Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

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martes, 3 de julio de 2012

¿La prostitución es un trabajo?

¿Estaríamos dispuestos a aceptar la prostitución como un trabajo normal? No olvidemos que dos de los mayores insultos en nuestro idioma son “puta” e “hijo de puta”. Fernanda Gil Lozano*.

Foto archivo/ Taller Blog

¿Estaríamos dispuestos a aceptar la prostitución como un trabajo normal? No olvidemos que dos de los mayores insultos en nuestro idioma son “puta” e “hijo de puta”.

En líneas generales, los que trabajan para reglamentar y legalizar la prostitución argumentan que esto operaría a favor de quitar oscuridad y oprobio sobre esta actividad, la que de ese modo se volvería más profesional. En ese sentido, proponen llamar “trabajadora sexual” en vez de “prostituta” a la mujer que vende su cuerpo, para infundirle dignidad a su situación “laboral”.

Lamentablemente, dar visos de trabajo a la cosificación de una persona no mejora su situación. Dignifica la industria del sexo, a los varones consumidores de mujeres y niños, les proporciona un matiz empresarial a los tratantes de personas y ayuda a integrar a las mafias a la sociedad.

Es decir, en nombre de los derechos de las mujeres, les atribuimos moral y ética a los explotadores y traficantes de personas.

Creo que tenemos que esforzarnos todo lo posible para que la prostitución no sea la única opción para muchas mujeres que no tienen forma de alimentar a su familia. Vender el cuerpo no debe ser una elección para ningún ciudadano o ciudadana del mundo.

Sin duda, la prostitución, como cualquier clase de explotación sexual, viola la dignidad humana.

Whisper –organización de mujeres que han sobrevivido a la prostitución– encontró muchas dificultades para pensar en las habilidades que les dejó ese supuesto trabajo.

Ellas dicen: “Ejecutar actos sexuales, fingir disfrute sexual, aguantar cualquier manera de violación corporal y permitir que tu cuerpo sea usado de cualquier forma imaginable por otra persona, ¿a qué niña alentaríamos a desarrollar esas habilidades?”.

Además, lo que muchas mujeres en situación de prostitución deben soportar es el comportamiento abusivo del “empleador o proxeneta” que las explota.

Pensar y aceptar la prostitución como trabajo es fomentar de manera encubierta el tráfico y la trata de personas, es aliviar la responsabilidad de los gobiernos de dar oportunidades económicas dignas a las mujeres.

Aceptar la prostitución como un trabajo no estuvo en ninguna de las resoluciones de las estrategias para el futuro, de Avance de las Mujeres de Nairobi.

Reconocer a las prostitutas como “trabajadoras sexuales” viola las propuestas para integrar en la economía a las mujeres de los países emergentes.

Sinceramente, pienso que el marco abolicionista permitió al Estado argentino dejar una zona gris, donde el acuerdo entre dos adultos o adultas no es materia punible si existe un intercambio de sexo y dinero.

Es decir, las mujeres en situación de prostitución en la Argentina pueden ser monotributistas sin tener que dar explicaciones a nadie.

¿Qué estamos buscando cuando queremos legalizar y reglamentar con argumentos progresistas lo que el Estado ya hace desde 1937?

* Diputada nacional de la Coalición Cívica ARI, historiadora, especialista en estudios de género

Fuente: La Voz del Interior on line 03/07/2012

Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.

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