Alaska, ex candidata a vicepresidenta es la representante de un gran sector de la ultraderecha estadounidense.
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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