Ortega y Gasset, conferencia en la ciudad de La Plata en 1939 Para animarnos a la recuperación de nuestros ideales, de nuestro carácter y de nuestro destino de grandeza: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”

Evolución

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lunes, 17 de enero de 2011

La odisea de motoqueros cordobeses por Sudamérica

Cuatro villamarienses recorrieron 10 mil kilómetros en moto por todo el continente.

Villa María. Subirse a la moto y hacer en 23 días 10 mil kilómetros por rutas, selvas y desiertos es una aventura para la que el dinero y el tiempo necesarios no son tan importantes como la amistad y el espíritu de grupo que requieren cumplir la travesía. No es el Dakar, en el que los millones se escurren a velocidad de carrera en el vértigo diario. Es todo lo contrario, y casi con el mismo paisaje.
A esto lo saben bien quienes pertenecen a esa suerte de hermandad de las motocicletas que dejan atrás familia, trabajo y casa para lanzarse a conquistar el sueño de un viaje a ese país de la libertad que tiene doble mano y suelo de asfalto.

Así lo entendieron cuatro villamarienses que, como muchos, un día se pusieron a soñar con una aventura descomunal por el siempre sorprendente territorio sudamericano.
De la inmensidad amazónica, atravesada por el profundo Brasil productivo, pasando por la magia de Machu Picchu y las líneas de Nazca, hasta atravesar el desierto chileno de Atacama. De la zona más húmeda al clima más seco del continente.

Horacio Marco, Fabricio Del Molin, Flavio Brea y Eduardo Bonzi partieron de Villa María el 30 de julio para evitar la época de lluvias, y volvieron en poco más que tres semanas. Pero todo había empezado en realidad un año y medio antes con una minuciosa planificación. Al punto que la hoja de ruta marcada sólo difirió en 100 kilómetros de los finalmente realizados. Mapas, GPS, imágenes satelitales y mucho cálculo dieron forma al “guión” de un viaje de película.

En esta suerte de road movie , se establece también una comunicación entre viajeros en la que todos se ven “del mismo palo” y se van pasando datos de caminos y lugares, abriéndose puertas unos a otros.

Por Formosa cruzaron a Paraguay, pasaron por Asunción, y luego Bell Vista en Brasil. Campo Grande, Porto Bello y Asis fueron algunos de los puntos antes de pasar a Perú por Puerto Maldonado y recorrer las ruinas incas y el Cañón Colca. Por Tacna siguieron hacia el sur por la línea del Pacífico para llegar hasta Arica, Calama, San Pedro y Atacama, para volver hacia Jujuy por el paso de Jama.
 
Aduanas. A lo largo del viaje, las aduanas de cada país marcaron parte de las diferencias que persisten entre las naciones latinoamericanas. Para ingresar a Perú desde Brasil tuvieron que detenerse en un puesto que funcionaba en un contenedor. Bajo un ventilador de techo y tecleando muy lentamente sobre su computadora, el agente aduanero tomaba sus datos sin mucha dedicación, mientras veía por la tele escenas del programa 100% Lucha .

Así como en otros puntos directamente pasaron ante las barreras levantadas, en Chile sintieron el rigor de un control por demás estricto. No fueron los perros amaestrados para olfatear drogas, sino los adiestrados para detectar cítricos los que los pusieron en apuros. Uno de ellos había comido una mandarina kilómetros antes de la frontera y su aroma despertó el alerta que obligó a prácticamente desarmar las motos para dejar tranquilos a los carabineros que no se ingresaba al país con fruta prohibida.

No todo el viaje fue andar sobre la ruta. También pudieron dejar sus máquinas KTM y BMW para subirse a una balsa construida a tronco y hacha que los introdujo en el río Madre de Dios y tomar contacto con otras comunidades. “Te cambian el sentido de la vida. Uno los ve y se da cuenta de que en la ciudad valoramos tantas cosas inútiles. Te hace pensar si no estamos muy equivocados”, admiten al repasar esa parte del viaje.

Con la ayuda de un lugareño, contactaron una comunidad aborigen que vive junto al río, en la espesura de la selva, sobreviviendo de la caza y la pesca. Allí, donde cualquier producto de mercado para repeler insectos se vuelve inútil, pudieron ver cómo se cura una picadura de víbora con la combinación de tres plantas. Encender un fuego con dos palitos y un copito de algodón es una técnica irreproducible para quien está acostumbrado a practicidad urbana. En ese mundo, la carne no se compra sino que se caza, y los arqueros alcanzan una sofisticación tal que tienen, por ejemplo, cuatro tipos de flechas según sea el animal.

Como contraste, ver el Amazonas “sojizado”, atravesado por enormes rutas, y dominado por una industria agropecuaria y del transporte que no conoce de pequeñeces, es también ver el motor de un país que emerge como potencia en el mundo.

Parte de la ruta recorrida coincidió con el itinerario que seis meses más tarde haría el Dakar. Uno de los mayores desafíos fue atravesar el desierto de Atacama por el paso de Jama. Lo hicieron al mediodía por indicación de gendarmes. La elección fue acertada, pero tuvieron que soportar una variación de 36 grados de temperatura en apenas medio día.
 
El sol calcinante, el frío imperturbable, el sueño acumulado y el cuerpo resquebrajado van dejando su marca. Aquella “hermandad” del camino se pone a prueba con paso de los días y el kilometraje.

Es importante el trabajo en conjunto y que cada uno tenga una tarea, una función. Hay que saber aguantarse en el grupo para no caerse”, resumen a la vuelta de un viaje de apenas tres semanas, pero que valió para toda una vida.

http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/la-odisea-de-motoqueros-cordobeses-por-sudamerica
 
V´sssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss... Bocha.

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mirando por el retrovisor

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