Aquí está...
No quiso quedarse arrimadito para siempre a la ribera del Plata. La querencia rioplatense tenía a sabor de nostalgia, con amores frustados y con pasiones bravas. Todas esas fibras trenzaron su existencia, pero el horizonte invitaba a salir en búsqueda de otras sombras crepusculares y otros amaneceres centellantes. Así el tango anduvo en el galope musical dejando en los cardales jirónes de armonías, en cualquier rumbo del mapa argentino.
Otros inventaron melodías, cadencias y requiebros, dándoles renovados latidos emocionales y nuestros.
Después, la andanza no se detuvo. La ciudad cordobesa le recibió en sus milongueras reuniones suburbanas. Aprendió a sentirse como nacido entre pilas de leñas de monte arisco, sin tener la ingratitud de olvido de haber escuchado el frou - frou de los percales cuando lo estaban acunando. Se quedó entonces querendonamente, como si en su ánimo hubiera sonado siempre un rasgido de guitarras serenateras, y siguió pisando con gallardía, afirmando el taco como lo hiciera en otras tierras. Aprendió a contonearse suavemente para decir "Yo soy sanvicentino..." o pedir cancha con un "Cordobés hasta el caracú...", denunciando también su alcurnia con los compases de Feliciano Latasa impuso con su pasión de "Hotel Victoria" entrando en los salones aristocráticos donde aún andaban jugueteando los aires de los lanceros y los valses...
Ahí sí que ya no tuvo atajo. Se mezclaron los sones de mandolinas, guitarras, contrabajos, pianos y bandoneones. Alimentó sus raíces con savias nuevas, con tormentosas exploraciones orilleras y amores de manos suaves y palabras susurrantes, se hizo más fuerte. Ganó adeptos de buena ley, pero necesitaba que alguien forjara su cadencia con honda reminiscencia de pasado y abriera su ventanal para el futuro. De a poco, con arrastre de años y de sueños, sintió justificada su pasión de tierra adentrosin esconder su distante nacer junto al sabor portuario. Y esa mixtura requería quién diera decisiva fisonomía en el compás y hasta la letra. Lo que otros habían ensayado con guapeza ilusionada, Jorge Arduh lo plasmó con entrañable, vertical y apasionada vibración. Lo hace con la interpretación de sus páginas y la de los otros, con límpida fiesta de ternura, de acuerdos y de rítmos, como si fuera para la eternidad. Y aquí está Jorge Arduh en el bailoteo de sus dedos sobre el teclado y dando impulso de ayer y de hoy al fervor del corazón...
Efraín U. Bischoff.
Foto: extraído del archivo de "La Voz del Interior"
Texto: sustraído del archivo del Chiche.
Saludos arrabaleros... Bocha
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